Video | Arquidiócesis de Morelia envía mensaje de Domingo de Resurección a todos los ciudadanos

A todos les deseo: ¡Felices Pascuas de Resurrección! Celebramos hoy el gran misterio, fundamento de la fe y de la esperanza cristiana: Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado de entre los muertos, declaró Arquidiócesis.

Foto: Samuel Herrera Jr.

Redacción/La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Con un cordial saludo la Arquidiócesis de Morelia a deseado felices Pascuas de Resurección.

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A todos les deseo: ¡Felices Pascuas de Resurrección! Celebramos hoy el gran misterio, fundamento de la fe y de la esperanza cristiana: Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado de entre los muertos, declaró Arquidiócesis.

“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ¡ha resucitado!” (Lc 24,5-6). Hermanos, es difícil imaginar cuáles serían, en aquel momento, los sentimientos de las mujeres que fueron al sepulcro a buscar al Señor: sentimientos de tristeza y desaliento por la muerte de su Señor, sentimientos de incredulidad y estupor ante un hecho demasiado sorprendente para ser verdadero. Sin embargo, la tumba estaba abierta y vacía: ya no estaba el cuerpo. Pedro y Juan, avisados por las mujeres, corrieron al sepulcro y verificaron que ellas tenían razón. La fe de los Apóstoles en Jesús, el Mesías esperado, había sufrido una dura prueba por el escándalo de la cruz. Durante su detención, condena y muerte se habían dispersado, y ahora se encontraban juntos, perplejos y desorientados. Pero el mismo Resucitado se hizo presente ante su sed incrédula de certezas. No fue un sueño, ni ilusión o imaginación subjetiva aquel encuentro; fue una experiencia verdadera, aunque inesperada y justo por esto particularmente conmovedora. “Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz esté con ustedes»” (Jn 20,19).

Foto: Samuel Herrera Jr.

Ante aquellas palabras, se reavivó la fe apagada. Los Apóstoles contaron a Tomás, ausente en aquel primer encuentro extraordinario: ¡Sí, el Señor ha cumplido cuanto había anunciado; ha resucitado realmente y nosotros lo hemos visto y tocado! Tomás, sin embargo, permaneció dudoso y perplejo. Cuando, ocho días después, Jesús vino por segunda vez al Cenáculo le dijo: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente!”. La respuesta del apóstol es una conmovedora profesión de fe: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20,27-28).

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“¡Señor mío y Dios mío!”. Renovemos también nosotros la profesión de fe de Tomás. En medio de nuestra situación actual de pandemia del Covid19, la humanidad espera de los cristianos un testimonio renovado de la resurrección de Cristo; necesita encontrarlo y conocerlo como verdadero Dios y verdadero Hombre. Si en este Apóstol podemos encontrar las dudas y las incertidumbres de muchos cristianos de hoy, los miedos y las desilusiones de muchas personas, con él podemos redescubrir también con renovada convicción la fe en Cristo muerto y resucitado por nosotros. Esta fe, transmitida a lo largo de los siglos por los sucesores de los Apóstoles, continúa, porque el Señor resucitado ya no muere más. Él vive en la Iglesia y la guía firmemente hacia el cumplimiento de su designio eterno de salvación.

Foto: Samuel Herrera Jr.

Hoy, nos ha tocado vivir esta situación difícil del Coronavirus, nos encontramos en casa cumpliendo las indicaciones de las autoridades sanitarias, y ante este escenario podemos estar tentados por la incredulidad de Tomás. La muerte, el contagio, el dolor, el mal, las injusticias, especialmente cuando afectan a los hermanos cercanos ¿no prueba nuestra fe? Pero la incredulidad de Tomás nos resulta paradójicamente útil y preciosa, porque nos ayuda a purificar toda concepción falsa de Dios y nos lleva a descubrir su rostro auténtico: el rostro de un Dios que, en Cristo, ha cargado con las llagas de la humanidad herida. Tomás ha recibido del Señor y, a su vez, ha transmitido a la Iglesia el don de una fe probada por la pasión y muerte de Jesús, y confirmada por el encuentro con el Resucitado. Una fe que estaba casi muerta y ha renacido gracias al contacto con las llagas de Cristo, con las heridas que el Resucitado no ha escondido, sino que ha mostrado y sigue mostrando en las penas y los sufrimientos de cada ser humano.

Las llagas del Señor, que en un primer momento fueron un obstáculo a la fe para Tomás, porque eran signos del aparente fracaso, aquellas mismas llagas se han vuelto, en el encuentro con el Resucitado, pruebas de un amor victorioso. Estas llagas que Cristo ha contraído por nuestro amor nos ayudan a entender quién es Dios y a repetir también: “Señor mío y Dios mío”. Sólo un Dios que nos ama hasta cargar con nuestras heridas y nuestro dolor, es digno de fe.

Queridos hermanos, ¡Cuántas heridas y cuánto dolor hay en el mundo de hoy! En estos momentos de nuestra historia, tenemos el dolor y la preocupación del Covid-19, que ya ha provocado bastantes víctimas. Existen también otros males como el hambre, las enfermedades incurables, en fin, hay muchos rostros de dolor y sufrimientos en las víctimas de las violencias.

En este momento de Resurrección podemos llenarnos de esperanza y decir que a través de las llagas de Cristo resucitado vemos todos estos males que nos aquejan y lastiman, en estos momentos el Covid-19 como ocasión favorable para transformar la pasión y muerte en camino de alegría y esperanza y ser responsables y solidarios. En efecto, resucitando, el Señor no ha quitado el sufrimiento y el mal del mundo, pero los ha vencido en la raíz con la superabundancia de su gracia. A la prepotencia del Mal ha opuesto la omnipotencia de su Amor. Como vía para la paz y la alegría nos ha dejado el Amor que no teme a la Muerte.

Hermanos, Cristo resucitado está vivo entre nosotros, Él es la esperanza de un futuro mejor. Mientras decimos con Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”. Nosotros unidos a Él, dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos (cf. 1 Jn 3,16), nos convertimos en apóstoles de paz, mensajeros de una alegría que no teme el dolor por la seguridad de la alegría de la Resurrección.

Que la victoria pascual de Cristo nos aliente a todos a caminar juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida, hacia la verdad, la justicia y la paz. Que sigamos ofreciendo caminos de reconciliación y de paz, para renovar y revitalizar nuestra acción pastoral y fortalecer nuestra esperanza.

Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Como Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Morelia, cantemos y caminemos, con la mirada puesta en el Cielo, fieles a nuestro compromiso en este mundo de ser constructores de paz. Que nuestra Señora de la Salud, Madre de Cristo resucitado, nos obtenga y nos permita gozar esta alegría y plenitud pascual.