CANTO AGÓNICO

Los baladistas también envejecen y se despiden.

Gustavo Ogarrio

¿Cuál es esa actualidad moribunda de la balada romántica? ¿En qué canciones podemos escuchar el canto agónico de una sensibilidad cursi que lucha por no extinguirse? “Poco a poco” y “Siempre” son dos temas cantados por Mijares que (siempre intérprete, casi nunca letrista), por ejemplo, recrean la melancolía tremendista de una era que, entre más se aleja, menos se parece a las emociones contemporáneas del melodrama actual, en franca metamorfosis que deja de pasar hegemónicamente por la misma balada: “poco a poco todo se transforma en nada”. Emmanuel domina por completo esta perspectiva de contemplación retrospectiva y, además de cantar, también compone una parte importante de sus piezas más importantes: al menos desde 1977, con el disco “Amor sin final” o desde 1980, con el álbum “Íntimamente”, el cantante de “Si ese tiempo pudiera volver” -un tema de acentos mucho más trágicos, sin dejar de ser melodrama, que el común de los baladistas románticos de aquella época- también subyuga a un “público” que lo escucha como el precursor de todo un estilo de cantarle al amor y al desamor, ese maniqueísmo casi luciferino del melodrama contemporáneo.

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Los baladistas también envejecen y se despiden. Sus finales felices nos dejan una lección encubierta en su condición de mundo al revés: no habrá finales felices para nadie, ni redención que detenga el tiempo de lo trágico sin melodrama; la felicidad es algo que acontece solamente como hecho contundente y como redención en las canciones de la balada romántica que también, a su manera, se extingue en las evocaciones nostálgicas de quienes las empuñaron para sobrevivir a la catástrofe del amor romántico, entendido este último casi como impostura emocional de toda una época.