Jaripeos como los de antes

La idea fue revivir los momentos del jaripeo cuando evolucionaba de los espectáculos de montas al cajón, a la jugada de lazos con toros bravos y a caballo.

Gonzalo Reyes

De nueva cuenta se ha pretendido regresar a la celebración de los jaripeos con el carácter tradicionalista y con la esencia que forjó la gran época de las montas de toros, cuando esta acción representaba una cuestión de honor. Por tal motivo, hace varios años que no he asistido a la celebración de una jugada de toros al estilo del cajón, donde el aspecto musical acapara las titularidades.

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Recuerdo el año 2017-2018 cuando cubríamos y realizábamos el programa Voces del Jaripeo, producido por La Voz TV. Estábamos presentes en cada tarde de montas de toros, sobre todo en los ruedos grandes donde se jugaba al estilo antiguo y a caballo, a los toros bravos. Aunque teníamos que cubrir las incidencias del espectáculo que ahora es el jaripeo protagónico y musical de cajón.

Posterior al año 2018, la función que desempeñaba como gestor de los jaripeos en los que participaba no me permitía disfrutar de las incidencias, ya que estaba pendiente de cumplir con los requisitos que las autoridades contemplan para el desarrollo de estos espectáculos. Así, al llegar la pandemia del 2020, la ausencia en los ruedos para mí fue total. Durante estos últimos cuatro años, he asistido solo a algunos jaripeos, como uno en Chiquimitío, donde me invitaron como juez en un torneo de toros bravos, y luego a San Bartolo Pare, en "la reunión de las leyendas del jaripeo".

En el 2022, acudimos a una jugada en la plaza Monumental de Morelia, con toros bravos. Y la cuarta asistencia fue el 21 de mayo del 2023, al evento donde se mostraron los dos estilos de jugar a los toros, primero con los bravos a caballo y de suelo, para cerrar con las montas a cajón de toros. Fue la ocasión para reconocer la trayectoria de personalidades que, con más de 30 años, hemos trabajado para que las incidencias del espectáculo sigan en su curso y aceptación del público.

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Fue una tarde agradable. Vinieron los reconocimientos en el ruedo, donde saludamos a grandes personalidades que han trabajado a la par. Al estar ubicados en el lugar donde se nos honró para la distinción, compartimos el privilegio entre una docena de quienes hemos dado algo o mucho por el espectáculo, al hacernos recipiendarios de un significativo trofeo en reconocimiento.

La idea fue revivir los momentos del jaripeo cuando evolucionaba de los espectáculos de montas al cajón, a la jugada de lazos con toros bravos y a caballo. Ya han pasado 30 años desde que nos dieron la oportunidad de mostrar y anunciar toros de casta para jugarse al estilo antiguo, sin pensar que la jugada de aquel tipo primigenio de jaripeos tomaría otro matiz y distinta forma de interpretar el jaripeo actual. Es perceptible que el tipo de público, así como de protagonistas y de realización de actividades, es muy distinto uno de otro. Es decir, quien gusta de las montas a cajón no concuerda en la jugada a caballo y viceversa, pero el jaripeo es jaripeo, sea uno u otro estilo.

Las montas a cajón evolucionaron de las jugadas a caballo, cuando tenían que derribar a los toros para poder montarlos. Después hicimos el intento de regresar a los caballos al jaripeo, pero con toros bravos cuando el cajón era el centro de la atención. Así fue como se generaron dos estilos del festejo y espectáculo de montar los toros, pero con la misma esencia, que es el festejo ranchero, lo tradicionalista con el uso del caballo para poderlos derribar y montarlos.

Lo hicimos e intentamos hace tres décadas con toros bravos, lo más parecido al jaripeo ranchero tradicional, de donde derivó el espectáculo donde se adueñó el cajón de las emociones, el cual es donde entran para su monta toros poderosos que necesariamente no tienen que ser bravos.

Ahora, en alusión a la evolución del jaripeo con caballos, cuando su realización y acciones las consumaban la misma gente del campo y que montaban tanto por el premio que pagaban a la queda del toro, como por un honor de superioridad y dominio sobre el ganado. A finales de la década de 1970 y en los 80, esos jaripeos evolucionaron en la plaza Monumental de Morelia, cuando ya habían cobrado fascinación en los estados donde se practica esta actividad tradicionalista de las montas.

De Guanajuato, Morelos, Guerrero, lo que fue el Distrito Federal y Estado de México: desde aquellos lugares se conformaba una selecta afición que acudía con regularidad cada domingo a la gran plaza moreliana, donde se producía un acontecimiento que en los pueblos solo se veía una vez al año en los días de sus fiestas públicas y en forma gratuita, por exhibición a las habilidades sobre el trabajo ganadero que realizaban los hombres del campo de aquellas demarcaciones.

Pero en Morelia, había que pagar para entrar a un espectáculo de estos y a una plaza de dimensiones gigantescas que en nada le podían competir aquellos corrales de reconocimiento o lienzos y plazas de las regiones camperas y en Morelia, además, ya no montaban a los toros solo por el gusto y honor de hacerlo, pagaban al que aguantara montado sin caer, tras la violencia de los toros en los reparos.

Así como llegaba afición de todos los estados, vinieron por igual sus jinetes que los representaban y las tardes domingueras de jaripeos en Morelia se convirtieron en épicas verbenas de folclore, tradiciones y emociones encontradas, de peligro y de fortuna para unos cuantos valientes que a costa de sus vidas les dieron intensidad a los jaripeos de La Monumental, los que al paso del tiempo fueron tratando de imitar en los estados de donde vinieron los que fueron pioneros del buen jaripeo.

Grandes precursores conformaron una inmensa lista de jinetes que, en el ruedo de la gran plaza de Morelia, se esforzaban por lograr afianzarse en los lugares de predilección. Así ganaron un lugar en la historia del tradicional jaripeo que aún se recuerda y que forjó un sinfín de hombres legendarios que, por su decoro, desafiaban toros de jerarquía. Iban a las fiestas que los domingos se hacían con motivo de los espectáculos de la gente del campo.

El mejor toro siempre para los encumbrados y con los premios más escandalosos, esos fueron los ejemplares que le ponían al desafío un sabor especial y que antes que lo económico, su orgullo y nombre ponían en juego. Don Salomón Rojas fue el icono y, a la fecha, de todos los tiempos se encumbró en los jaripeos de la Monumental y de ahí a todas las plazas que se empezaron a abrir con el estilo moreliano por los estados del sur.

En donde siempre y a la fecha han tenido palabras de admiración para “El Centauro del Bajío” don Salomón y por lógica queríamos verlo arriba de los toros que les causaron problemas a todos los jinetes de su época, ejemplares como El Látigo, El Mole, Resorte, Alacrán: el jinete insignia del jaripeo les quedaba; las tardes de apoteosis fue cuando en tres ocasiones logró quitarle la fortuna que defendía el más grande de los toros de todos los tiempos El As de Oros, de Huandacareo.

Todo esto en torno a la vorágine de acontecimientos deslumbrantes de expectación en la plaza de Morelia, cuando este ejemplar comenzaba su carrera rumbo a las más grandes esferas. Después, no había jinete que pudiera con este ejemplar. El toro estaba en su mejor momento y todo el público expectante por “El As” que ya había causado tres decesos en la Monumental y defendía la fortuna de diez mil pesos a quien le quedara. Salomón Rojas, se decía, era el único que podría con él pero los demás intentos entre la expectación de diez mil personas presentes fueron triunfos para el toro.

Fueron dos carreras fulgurantes, la trayectoria del toro tumba jinetes, El As de Oros y la del Centauro del Bajío, siempre se respetaron y tuvieron espectaculares encuentros en otras plazas, donde forjaron una leyenda aparte cada uno de ellos; El toro arrasando con los máximos jinetes y Salomón quitando los premios más escandalosos a los toros insignia. Lo vi montar al As de Oros y se dice que se vio fenomenal ante El Toro Nuclear de Pedro Gaviña, en agarrones de escándalo, como lo fueron contra El Acordeón de La Meseta Tarasca, que también lo viví. Y sobre El Kalimán de don Audón Esquivel; tanto en Guanajuato, como en Morelos y aparte de en la Monumental, en varias plazas michoacanas que ya confeccionaban los jaripeos de paga como los hacían en la catedral del jaripeo.

Los 4 fantásticos, así recordados en cualquier plaza del país estos toros mencionados, fueron el sinodal de quien resultó el maestro de los jinetes, se les quedó a los cuatro y eso hizo que su fama se elevara al estrellato, las multitudes lo aclamaban y lo siguen haciendo y es mención aparte su nombre; don Salomón Rojas, fue, ha sido y será el jinete del jaripeo mexicano más aclamado: y tubo la dicha de montar al cajón después de toda su trayectoria triunfal jineteando de

suelo.

Se retiró a tiempo, como los grandes, los accidentes no faltaron, se fracturó huesos y perdió un ojo en una batalla peleadísima contra los toros, hizo fortuna y se dedicó a la ganadería y la agricultura, ha sido objeto de homenajes en cuanta plaza lo invitan y es el ejemplo de superación de cualquier jinete, ya que forjó una gran afición al jaripeo del bueno; ahora en estos momentos la salud del Centauro del Bajío, ha desmejorado, se ha resentido al paso del tiempo pero los cuidados médicos y la atención de su familia, lo harán salir adelante,  ya que donde sea que hay  jaripeos quieren verlo en presencia y la verdad que es un gran privilegio tenerlo presente aún entre nosotros y será mejor verle rebosante de vitalidad, como esperamos muy pronto tenerlo de nueva cuenta y que La Laja, en el municipio de Celaya, siga siendo el referente de que ahí vive y nació el mejor de los jinetes.