CIUDAD POSIBLE | Transportistas: entre bomberos no nos pisamos la manguera

Soy usuaria del transporte público en Morelia y a veces me parece que los conductores de combis y camiones se ponen la soga al cuello con algunas de sus conductas

Inés Alveano Aguerrebere

Dice un refrán que “entre gitanas no nos leemos la mano”. Hoy me quiero referir a los choferes del transporte público. De entrada, sepan que estoy de su lado. Si ustedes buscan llevar el pan a su mesa, los entiendo perfecto. Deseo que ustedes estén bien. Anhelo que tengan buenas condiciones de trabajo. Sueño con que cuenten con seguridad social con acceso a créditos para vivienda, y también servicios de atención a la salud. Deseo que tengan una calidad de vida de primer nivel, y bienestar para su familia.

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Soy usuaria del transporte público en Morelia y a veces me parece que los conductores de combis y camiones se ponen la soga al cuello con algunas de sus conductas. Sobre todo aquellas que se refieren a la seguridad, calidad, y amabilidad en el servicio.

Quizás crean que los y las clientas no lo notamos. Y es posible que con algunas personas tengan razón. Debe haber muchos usuarios que se conforman con el servicio (que no imaginan otras posibilidades), pero hay otros muy atentos a sus fallas.

En Morelia, algunos van a vuelta de rueda al salir de su base, esperando que se junten en el camino más usuarios. Cuando se dan cuenta de que ya (casi) los alcanzó la siguiente unidad, aceleran y manejan como alma que se lleva el diablo. Muchos van distraídos en su celular. Como consecuencia de la velocidad y/ó la distracción, varias unidades han chocado ó volcado. Otros suelen arrancar a penas se sube el pasaje. Más de una persona habrá sufrido sintiendo que se cae o deteniendo a otra para no ser aplastada.

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Las críticas y cláxones desde los automovilistas también llueven. Muchos se quejan –con razón- de que el transporte público hace parada en cualquier lugar. Al inicio, a mitad y al final de cada cuadra. 20 metros después de que un usuario bajó, ya están bajando otros. Se puso en verde el semáforo, pero la combi ya se paró antes de cruzar, para subir a tres personas. En muchas ocasiones he notado que se paran a bajar o subir pasaje pasando la avenida y entorpecen el tráfico. Y se estorban unos a otros (lo he visto en las paradas en donde frecuentemente coinciden unidades de varias rutas). Se detienen al inicio del espacio, pudiendo hacerse hasta adelante, para dejar lugar para otra unidad. A tanto llegan sus enemistades, que me ha tocado verlos irse gritando.

Pero más que criticar cada cosa que están haciendo mal (porque debo reconocer que también me han llevado segura, puntual y de buena manera a mi destino), quiero resaltar que se están ganando mala reputación. O están empeorando la que ya tenían. Si muchas personas solamente están buscando tener mayores ingresos, para poder comprarse un auto, es básicamente porque tienen la creencia de que sus traslados serán más cómodos, rápidos y seguros. Me preocupa eso, y a ustedes también debería preocuparlos. En León, Guanajuato, la organización de transportistas estima cuántos usuarios pierden cada año por diversas razones. Y trabajan para lograr mantener su clientela.

Dice otro refrán, que entre bomberos no nos pisamos la manguera. En lugar de estar afectando a sus compañeros choferes (y la reputación del transporte público) con prácticas desleales, busquen en sus asociaciones maneras de brindar un servicio de primer mundo. Busquen que sus líderes gestionen mejores condiciones de trabajo, por ejemplo, consiguiendo carriles exclusivos en zonas de alto congestionamiento vehicular en horas pico. Aspiren a que la ciudad les permita hacer los trayectos más rápidos, cómodos y seguros que en automóvil.

¿No sería benéfico para la sociedad? ¿Cuánto mejoraría la movilidad de todos? Visualicen un futuro próximo en el que líderes, empresarios y trabajadores en lugar de perder clientes, ganan usuarios, a la par que mejores ingresos y condiciones de trabajo.