Abrazos, no balazos

El gobierno tiene toda la capacidad operativa para desarticular al grupo criminal que sea. Pero está más que claro que la ofensiva va en otro sentido.

La Voz de Michoacán

Nada podía ser más claro en la política de “abrazos, no balazos” del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

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Lo que ocurrió en Múgica nos esboza justo su esencia. Se acabaron las guerras con muertes incontables, aunque a diario se sigan contabilizando muertos por esa guerra que a diario se libra en las calles del país.

No más cacería de criminales, porque también gozan de derechos humanos, aunque ellos actúen al margen de la ley. Y tiene razón. Al fin, tienen derechos hasta que se les finquen responsabilidades.

Es preferible en esta política federal huir, y quizá hasta ser juzgados por la sociedad, con las implicaciones que amerita el caso, que propiciar el derramamiento de sangre.

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Quizá México estaba acostumbrado a la lucha frontal contra el crimen organizado, que hoy siga siendo incomprensible esa nueva estrategia del gobierno de la 4T.

Habrá detractores y defensores, como en todo. Lo cierto es que en esta lucha contra el crimen organizado aún hay una enorme deuda para la sociedad, y esto va más allá de gobiernos.

A diario, familiares siguen enlutando, ya sea porque directa o indirectamente han sido perjudicadas por esa incesante violencia que no se frena por ningún motivo. Ni por más abrazos que se lancen.

Y es obvio que no es una ofensiva de abrazos la que se inició. El fondo de todo esto es la reconstrucción del tejido social –que parece trillado pero que es la principal causa que se atiende-.

Mientras se discute si es la mejor o no, el país sigue sumergido en una profunda crisis, que ni con balazos podría frenarse. La inseguridad sigue ganando terreno, y esto no quiere decir que el gobierno no pueda.

El gobierno tiene toda la capacidad operativa para desarticular al grupo criminal que sea. Pero está más que claro que la ofensiva va en otro sentido. Correcta o no, el tiempo y la historia la juzgará.