Sin Altar de Dolores y sin procesión del silencio, así se vive esta Semana Santa en Pátzcuaro

El inicio de las actividades de la Semana Santa no es igual a la del año pasado, el COVID-19 o coronavirus ha hecho que todo pare, incluso las actividades más representativas .

Foto: Cortesía.

Angélica Ayala / La Voz de Michoacán

Pátzcuaro, Michoacán. Con el Altar de Dolores, se iniciaban oficialmente las actividades de Semana Santa, este año, en este viernes pasado, todo fue diferente, no hubo quien le recitara “las lágrimas de la Virgen”, ni quien cortara el listón inaugural, es en el portal Hidalgo, donde cada año se instala este altar, con motivo de la Semana Santa, es uno de los principales atractivos para el turismo y los lugareños, pero hoy solo está presente la Virgen Dolorosa.

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Ante la pandemia por el COVID-19, todas las actividades de Semana Santa se suspendieron, no así la instalación del Altar del Dolores, que cada año coloca personal o gente cercana al sacerdote Diego Monroy, quien fuera por varios años Rector de la Basílica de la Virgen María de Guadalupe en la Ciudad de México. El evento era esperado por visitantes y patzcuarenes, ya que es el altar más grande y vistoso que se instala en la Región Lacustre.

Foto: Cortesía.

En Pátzcuaro, la Semana Santa no se vive como años atrás, o como hace apenas un año, en esta temporada era común que en la plaza de San Francisco se instalaran las “chicaleras”, mujeres provenientes de la comunidad indígena de Pichátaro, quienes ofrecen sus tamales de harina y los “chicales” que es el maíz cocido con piloncillo, actividad que se transmitió de una generación a otra. Su actividad la realizaban a diario, haciendo fogones con leña y arriba colocaban las tinas de fierro para adentro poner los tamales y cocerlos al vapor, mientras que en las vaporeras cocían los chicales, aunque el lugar se llenaba de humo, el olor a dulce hacía el atractivo de los comensales.

Todas las actividades de la Semana Mayor se cancelaron, entre ellas una de las más representativas que es la Procesión del Silencio, que organizan la Orden Franciscana Seglar, la Asociación del Señor de la Tercera Orden y la Hermandad de Encapuchados, y que iniciaron en 1957 con Fray Juan Camacho. En sus orígenes la Procesión del Silencio se realizaba el Viernes Santo junto con la de Los Cristos, pocos años después, esto cambió por indicaciones del padre franciscano. Ahora 63 años después, por el COVID-19 se canceló.

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Foto: Cortesía.

El Altar de Dolores, fue colocado con todo detalle, la imagen de la Virgen Dolorosa está al centro, los colores rosados y morados en los lienzos de telas y de papel picado son parte de la decoración, los cuatro elementos naturales de la tierra se representan así: el aire son las banderitas doradas y papel picado que revolotean al soplo del viento, la tierra son la frutas, flores y semillas germinadas, las velas y veladoras, que mantienen vivo el fuego de la esperanza de una nueva vida, representan al fuego y las aguas de colores son las lágrimas vertidas por María.

El inicio de las actividades de la Semana Santa no es igual a la del año pasado, el COVID-19 o coronavirus ha hecho que todo pare, incluso las actividades más representativas como el tianguis artesanal, aunque la vida del pueblo está a “medias” ante las medidas de prevención, se deja ver que los más vulnerables son los menos atendidos, ya que siguen en las esquinas pidiendo limosna, a ellos, nadie les ha dicho que se resguarden, mucho menos que tendrán algún apoyo durante la contingencia.

Los Altares de Dolores

De acuerdo a los datos recabados, los Altares de Dolores, datan del siglo XVI, sin embargo, es que dos siglos después se empiezan a documentar esta celebración, y, que empiezan a salir de las iglesias a espacios públicos. Fueron los franciscanos quienes iniciaron con esta actividad, para promover los ritos católicos entre los indígenas.

En Pátzcuaro, esta tradición fue rescatada hace poco más de 35 años por un grupo de trabajadoras del Museo de Industrias Populares de Pátzcuaro, quienes montaron el altar dedicado a la Dolorosa en el museo, con el apoyo de algunos vecinos.