En un acto de fe y penitencia realizan la Procesión del Silencio en Pátzcuaro

La Hermandad de Encapuchados realizó el recorrido en silencio por las calles del centro de este Pueblo Mágico.

Foto: Angélica Ayala

Angélica Ayala / La Voz de Michoacán

Pátzcuaro, Michoacán. La Procesión del Silencio, es un acto de fe, penitencia y honor al Cristo de la Tercera Orden, que realizan los encapuchados durante todo su recorrido por las principales calles del Centro Histórico de Pátzcuaro, mismos, que son acompañados por las piadosas, que llevaban consigo los símbolos de la crucifixión, así como las mujeres que vestidas de negro y entre sus manos llevan una veladora, en señal de luto por la muerte de Jesús.

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Antes de iniciar la procesión, en el templo de San Francisco donde se venera al Cristo de la Tercera Orden, los encapuchados reciben a los nuevos integrantes que prometen el culto al Cristo y ser mejores personas, es así, que les entregan la túnica morada que significa la penitencia, el lazo blanco simboliza el dominio de las pasiones y de los vicios, y, la capucha color gris, que los invita a reflexionar sobre su conducta y las fallas que tienen como ser humanos, todos prometen seguir las reglas de la orden de Encapuchados.

Foto: Angélica Ayala

Durante el ritual, también realizan los cambios de túnicas de los encapuchados morados, por las de color negro con amarillo, que los convierte en caballeros encapuchados, son entregadas a los hombres que por 10 años ininterrumpidos han participado en la procesión y en las actividades que realizan como hermandad; las túnicas son bendecidas por los sacerdotes y atestiguan el ritual.

Con reuniones mensuales, la Hermandad de Encapuchados, se preparan para realizar la Procesión del Silencio. El Viernes Santo por la mañana se encierran para un retiro espiritual, los Encapuchados tienen un compromiso moral de corregir sus vidas y mejorar como personas, alejarse de las adicciones y tener un entorno armonioso.

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Foto: Angélica Ayala

Después de realizar el ritual, las piadosas y los encapuchados iniciaron con la procesión del Silencio, saliendo del templo de San Francisco, al frente de contingente las mujeres vestidas de negro llevan la imagen de San Francisco de Asís, atrás le siguen los sacerdotes, le siguen las piadosas que con telas brillantes que las visten, llevan entre sus manos los símbolos de la crucifixión, después los cirineos o apóstoles.

Entonces se empiezan a escuchar el sonido seco de los tambores, anunciando la solemnidad de la procesión y el arribo de la réplica del Cristo de la Tercera Orden, que cargan los encapuchados, todos van descalzos, quienes los van apoyando, llevan consigo un botiquín para auxiliar a quienes se cortan el pie, o algún dedo, están al pendiente de alguna señal que les diga que requieren de su apoyo, otros más se adelantan al camino por el cual van a pasar, para quitar cualquier basura que pueda dañarlos, aun así, en el trayecto hubo quienes requirieron ser atendidos.

Foto: Angélica Ayala

El sonido del clarinete incrementa la sensación de tristeza y solemnidad, a cada soplido del clarinete los encapuchados paraban la procesión por algunos minutos, momentos que se aprovechaban para cambiar los turnos de cargo de las imágenes, entre ellas, la Dolorosa, San Juan y el Cristo del Santo Entierro.

Esta procesión fue retomada tras dos años de haber sido suspendida por la pandemia de la COVID-19. Sin embargo, a diferencia de procesiones anteriores, fue poca la gente que se veía en las orillas de las banquetas, durante todo el recorrido, aunque la mayoría se concentró en las calles aledañas a la plaza Vasco de Quiroga y Gertrudis Bocanegra, se podía circular libremente, situación que no sucedía con anterioridad.

Foto: Angélica Ayala

La procesión está enmarcada por muchos símbolos que representan la muerte de Jesús, el hijo de Dios, pero también los encapuchados los tienen, por ejemplos las veladoras que llevan consigo representan la luz de Cristo que los guiará durante su recorrido y su vida de penitencia, las túnicas son muestra de sacrificio y se dice que algunos de los encapuchados, debajo de la túnica portan silicios para tener más penitencia que ofrecen a Dios.

La procesión es lenta, hay momentos en que se detienen por minutos, los encapuchados esperan y aguantan el dolor que sienten en sus pies, por pisar las rocas o el pavimento caliente, la capucha apenas deja ver sus ojos, algunos, en casi un murmullo se escucha que van rezando, solo se percibe el rezo si se está muy cerca de ellos.

Es de mencionar que en 1957 el padre Fray Juan Camacho, retomó la tradición en Pátzcuaro que iniciaron los frailes Franciscanos, la Procesión del Silencio, que en sus inicios se realizaba cada viernes santo junto con la de los Cristos.

Foto: Angélica Ayala