COLECTIVO CIUDAD |El Río Chiquito como paisaje cultural en Morelia

La construcción de colectores sanitarios marginales y sistemas de saneamiento de agua serán siempre insuficientes si siguen llegando las cantidades infames de basura y residuos sólidos desde todas las zonas habitadas aledañas, que empiezan a recargarse en la zona de Ocolusen y el Club Campestre de Morelia.

Héctor Álvarez Contreras

Resulta muy positivo para la ciudad de Morelia el saneamiento del Río Chiquito en el Programa Anual de Inversión de Obra Pública municipal de Morelia, como una de las prioridades a desarrollar, una de las obras “emblemáticas”. El Plan Municipal de Desarrollo 2021 – 2024 (PMD) le otorga una particular importancia a este sistema hídrico al catalogarlo como Área de Valor Ambiental (AVA); esto permite que se le considere objeto de la aplicación notable de recursos para su cuidado y rescate. El mismo PMD 2021-2024 alude que “Los sitios con menor aptitud en la valoración de las AVA (…) A pesar de encontrarse en gran medida impactadas por actividades humanas, estas áreas siguen siendo vitales para la captación e infiltración de agua, así como en la producción de alimentos. Las áreas próximas a los ríos y arroyos por su parte, fungen como corredores biológicos y como zonas de escurrimiento y ayudan a la prevención de inundaciones.” Es claro que este cuerpo de agua está más que “impactado por actividades humanas”, pues forma parte de la historia de la ciudad y ha tenido una fuerte relación con las sociedades que la han habitado, aunque lamentablemente, durante la mayor parte del tiempo de esta convivencia, los casi 25 kilómetros que comprende la trayectoria de su cuenca, solamente han servido de desagüe residual, de arrastre de basura y de vaso regulador de inundaciones, con muy poco éxito en este último rubro.

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Algunos académicos que han trabajado en investigaciones serias sobre el lugar, como Ricardo Pérez Munguía (UMSNH), Eleazar Arreygue-Rocha (UMSNH), Arnulfo Blanco García (UMSNH) o el colectivo académico representado por Patricia Ávila García (UNAM), así como el Consejo Estatal de Ecología, afirman en diferentes medios y publicaciones que la microcuenca del Río Chiquito forma parte de un sistema hídrico complejo y diverso, que comprende porciones geográficas que rebasan el área urbanizada en mayor densidad de la actual ciudad de Morelia, como la región de Ichaqueo, la zona de manantiales del poniente de la ciudad, las vertientes al Río Grande y la alimentación del complejo del lago de Cuitzeo.

Este complejo también comprende formas vegetales y fauna endémicas que suman la importancia del espacio ecológico. Es evidente la importancia de estos ramales hidráulicos y sus elementos para la fundación y desarrollo de Guayangareo – Valladolid desde su fundación en el siglo XVI, como abundan los textos dedicados a la historia de la ciudad. Seguramente en aquél momento, la presencia de tanta agua se consideró una virtud para la zona, aunque vinieron las crisis que dieron lugar a la construcción del acueducto en el siglo XVIII.

El crecimiento de la ciudad de Morelia ha afectado a todo el complejo, como se mostró a finales de la década de 1930 cuando se modificó su cauce original. La tendencia ha sido a reconducir y a servirse sin miramientos del agua del río hasta contaminarlo y hacerlo convertirlo en un vertedero de desechos. Desde hace unas cuantas décadas, el Río se ha convertido más bien un problema para la ciudad, que en una bendición natural. Pero como ha afirmado Ricardo Pérez, el río ha presentado “resiliencia y resistencia” ante el abuso y degradación del contacto humano.

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Los esfuerzos por la ciudad para sanear y hacer “habitable” la zona del Río Chiquito son encomiables; se suman a la nobleza del sistema natural para su subsistencia. Los proyectos eje para un parque lineal aspiran no sólo a sanear y a dignificar el sitio, a hacerlo partícipe de la dinámica vital de la sociedad contemporánea. En redes sociales se sostiene la opinión generalizada de que estos esfuerzos pierden importancia si no se sanea efectivamente y eficazmente el agua que alimenta al río.

La construcción de colectores sanitarios marginales y sistemas de saneamiento de agua serán siempre insuficientes si siguen llegando las cantidades infames de basura y residuos sólidos desde todas las zonas habitadas aledañas, que empiezan a recargarse en la zona de Ocolusen y el Club Campestre de Morelia. El colapso de la carpeta de pavimentos de asfalto o concreto en los tramos de la Avenida Solidaridad -que provocan los problemáticos “baches” no se van a solventar hasta que no se consoliden los taludes de la vera del río.

Es claro el interés de las autoridades y especialistas en atender este complejo como parte de un sistema vivo en la ciudad. El banco de proyectos que acopia el Instituto Municipal de Planeación (Implan) Morelia sobre el Río Chiquito, muestra propuestas fundamentadas y sólidas para atender varios de los problemas más fuertes que aquejan al Rio. Las recientes propuestas para las presas de las localidades de Coronillas y Jesús del Monte están en discusión en el ánimo muy bueno de subrayar si efectivamente son una solución a la carencia de agua y al destino del sistema ecológico del Río; la propuesta de especialistas y el CEE para una declaratoria federal como Área Natural Protegida exhibe una iniciativa de una gran importancia.

Los proyectos de rescate y rehabilitación para darle un destino de “parque lineal” al sitio son muy valiosos, pero ¿de verdad es importante para la vida natural del conjunto natural del Río Chiquito?; ¿Se podría considerar que más que el ánimo de intervención -aún con la mejor intención, siempre será invasivo y alterará las vetas vitales de un sistema complejo que existe por derecho propio?, ¿No será que el ánimo de autoridades, diseñadores urbanos y arquitectónicos apunte más a un protagonismo incluso histórico que a devolver al sitio un mejor lugar de equilibrio natural?, ¿No valdría la pena que, como ha afirmado el estudioso y experto del tema, Ricardo Pérez: “al Río Chiquito hay que sanearlo y dejarlo en paz”?.

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