CIUDAD POSIBLE | Bullying en el paraíso de las bicicletas

Yo iba en bicicleta (con mi hijo pequeño sentado en un portabultos en el manubrio). Si usted ya siente la necesidad de darme clases sobre inseguridad vial, le pido espere un poco.

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Inés Alveano Aguerrebere

No estoy en México. Se supone que este país es uno de los mejores lugares para andar en bicicleta del mundo.  Tanto dentro de las ciudades, como fuera de ellas, hay caminos (exclusivos o compartidos) amigables con los trayectos en este medio.  Y a pesar de eso, esta semana tuve un altercado con un automovilista.  

Yo iba en bicicleta (con mi hijo pequeño sentado en un portabultos en el manubrio). Si usted ya siente la necesidad de darme clases sobre inseguridad vial, le pido espere un poco.  

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El hombre condujo su vehículo hasta acercarse demasiado a nosotros (de sobra sé, que las intenciones cuando hacen eso, es que yo me quite de “su” camino).  Según mi propia experiencia, haberme “apretado” contra los autos estacionados para hacerle espacio para que pasara, nos habría puesto en riesgo, así es que avancé un poco más, confiando (ilusa de mí), que esos 5 o 10 metros de más que yo necesitaba para dejarlo pasar con mayor margen de espacio, no le serían una eternidad.  Y me equivoqué. Dos segundos más, ya me estaba pitando. 

En México, quizás habría respirado profundamente, y habría ignorado su bullying. Cuantas historias no hemos escuchado, de gente que saca una pistola y te mete unos plomazos con cualquier excusa.  Pero tomé la decisión de mostrarle el dedo de en medio.  El hombre (de entre 20 y 30 años de edad) detuvo su auto.  No recuerdo exactamente qué fue lo primero que me dijo, pero los gritos llendo y viniendo giraban en torno a él intentando darme clases de seguridad vial, y yo mostrándole que era un absurdo que sí tenía prisa, hubiera elegido detenerse para darme un sermón. 

Calculo que estuvimos ahí unos 2 minutos.  Los autos atrás de nosotros se empezaron a apilar (en total dos, para ser sincera… y a ninguno se le ocurrió pitar).  El señor enojadísimo porque una dama le había mostrado el dedo de en medio, y yo, frustradísima de que aún en el paraíso de las bicicletas, hubiera una persona en auto, que creyera que la calle es suya, y que tiene más derecho que yo.  

El señor, como quizás varias personas que ahora me leen, cree que es peligroso que una persona lleve a su niño en bicicleta, en un lugar distinto a una sillita.  Y ciertamente, hay el riesgo de que caiga y se lastime una pierna, un brazo, el codo, o incluso la cabeza.  Pero eso equivaldría a un accidente de una niña o niño jugando con su bicicleta.  Sin embargo, si algo ha puesto en riesgo las vidas de las personas que se trasladan en bicicleta, son precisamente los vehículos circulando demasiado cerca (y a mayor velocidad).  Los autos son un arma en potencia.  Ya sea que atropellen y lancen como proyectiles a personas a pie o en bicicleta, o que les pasen por encima.  

No tuve oportunidad de decírselo al holandés, pero que este espacio sirva para mostrarle a usted, lo que he aprendido de dos amigos que fueron conductores de autos de carreras: 

Andar en bicicleta no es en sí peligroso. Lo que es de alto riesgo, es que los vehículos circulen demasiado cerca y/o a más de 30 km/hr cerca de las personas en bicicleta. 

Dejemos las lecciones de seguridad vial, a las y los expertos en seguridad vial.