TRECE AÑOS ETERNOS

Era el domingo el día que mi padre estaba en casa.

Gustavo Ogarrio

Chabelo “detiene” voluntariamente su edad a los 13 años. Entre la infancia y la adolescencia, Chabelo utiliza ciertos pasajes autobiográficos para identificar los rasgos del personaje que se niega a crecer. En una entrevista profundamente complaciente y en clave melodramática con Adela Micha, Chabelo afirma que a los 13 años dejó de crecer para que la libido corriera libremente a la velocidad de las mercancías anunciadas: “el personaje me ha dado la oportunidad de deshacerme de todos los deseos reprimidos que no pude llevar a cabo cuando era realmente niño. ¿Un berrinche? Si yo hubiera hecho un berrinche en mi tiempo me hubieran matado a golpes; sin embargo, ¡hago unos berrinches con Chabelo que no se los acaba nadie!”. Xavier López Rodríguez juega con los privilegios de la doble identidad que se confunde inducidamente, alterna su voz grave de adulto mesurado con la ficción infantilizada de un tono chillón que representa estereotipadamente a la infancia misma; al mismo tiempo deja ver el esquema represivo que le da origen a su noción armoniosa de familia. De padre autoritario, en su niñez, Xavier López disfrutaba los domingos en la mañana de meterse a la cama de sus padres y emblematiza este breve momento de felicidad familiar como el origen de su representación melodramática de la infancia que se extiende a toda la sociedad mexicana para homogeneizarla emocionalmente: “Era el domingo el día que mi padre estaba en casa. Y mi mayor felicidad era levantarme de la cama e irme a meter en la cama con mis papás. Y descubro que, en este país nuestro, cuando yo ya llegué a los 13 años, como estoy ahora, pues sigue siendo lo mismo: los niños de México siguen encontrándole un gran placer en poderse meter a la cama con sus papás y prender la tele”.

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