La madre de todos los inventos

Definitivamente, mi vida de madre trabajadora, no sería la misma sin la bicicleta.

Inés Alveano Aguerrebere

La rueda, la luz eléctrica, los paneles solares, las vacunas, la penicilina, las computadoras, electrodomésticos, aviones, televisión, internet, Wifi, alimentos procesados... Podríamos pensar en muchos grandes inventos que han revolucionado a la humanidad en nuestra Era. Esta semana que fue día de la madre, quiero recordar que Susan B. Anthony dijo que la bicicleta ha hecho más por la emancipación mujer que cualquier otra cosa en el mundo. Y aunque había escuchado la frase, nunca había pensado realmente su trascendencia en mi propia vida.

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Gracias a la bicicleta, desde los 18 años llego puntual a lugares a donde el servicio de transporte público no es confiable, y cuando no tenía recursos para un auto particular. Gracias también a ella no me afectan las tomas de avenidas y manifestaciones. Gracias a la bici mis hijos siempre llegan a tiempo a la escuela, de buen humor y con la atención abierta.

Es debido a que ando en la bicicleta, que mis trayectos están llenos de saludos, caras que se empiezan a hacer familiares, olores a pan, a tierra mojada, a comida recién hecha, a árboles frutales, a huele de noche. Sean 20 minutos, o media hora, mis traslados en bici urbana o eléctrica me dan la energía para empezar mi día laboral. Además, garantizan que yo cumpla con el ejercicio diario recomendado para mantenerme con salud.

Mi velocidad se parece más a un paseo que a una carrera, por lo que –aunque involucra ejercicio físico- rara vez llego sudada. Disfruto mis trayectos y cada vez encuentro cosas nuevas. Ocasionalmente me topo con algún automovilista malhumorado, pero he aprendido que su frustración, aunque esté dirigida hacia mí, no es realmente con mi persona.

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De regreso del trabajo, mi paseo en bici es mucho mejor que ir encerrada en una caja de metal, cuya velocidad promedio depende de la cantidad de vehículos circulando. Tan solo de pensar en esa prisión, mi indecisión en los días en que amanezco con pilas bajas se convierte en disciplina. Digamos que muchos días me muevo en bici sobre todo para huir del tráfico.

Definitivamente, mi vida de madre trabajadora, no sería la misma sin la bicicleta. Pero he de hacer una aclaración. Mi vida no sería la misma si mis condiciones socio-económicas me hubieran obligado a vivir lejos de mis ocupaciones cotidianas. En ese caso, no habría podido adoptar la bicicleta en mis traslados diarios. Tanto por las distancias, como por la falta de infraestructura segura. Mi vida en bici es relativamente fácil porque la configuración de la ciudad (viviendo dentro del periférico) me lo permite. Para mí, andar en bici como el principal medio de transporte (también tengo auto, y a veces me muevo en combi o camión) me significa una mejor calidad de vida, un ahorro, una experiencia diferente, mantener la salud, un menor estrés, etcétera. No imagino una vida de madre trabajadora, sin mi bicicleta. Sencillamente no me quedaría tiempo para ser yo misma.

Pero he pensado en muchas mujeres que son madres y manejan automóvil en la ciudad. Sus hijos e hijas no conocen otro medio más allá del carro. Para estas familias, lo normal es ser moverse de un lado a otro en ese medio aislante y enajenante. No culpo a las mamás que son choferes de tiempo completo. Existen muchas razones importantes por las que hoy en día, los mexicanos y mexicanas eligen el automóvil privado como único medio de transporte.

Para que más mujeres pudieran adoptar a la madre de todos los inventos en su vida cotidiana, no sólo se necesitan convicción, disciplina y ciclovías, sino vivir cerca (o sea, políticas exitosas de vivienda céntrica). Porque como dijo Onésimo Flores, “techo y acceso van de la mano”.