El lado de la sombra

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Gustavo Ogarrio

En un cuento que pertenece ya a la edad satírica de la narrativa del escritor argentino Adolfo Bioy Casares (1914-1999), “El lado de la sombra” (1962), el punto de partida es un hecho de navegación narrado en primera persona del singular: “Tan acostumbrado estaba a los crujidos de la navegación, que al despertar de la siesta oí el silencio del buque”.

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El narrador baja del buque para internarse en una isla que le recuerda “factorías donde nunca estuve, parajes de novelas de Conrad”. Al bajar del barco, el narrador cruza al “lado de la sombra” que se va volviendo absurdo al encontrar a su viejo amigo Veblen, quien le cuenta su tormentosa y también imprecisa historia de amor con Leda, una visión también improbable que plantea narrativamente el problema de la duplicidad: “Los azares del viaje me revelaban, quizá, que había varios ejemplares de una misma cara, perdidos por el mundo”.

En “El calamar opta por su tinta”, Bioy Casares lleva su narrativa satírica a una conjugación de géneros literarios que se antoja imposible. Un falso relato de costumbres, una crónica de pueblo, escrita también en primera persona por un “docente” y “periodista” de la comunidad en la que va a ocurrir un hecho inverosímil, pero también casi incomprobable: un ser de otro mundo cuya figura jamás es vista por ese “nosotros” prejuiciado y murmurador del pueblo, una sociedad que pone al límite su capacidad de acción y especulación y que nunca se atreve a entrar al corralón de don Juan Camargo para descubrir al extraterrestre.

Un cuento modulado por el acento discreto y estratégico de un relato de ciencia ficción que culmina satíricamente como una moraleja, con su falso e irónico poder moralizante: “Cuántas Américas y Terranovas infinitas perdimos esta noche”, exclama el narrador del cuento al final.

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