Kundalini

La poesía de Mondragón puede ser entendida también como una de las herencias del Modernismo mexicano

Gustavo Ogarrio

Desde el primer poema de Sergio Mondragón, “Kundalini”, de su primer libro, “Yo soy el otro”, es claro el universo referencial de las fuerzas espirituales que van tomando su lugar en ese mundo empírico que también se va abriendo paso, de manera todavía muy discreta, en la enunciación: “kundalini, serpiente enroscada en la columna de un templo derruido en el desván del sueño, rumorosa cabellera perdida en mis aljibes, tu agua dorada lame las barbas del macho cabrío que rumia doblado en las alcobas / kundalini, vellón de oro que descansas en el pecho de mi jardín, astillo de hueso humeante, dura madera de los bosques sobre el río, rio de amianto que te precipitas amarillo por tu camino enjoyado”.

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La perspectiva que unifica su obra es la de este movimiento espiritual que es muchas veces metafísico, místico si se le quiere ver desde la tradición poética oriental y bajo la cual Mondragón es uno de sus más destacados internacionalistas, que conjuga la tradición mexicana de poesía con su amplio dominio de la poesía y la cultura japonesas. Sin embargo, esta poesía adquiere plenitud figurativa gracias a que esta vocación mística se apropia de un universo que tiene sus momentos empíricos, rutinarios, ligados absolutamente a una experiencia que ocurre en los otros y en lo otro, en el “camarada de mi orfandad”, en el “llanto inmemorial tras los helados zaguanes”, como se puede leer en el poema “Conjuración del otro”.

La poesía de Mondragón puede ser entendida también como una de las herencias del Modernismo mexicano, esa revolución de modernidad que articuló imágenes y figuras poéticas cuya “voluntad de mundo” estableció las alianzas necesarias para ampliar el torrente de la poesía hispanoamericana y hacer suyas versificaciones y perspectivas de otras tradiciones, como la japonesa.

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