Las contribuciones de Andrés Manuel del Río

En el Real Seminario de Minería de la ciudad de México impartiría su cátedra de mineralogía de 1795 hasta 1847, con algunas interrupciones, fecha ésta última en que inicia su proceso de jubilación.

José Alfredo Uribe Salas

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Andrés Manuel del Río Fernández nació en la ciudad de Madrid el 10 de noviembre de 1764 y murió el 23 de marzo de 1849 en la Ciudad de México. Fue heredero de la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII, que trajo nuevas ideas y conocimientos en física, astronomía, biología, medicina y química; se integró a la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX que introdujo la producción mecanizada y en serie; y viviría intensamente los principios de la Revolución Francesa de 1789 que remplazarían el concepto de súbdito por el de ciudadano. Esos tres acontecimientos sentaron las bases de la ciencia moderna, la producción capitalista y la constitución de los Estados modernos.

Andrés del Río fue uno de esos hombres que llegaron a Nueva España en los últimos años del siglo XVIII, contratado por el gobierno español para formar funcionarios mineros calificados en las artes de los metales; impulsar la investigación sobre los recursos minerales; y promover en los reales de minas del virreinato innovaciones tecnológicas que asegurasen la buena marcha de las explotaciones mineras y las finanzas del reino.

Había estudiado previamente en instituciones europeas de gran prestigio como la Real Academia de Minas de Almadén, España (1782-1783); l´Ecole Royale des Mines, Francia (1785-1786); Collège de France, Francia (1786); Bergakademie de Freiberg, Sajonia (1787-1789); Real Academia de Minas y Bosques, Hungría (1790); y desde entonces permanecería vinculado a las principales sociedades científicas internacionales, en las que circulaban y se discutían las nuevas teorías y paradigmas de las ciencias y de la tecnología.

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En el Real Seminario de Minería de la ciudad de México impartiría su cátedra de mineralogía de 1795 hasta 1847, con algunas interrupciones, fecha ésta última en que inicia su proceso de jubilación. Como profesor titular de la cátedra formó en sus aulas a un número importante de alumnos que contribuirían al desarrollo y consolidación de la mineralogía y de la geología mexicana en la segunda mitad del siglo XIX.

En ese arco del tiempo compaginó la docencia con sus trabajos de investigación y la traducción de manuales y tratados sobre Orictognosia, Geognosia, Geometría Subterránea y Geología; se desempeñó en diversas comisiones oficiales para el análisis de material fósil remitidos desde distintos puntos del territorio al Real Seminario de Minería; en la construcción de la primera máquina de columnas de agua para desaguar las minas de Moran entre 1799 y 1800; en el establecimiento de la primera ferrería industrial en la América española, ubicada en la región de Coalcomán (1805-1809); en la asesoría técnica a los empresarios poblanos de la industria de cerámica en la década de 1830; y en la comisión científica exploradora del Istmo de Tehuantepec, que elaboró el primer mapa geológico de la región en 1843, cumpliendo así con los objetivos para los que había sido contratado.

Lector de las grandes obras del pensamiento de su tiempo, que leía en latín, francés, alemán e inglés, asumió el pensamiento racionalista en una clara ruptura con la escolástica, y defendió el principio de que toda recepción de ideas, sistemas y métodos se traduce en un diálogo con las preocupaciones específicas de quien las implementa. Para Del Río no existe copia o pasividad, sino diálogo en la búsqueda por descifrar los misterios de la naturaleza a los que estaba abocado. Para él, el conocimiento de distintas concepciones filosóficas, científicas y tecnológicas alimentaba su espíritu y ensanchaba las posibilidades de observación de hechos, fenómenos y objetos físicos que eran todavía desconocidos o poco conocidos por la comunidad científica internacional. A él se debe el descubrimiento científico del eritronio o vanadio, como fue bautizado tiempo después (elemento químico 23 de la Tabla Periódica), y de la composición química de otras sustancias minerales de México que dio a conocer en el país y en el extranjero. En la segunda edición de sus Elementos de Orictognosia…, publicado en México en 1846, recordaba: “Así llamé yo eritronio a mi nuevo metal… pero el uso, que es el tirano de todas las lenguas, ha querido que se llame vanadio, por no sé qué divinidad escandinava; más derecho tenía seguramente otra mexicana, que en su tierra se halló treinta años antes”.

Pero fueron los encargos de desaguar las minas de Morán en el distrito minero de Real del Monte y el establecimiento de una ferrería en la sierra de Coalcomán, las que dejaron ver sus dotes y pericia en el diseño, proyección y ejecución de dos obras de ingeniería, una hidráulica y la otra industrial, las primeras de su género en el nuevo continente.

En ese rubro se conjugaron tres elementos: a) el interés económico de los dueños de minas; b) la capacidad del Estado español para generar o utilizar nuevos procedimientos técnicos y artefactos mecánicos que acrecentaran la productividad de las minas; y c) el conjunto de conocimientos y técnicas que poseía Andrés del Río, y que ordenados de acuerdo a un sistema científico, le permitieron diseñar y/o crear bienes y servicios que facilitaron su adaptación al medio ambiente, satisfacer las necesidades esenciales de la minería novohispana, los deseos del Real Tribunal General de Minería que lo comisionó y las suyas propias.

En ambos casos, Andrés del Río confrontó sus propios conocimientos e ideas con la observación y la experimentación, y sometió a duras críticas a distintos inventores europeos que se presentaban como expertos innovadores. El trabajo que realizó en las minas de Pachuca y en la sierra de Coalcomán llevaban la impronta, a decir de Joaquín Vázquez de León, de un “buen matemático, buen físico, excelente químico, celebre mineralogista, perfecto literato, sabio en el mundo, y ciudadano honrado y lleno de virtudes públicas y privadas”, que dio como resultado la creación de nuevos dispositivos, objetos, ideas o procedimientos para conseguir un objetivo humano. En el diseño y construcción de la bomba de agua y los altos hornos de la ferrería de Nuestra Señora de Guadalupe, introdujo cambios tanto en el diseño como en los procedimientos técnicos que hicieron de ambas empresas artefactos para mejorar y optimizar el desarrollo de procesos, servicios y productos.

En este punto es necesario destacar que el diseño y construcción de la bomba de columnas de agua y de la ferrería, fueron en gran medida el resultado de su propia creatividad, pericia y perfeccionamiento mecánico. En esa temporalidad, los procesos de innovación tecnológica que se estaban suscitando en el mundo occidental fueron en la mayoría de los casos el resultado de aprendizajes tecnológicos individuales con un bajo grado de interacción y complementariedad. Andrés del Río, en su desempeño como tecnólogo, transformó sus ideas y conocimientos en procesos, servicios y productos mejorados, en una época cambiante que involucraba ya, y desde entonces, el “tirón de la demanda” y “el empujón de la ciencia”.

Este “sabio”, como se le conoció en México, concretó por primera vez en Nueva España una tecnología propia para desaguar las minas y producir fierro. Ese proceso se inscribe en el ámbito de la innovación, en tanto que eran, desde luego, nuevas formas de llegar a metas determinadas. También es posible hablar de innovación en el sentido de que los artefactos producidos como los procedimientos técnicos, pusieron en práctica una nueva tecnología que llegó a explotarse comercialmente, aunque sólo fuera en un breve periodo de tiempo en el caso novohispano, interrumpido por la guerra de independencia. Lo que hizo Andrés del Río está en la base del cambio tecnológico que se concretaría décadas después a través de la transferencia de tecnología, y no del trabajo de invención e innovación que él había emprendido.

Andrés del Río se opuso a la creencia cada vez más extendida que existía una ciencia hegemónica al otro lado del Atlántico. En su ejercicio profesional en Nueva España (1795-1821) y en México (1821-1849), sostuvo que también en estas latitudes se hacía ciencia, aunque sus condiciones sociales fueran diferentes a las de otros países que habían alcanzado un mayor tejido científico. Del Río logró probar que tanto el conocimiento como las innovaciones tecnológicas, su originalidad y eficacia, eran el resultado de un entorno histórico y su contexto cultural que determinaba su progreso. Este científico hispano/mexicano tuvo en esa época de cambios revolucionarios un papel protagonista en el avance de la ciencia y en la innovación tecnológica, tan grandes o pequeños como un individuo puede tenerlos.

jausalas@gmail.com