Cámara lenta

Una batalla contra el orden de cierta cordura social y de control psicológico parecía la consigna de ese músico de bigote bicolor del cual todavía no se advertía el alcance de su peculiar forma de enloquecer y componer.

Gustavo Ogarrio

Todo estaba vacío…vacías las calles, los cines, los parques. No sabía que esos silencios eran también una promesa, una predisposición casi atroz al estallido que vendría después; un presagio de primeras tempestades. El rock progresivo se entrelazaba sutilmente en los tocadiscos con el folk y la canción de protesta -marcados por la resaca post-beatle que campeaba por el mundo-, las voces conceptuales que venían de Estados Unidos y de Inglaterra se ramificaban en bandas latinoamericanas que se buscaban en ese género musical, o en el rock sinfónico, de una manera oblicua y casi épica: las voces armónicas se anudaban por primera vez en los sintetizadores y en guitarras más sofisticadas y extensas que cambiaban la velocidad de lo cantado hasta entonces; a veces se cantaba en español, otras tantas en inglés, pero en ese bilingüismo se jugaban también las posibilidades culturales del rock a nivel regional, nacional y subcontinental. Visto desde la trampa del presente, tengo la sensación de que a finales de los años 70 del siglo pasado había un desierto: eran lánguidos, o con velocidad propia, la búsqueda y el intercambio de acetatos, las sesiones para escuchar discos en el infinito psicotrópico, porque el gran ausente era “el rock en vivo y en directo”. La cámara lenta del pasado.

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¿Contra qué o contra quiénes nos hacían pelear las canciones de Charly García? Su música estremecía por sus letras y por sus giros marcados siempre por la presencia de un piano transversal que se dilataba entre el folk y las armonías de sus guitarras, la música clásica pasada por el oído absoluto de Charly, el rock y hasta el tango y la música de carnaval como el candombe. Una batalla contra el orden de cierta cordura social y de control psicológico parecía la consigna de ese músico de bigote bicolor del cual todavía no se advertía el alcance de su peculiar forma de enloquecer y componer.