Aguililla, sobrevive

De manera acelerada, los grupos de la delincuencia que viven en plena confrontación están “ganando” nuevos territorios.

La Voz de Michoacán

Lo que está ocurriendo en Aguililla no debe tomarse con ligereza. Lo que se ha hecho no ha sido suficiente para devolver la paz. Su comunidad, el pueblo que valientemente se ha quedado a cuidar lo suyo a pesar de la violencia imparable, está en medio de esa crisis que parece prolongarse ante la ausencia de las instancias que pueden hacer valer la ley y enfrentar a los grupos criminales que disputan el control de la plaza.

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De manera acelerada, los grupos de la delincuencia que viven en plena confrontación están “ganando” nuevos territorios, lo que hace suponer que esta guerra sin cuartel aún tiene para mucho. El presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció visitar este municipio, y el pueblo está consciente que la paz puede regresar de manera momentánea, sin embargo, esto de ninguna manera resuelve su origen. ¿Y después?, lo mismo de siempre.

Si bien el gobierno del estado niega que los habitantes se hayan quedado incomunicados durante el fin de semana, los sacerdotes –con quienes se refugian los pobladores- muestran esa realidad desde el lugar de los hechos. Visto con simpleza, no tiene solución a corto plazo lo que está ocurriendo. Si se va al fondo, es probable que influyan varios factores que evidentemente no se resuelven de la noche a la mañana.

La realidad es muy clara: Aguililla está a mercede de grupos ajenos a la ley. Difícilmente se puede transitar hacia este municipio. Hay presencia parcial del gobierno a través de convoyes de policías, que en nada compiten con los poderosos equipos de guerra de los grupos criminales que se desplazan sin contratiempo alguno por las serranías, y por los mismos caminos estatales que comunican esta región que se resigna a vivir entre “el plomo”.

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Es imposible pensar que se puede gobernar este municipio, pues lo que impera justamente es la ingobernabilidad, o el poder está en manos de otros. Urge contundencia del gobierno para rescatar a los cientos de familia que siguen ahí por una u otra razón. Los que desde afuera ven la problemática reconocen la gravedad, o lo difícil. ¿Se imagina quienes tienen que sobrevivir desde adentro?

¿Cuántas visitas más del enviado del papa Francisco serán suficientes? No sólo para reconectar el municipio, sino para que la fe entre sus pobladores se pueda renovar. Es difícil, muy difícil lo que está ocurriendo. Al final, la fe es lo último que muere, y esa sigue prendida, con la esperanza de que en algún momento las cosas puedan volver a una normalidad que ya no será la misma de hace unos años.