Celebran 70 años de Élmer Mendoza y su literatura negra

Sus amigos lo reconocen como un escritor de enorme generosidad con sus colegas, pues al paso de los años ha ido formando a los jóvenes

Foto: El Universal

El Universal/La Voz de Michoacán.
México. Élmer Mendoza, el inventor de un habla popular que mezcla lo rural con lo urbano; creador de una literatura negra que explora el universo del narco; el padre de “El Zurdo” Mendieta, ese detective culichi y bien entrañable; el imaginador de Ger, Gris Toledo y la capisa Samantha Valdés, cumple hoy 70 años de vida; los cumple en Guadalajara, rodeado de amigos que lo admiran y ensalzan como un “un gran tipo” y un “enorme ser humano”. “Ándese paseando”, como él mismo diría.

Para celebrarlo, EL UNIVERSAL convocó a sus amigos escritores a dar fe de los aportes de su literatura. Julián Herbert, Rosa Beltrán, Eduardo Antonio Parra, Mónica Lavín, Geney Beltrán, Luis Jorge Boone, Socorro Venegas y su editora, Mayra González, apuntan las virtudes de la obra narrativa del autor de “El amante de Janis Joplin”, “Balas de plata”, “Cóbraselo caro” y “La prueba del ácido”, a la vez que celebran la potencia de su lenguaje narrativo y su rica exploración.

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Pero también celebran su gran sentido del humor, su lealtad, su amistad y su inmensa calidad humana. Y es que en este narrador que estudió ingeniería y que dejó los números para crear un universo literario incomparable, sus amigos lo reconocen como un escritor de enorme generosidad con sus colegas, pues al paso de los años ha ido formando a los jóvenes, y leyendo y recomendando a los que ya habitan la "República de la Letras", a través de su columna “El arte de novelar”, que publica desde 2009 en EL UNIVERSAL.

¿Qué tiene la literatura de Élmer Mendoza, dónde radica su calidad y su maestría?, ¿quién es ese narrador culichi a quien ayer mil jóvenes le cantaron “Las mañanitas” en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara? El mismo narrador que un día antes, el miércoles, acudió a Puente Grande para conversar sobre las aventuras que ha escrito con presos del Reclusorio Metropolitano, dentro del programa de fomento a la lectura Ecos de la FIL.

Luis Jorge Boone celebra la obra y la vida de Élmer Mendoza un autor que ha logrado consolidar una obra única a partir de un género popular, de un género que cuenta con el gusto del público.

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“Con todos los peligros que esto representa él ha salido airoso en cada novela, sobre todo por su prosa que es su marca personal, es una vorágine de voces y esa mezcla de registros que lo hacen un autor único en nuestras letras. Y celebro también a uno de los mexicanos que pone en alto la literatura de nuestro país, celebró también a un maestro, a un amigo, a un lector que nos enseña, y sobre todo a la gran persona que es Élmer Mendoza”, afirma Boone.
 

El poder de su lenguaje

“Élmer Mendoza ha sido una bocana de frescura y originalidad desde sus primeros libros en la literatura mexicana; fiel a sus orígenes, la Col Pop en Culiacán, escribe de oído, inventa palabras, le da textura a los textos y crea personajes entrañables donde la naturalidad y la persuasión van de la mano”, señala Mónica Lavín.

Para Rosa Beltrán, su compañera en la Academia Mexicana de Lengua, el narrador nacido en Culiacán, Sinaloa, el 6 de diciembre de 1949, es el primer autor y el más importante y emblemático de la narrativa del narco. Sin embargo dice que sus libros van más allá de eso. Lo define como un maestro en la construcción de la novela negra; un autor cuya constante ha sido su propuesta narrativa, su trabajo con el lenguaje y su maestría utilizar el habla popular con un dejo de ironía.

“El trabajo con el lenguaje es quizás lo que me llama más la atención de su obra. Tiene una maestría lingüística que se ve en pocos autores; habla de la actualidad, pero también habla con un dejo de ironía, como hacen los grandes autores, las autoras, de la imposibilidad de contestar las preguntas que él mismo plantea”, dice Rosa Beltrán, la narradora que agrega: “lo que más nos importa es que Élmer ha sido constante en su propuesta literaria vanguardista, siempre imaginativa, original”.

Julián Herbert, el autor de “Canción de tumba” dice convencido: “si yo decidí quedarme a vivir en Saltillo es que si Élmer se podía quedar en Culiacán por qué yo no me podía quedar en mi pueblo”. Asegura que a él le interesa mucho su literatura, “la construcción de un lenguaje, la recuperación de una forma particular, de un habla popular semi rural y urbana, el gran retrato del noroeste y su capacidad para ver los lazos entre la tradición y las nuevas realidades políticas y sociales”.

Eduardo Antonio Parra sabe que cuando un lector se acerca a las novelas de Élmer por primera vez experimenta cierto extrañamiento, pero pronto se acostumbra a su estilo, a esos diálogos integrados a la narración, a ese lenguaje culichi y también a todo este lenguaje poético y metafórico que usa cada rato. En sus novelas hay mucha acción, hay mucho lenguaje y hay mucha intriga y misterio”.
 

Un universo que se gestó en el Noroeste

El crítico y escritor Geney Beltrán asegura que Élmer Mendoza pertenece a una generación de escritores procedentes del norte de México, la mayoría de los cuales se dieron a conocer en la literatura mexicana hacia la década de los años ochenta; cita por ejemplo a Jesús Gardea, Federico Campbell, Daniel Sada y Severino Salazar.

Sostiene que este grupo entregó una serie de representaciones ficcionales sobre una geografía que sólo parcialmente había sido consignada en nuestras letras y en que sobresalen los conflictos de los habitantes del desierto y las ciudades de la frontera con Estados Unidos, la migración interna, la violencia, las nuevas manifestaciones de la cultura popular.

“Élmer Mendoza destaca en este grupo por la audacia, vivacidad y potencia narrativa con que ha explorado las dinámicas sociales vinculadas con el auge del narcotráfico en el estado de Sinaloa. Dotado de un oído sensible a las particularidades del habla local, Élmer Mendoza ha sido fiel a las herramientas del realismo narrativo, con no escasas dosis de humor y una aguda percepción de la violencia en distintos niveles”, afirma Geney Beltrán.

Eduardo Antonio Parra dice que la mejor manera de celebrar sus 70 años es leerlo. Es conocer por ejemplo lo que es la vida en el noroeste de México, que luego se desparrama para todo el país. “Élmer es especialista en esto. Hay que leer sus novelas que son no nada más novelas del narco, ni novelas de la violencia, sino novelas del lenguaje, porque Élmer es un especialista en trabajar la lengua y escribe en culichi y lo hace sabrosísimo”.

Socorro Venegas, por su parte, reconoce en Élmer a uno de nuestros grandes escritores, “un revelador del mundo oculto y violento del norte de México. Pero también abarca otras coordenadas en el corazón de los lectores. Ha sido un impulsor muy comprometido del libro y la lectura en Sinaloa, le debemos importantes iniciativas en la formación de lectores y eso solo nos muestra a un generoso escritor que además encuentra siempre tiempo para leer a autores más jóvenes y escribir sobre ellos en su imperdible columna de EL UNIVERSAL”.

Para su editora en Alfaguara, Mayra González, Élmer Mendoza se reinventa. “Es un autor muy vital. Valoro mucho que Élmer es autor-lector, Élmer es un prescriptor, un recomendador de libros; su columna la dedica a eso y a estar leyendo a los nuevos autores, a estar promoviéndolos, es muy generoso en ese sentido. Es muy importante que un autor que se da el gusto y el placer de estar buscando qué leer de nuevo. Eso me parece fantástico y me parece que de ahí también se alimenta su literatura”.

Celebrar sus 70 años es celebrar su vida y su obra. Celebrar a un escritor potente y muy querido. Eduardo Antonio Parra asegura que una de las maneras de celebrarlo es leyéndolo, “pero acá en corto lo celebraremos de una u otra manera. Además de su abrazote de quebrantahuesos, iremos a cenar o a tomar unos traguitos”.

Todos celebran al amigo, al tipazo que es un gran ser humano. Rosa Beltrán dice que si no fuera todo eso de lo que está dotada su literatura, “yo de todas maneras querría muchísimo a Élmer Mendoza como amigo porque es leal, porque es cariñoso, porque es de una sola pieza. Porque con él he tenido las mejores conversaciones de literatura, porque encontrarlo en cualquier fiesta literaria, en cualquier país, es motivo siempre de celebración. Lo quiero mucho, ¡que vengan otros 70, cómo no!". “Ándese paseando”, diría Elmer Mendoza.