La pandemia, la lluvia y la falta de mantenimiento ponen en riesgo importante joya de Jiquilpan

Lilia Huanimban Arteaga, directora de la Biblioteca Pública Gabino Ortiz, dijo que debido a las filtraciones y la carencia de recursos para mantenimiento, el recinto se encuentra en riesgo

Foto, José Luis Ceja.

José Luis Ceja / La Voz de Michoacán

Jiquilpan, Michoacán. Debido al cierre a causa de la contingencia global de salud y las lluvias registradas durante esta temporada, espacios como la Biblioteca Pública Gabino Ortiz de esta ciudad acusan cada vez más el deterioro en su estructura, lo que pone en riesgo una de las joyas del muralismo mexicano en las obras de José Clemente Orozco alusivas a la Revolución.

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Lilia Huanimban Arteaga Barragán, directora de este espacio y quien funge como coordinadora regional de Bibliotecas Públicas del Estado, externó que debido a las filtraciones de humedad y la carencia de recursos para mantenimiento, la Biblioteca Pública se encuentra en riesgo. Destacó además que a causa de falta de mantenimiento las puertas se encuentran cerradas, por lo que el acceso al edificio se realiza mediante uno de los anexos.

Con un peso aproximado de 800 kilogramos, cada una de las puertas se encuentra montada en rieles de acero que se accionan a través de baleros metálicos, lo que debido al peso y al constante uso siempre va a correr el riesgo de que se esté dañando. “La última vez que la arreglaron la dejaron bien, pero desgraciadamente son muchos los kilos y no la soportan”.

En lo que respecta a la infraestructura de este espacio, a simple vista se pudieron detectar ya cuarteaduras en los costados exteriores del inmueble, así como partes faltantes de la fachada principal. Se pudieran apreciar también manchas en el mural del ábside “Alegoría de la mexicanidad”. Explicó la responsable de este espacio que en la parte superior del inmueble se encuentran los tinacos de agua potable que se montaron a la vieja usanza, esto es sobre rodetes de tabiques; sin embargo, debido a una falla en el sistema de flotación de estos tinacos de manera recurrente tienen derrames que ponen en riesgo la integridad de los murales, de tal suerte que tienen ya humedad, incluso en la esquina superior sur del inmueble crecen ya algunos árboles cuyas raíces pudieran daña la fachada general.

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Iglesia primero, biblioteca después

El edificio en que se albergan estos murales inició su edificación en 1874, cuando se colocó la primera piedra, y fue hasta el 12 de diciembre de 1920 que se dio su inauguración formal como Santuario de la Virgen de Guadalupe. La Guerra Cristera de 1926 obligó a que el Santuario de la Virgen de Guadalupe fuera cerrado al público y luego reabierto por un breve periodo. En 1934, el presidente de la República convierte este inmueble en lo que se pretendía fuera la biblioteca pública más grande del estado; incluso, fue sede del primer intento de Museo Regional y el precedente de lo que al pasar el tiempo se convertiría en el Centro de Estudios de la Revolución Mexicana, hoy cedido en comodato a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Los murales son 10 frescos y ocho paneles realizados con tonalidades grises y toques en rojo, además de dos policromos, uno en la entrada principal y otro en el ábside, donde anteriormente se encontraba la imagen de la Virgen de Guadalupe.

En los muros de este espacio se encuentran los murales de José Clemente Orozco considerados como la única obra mexicana con un sentido patriótico en los que los elementos humanos son reducidos a conceptos como dramatismo, ferocidad y religiosidad y fueron realizados en el año de 1940 en dos etapas y los trazos de Clemente Orozco, así como los nombres de sus obras reflejan la intención de los artistas mexicanos por crear una pintura profundamente nacional y abordan temas como combates, peones arrestados por la policía rural, fusilamientos individuales y colectivos, todo enmarcado dentro de la lucha revolucionaria.

De esta suerte, la biblioteca pública Gabino Ortiz, después de su fallido intento como centro de culto Guadalupano se convierte casi por decreto presidencial en el recipiente donde se mezclan dos visiones de la Revolución Mexicana, la que tenía el General Lázaro Cárdenas grabada en sus recuerdos y la que imaginaba con toda su crudeza el muralista jalisciense.

Los caballos que avanzan impetuosos sobre los cadáveres de los campesinos, la caída del General Alvírez durante su fusilamiento, la Patria cubierta su cabeza con un rebozo rojo montada sobre un tigre que avanza entre los nopales, los peones llevados a cuerda por la policía rural, los campesinos cayendo abatidos por las balas de la milicia sobre fosas profundas, las masas obreras en pelea empuñando rojas banderas y los campos de batalla donde la muerte se da el lujo de escoger los cuerpos forman parte de esta casi película de la Revolución Mexicana que a manera de permanencia voluntaria se proyecta en los amplios y altos muros de este edificio cuya entrada está resguardada por los rostros de bronce de literatos, políticos, libertadores y libre pensadores de América.