Apuntes mexicanos

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

Saúl Juárez

De la conquista violenta de un pueblo sobre otro, suele nacer en el derrotado un heroísmotrágico y una épica de la resistencia. Hablar de Encuentro de dos Mundos es una cortesía para los dos bandos. México (faltarían tres siglos para que se llamara así) fue conquistado, aunque ambos, vencedores y vencidos, aportaron cada cual su cultura al mestizaje.

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Los aztecas sucumbieron ante el superior armamento de los europeos, ante la mortandad provocada por las epidemias y ante las alianzas que establecieron los invasores con otros señoríosindígenas. La conquista avanzó triunfante por los cuatro puntos cardinales avasallando a casi todos los pueblos. Durante las primeras décadas de la incursión, los españoles no solo pretendían enriquecerse en la aventura, sino que también buscaban, en la inmensidad de los nuevos territorios de la corona, los reinos del oro y la fuente de la juventud eterna, entre otras maravillas. Iban a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento. Cabalgaban persiguiendo espejismos y utopías. Quizá nos heredaron ese hábito.

Los mexicanos de hoy no le otorgamos relevancia a la epopeya que representó la creación y organización de un virreinato de tales dimensiones. No mostramos interés por la conquista espiritual y tampoco por la forma en la que se fundieron y enraizaron sincréticamente ambos orígenes. Poco hemos querido saber del Virreinato de la Nueva España, oscuro como mazmorra de la Inquisición. Preferimos la gesta de Independencia, saltándonos a los virreyes, a los criollos en ascenso, a los religiosos de alcabala y diezmo. Mejor tender un puente desde Cuauhtémoc hasta Hidalgo y Morelos. Méxiconació en Tenochtitlan con el águila y la serpiente y revivió con el repique de la campana de Dolores.

Con la Independencia se logró la emancipación, aunque el país cayera en interminables disputas. La nación se construía entre gobiernos débiles y volátiles y era presa fácil para las intervenciones extranjeras. Se perdió gran parte del territorio. Maximiliano, el segundo emperador, instauró una monarquía extranjera que dejó una honda huella, a pesar de su corta duración. El fusilamiento en el Cerro de las Campana representó el triunfo de Benito Juárez, líder de aquel grupo de la Reforma integrado por individuos de pensamiento y acción que abrieron caminos donde no había vereda, levantaron una idea nueva de nación y derribaron obstáculos antes infranqueables. Juárez, con el tiempo y la levita, habría de ocupar el cuarto pedestal en el puente de los héroes.

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Porfirio Díaz pacificó el país e hizo un esfuerzo sin precedentes en la modernización de su infraestructura. Estableció un modelo de ejercicio del poder a partir de la negociación, la prebenda y la fuerza. Fue un dictador eficaz hasta que la Revolución llegó del norte para derrocarlo. Exiliado el prócer, el señor Madero habría de jurar como Presidente. Su asesinato artero abrió de par en par la puerta para que las facciones revolucionarias seenfrentaran en una guerra cruenta, prodiga en batallas, asonadas y asesinatos. Más de un millón de personas sucumbieron en esa guerra civil.

Al concluir el movimiento armado, poco a poco se fue instaurando una manera diferente de hacer política y un distinto esquema de organización civil a partir de los gobiernos emanados del movimiento armado. La Revolución triunfante se institucionalizó creando una narrativa nueva para el país. En el discurso revolucionario cabían todos los mexicanos.

El puente de las estatuas se extendió para incluir a Zapata, el menos cuestionado de los líderes revolucionarios. Y, paralelamente, empezó a forjarse otro monumento, sin nombre, el del indígena como esencia noble del ser nacional. La Revolución institucionalizada acabó por entronizar al indígena y al campesino como principios retóricos de lo mexicano. El primero como heredero de una sabiduría ancestral, aunque en la realidad se mantuviera en la pobreza y la discriminación, excluido de la construcción del país. El segundo como guardián del culto mexicano a la tierra, convertida en ejido.

LázaroCárdenas levantó los cimientos, construyó los castillos, echó el firme de la nueva casa, y se ganó un lugar en el puente de los héroes con señalados actos de defensa del país. Los años de fortalecimiento de la formula sexenal y del imperio de un solo partido político, llegaron a la segunda mitad del siglo con un Gobierno mexicano convertido en una entidad omnipresente. El crecimiento económico sin precedentes, no iba acompañado de las libertades necesarias. Surgieron los movimientos contestatarios de los médicos, los electricistas y los ferrocarrileros. Y, en el 68, se rompieron todos los paradigmas de protestas anteriores. Nada fue igual después del movimiento estudiantil. La sociedad cambió, el Gobierno, tiempo después, tambiéndebió aceptar una mayor apertura política, aunque seguía siendo la nación de un solo partido. El Gobierno debió sofocar movimientos guerrilleros en Guerrero y en algunas de las metrópolis mexicanas.

En el último tercio de la centuria, especialmente después del terremoto del 85, hizo su aparición una nueva ciudadanía, máscrítica y participativa. El zapatismo en Chiapas también cimbró la estructura del poder.

Al final del milenio, los mexicanos no estaban dispuestos a firmar más un pacto de simulación con el Gobierno. El partido hegemónico fue derrotado en las urnas, aunque la alternancia no resolvió los problemas ni cambió la mala percepción sobre la política y los políticos.

Al iniciar el inicio del siglo XXI, crecieron los movimientos de género y los ligados a la defensa de la biodiversidad para convertirse en luchas centrales en una convicción de cambio. Pero, al mismo tiempo, aumentó el miedo provocado por la violencia del narcotráfico y por el abanico de delitos cotidianos del crimen organizado, y del desorganizado. Tristemente, el narco y la corrupción han echado raíces profundas y son parte del escenario natural de muchas ciudades y pueblos.

A Méxicotodavía le cuesta aceptar que es muchos Méxicos. La idea de patria se desgasta en el ámbitocívico y se expresa en realidades fragmentadas. No solo se trata de varios países en un solo, distintas épocasconviven en tiempo real. México combina varios siglos en su grado de desarrollo. Entre una población y otra, entre un barrio y el vecino puede mediar una centuria. Y, además, ese tiempo caótico no siempre gira hacia adelante, es una espiral con regresos permanentes.

Las nuevas, generaciones, las de las redes, prefieren mantenerse distantes de la política tradicional, construyen uno nuevo poder sin residencia real. La contundencia de lo virtual es adictiva. El planeta de las pantallas crea nuevas latitudes, correspondencias distintas y apegos diferentes. Para los habitantes de la red, no existe un enemigo permanente, prefieren combatir al culpable del momento con encono pasajero. En las redes, hay una frontera muy tenue entre la incredulidad y la inocencia, entre el coraje y la ligereza.

Mientras tanto, en el país vecino, los méxico-americanos y los mexicanos se han convertido en una suerte de nación, a un tiempo negación y espejo borroso de la nuestra, la de este lado de la frontera. Allá se ha diluido el sentido de pertenencia como bien moral, aunque no se olvidan las raíces y el idioma español representa una nueva fuerza de cambio. Allá no hay otro México, hay una visión nueva. El futuro de nuestro país, pasa por el tipo de interacción que se establecerá con los paisanos de aquel lado.

Nuestra historia es barroca, lo es también nuestro presente. Barroca como uno de nuestros siglos virreinales. Nos gustan más las espirales y vueltas que la línea recta. Y pese a ello, o quizá por ello, México ocupa un buen lugar en el Informe Mundial de la Felicidad de la Organización de las Naciones Unidas. Entre 155 países, el nuestro está ubicado en el vigésimo quinto sitio. La fortaleza de la convivencia comunitaria sigue siendo un factor determinante, apegada a calendarios tradicionales y a festividades tutelares. La desesperanza no es nunca nuestra bandera. El pintor Alfredo Zalce señaló: "Todo en México tiene para mí una fuerza secreta que me seduce. Su tradición y su esperanza en el futuro, la vida de su pueblo, la riqueza de su paisaje”.

Vienen a la mente también los versos de Alta Traición de José Emilio Pacheco: No amo mi patria./ Su fulgor abstracto es inasible./ Pero (aunque suene mal)/ daría la vida/ por diez lugares suyos,/ ciertas gentes,/ puertos, bosques de pinos,/ fortalezas,/ una ciudad deshecha, gris, monstruosa,/ varias figuras de su historia/ montanas/ (y tres o cuatro ríos).

Los mexicanos, sabiéndolo o no, de la mano de nuestra historia y con el presente como un desafío, vamos a votar para escribir el fragmento que nos toca en la línea del tiempo.