La riqueza está en el aire

De unas décadas para acá, el diseño urbano centrado en la producción de vivienda barata ha implicado que algunas poblaciones se extiendan infinitamente.

Inés Alveano Aguerrebere

Quería empezar el texto de hoy afirmando que Somos un país pobre y mal administrado. Pero eso hubiera implicado una visión crítica y pesimista. Y mi idea más bien es optimista y de mostrar buenas prácticas internacionales. Creo en el potencial de las ciudades mexicanas. Y la pobreza bien se podría cambiar siendo mejores administradores. Hablo en particular de los municipios.

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Caso 1: De unas décadas para acá, el diseño urbano centrado en la producción de vivienda barata ha implicado que algunas poblaciones se extiendan infinitamente. Ello implica más costos de mantenimiento de los servicios públicos (luz, agua, drenaje, por mencionar algunos), así como complicaciones en materia de movilidad. Sin modificar las leyes de recaudo de impuestos municipales, el dinero público cada vez alcanza para menos. La mayor evidencia son los baches. Aunque periódicamente se realicen obras, nunca son suficientes. Otro problema no tan evidentes es el estado de las banquetas (nunca o rara vez se considera darles mantenimiento).

¿Y por qué hablo de recaudo de impuestos municipales? Porque de ahí sale un recurso fundamental. Imagino que cada año se vuelve más insignificante, en comparación con la carga de responsabilidades. Y quizás se tiene la sensación de que las cosas no pueden cambiar. Cada vez más y más, los municipios recurren a la federación para acceder a recurso para obras importantes. Sin embargo, hay algo que hacen países desarrollados (como ese donde viví casi un año), para tener recaudaciones municipales importantísimas. Y algunas tienen que ver con las normativas de construcción.

Acá es impensable que en un mismo edificio se localice un centro comercial, un hotel y departamentos. Pero en Países Bajos (es un solo país, aunque parezca plural), cada vez es más frecuente. Yo conocí uno en el centro de Utrecht, empalmado con la estación central de trenes. Aunque no sé de números, mi lógica indica que edificaciones de 3 o más pisos, llenas de propiedades y diversos usos de suelo, pueden darle en materia de predial mayores sumas de dinero, que una utilización menos eficiente del espacio en el aire…

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Caso 2: Acostumbrada a pensar en Morelia, de repente se me olvida que hay ciudades y localidades más pequeñas, en donde no necesariamente está creciendo la población, y por consiguiente, las necesidades de vivienda. Estuve ayer en Peribán, y llamó mi atención el hecho de encontrar las calles llenas de vehículos estacionados. Queriendo imitar el modelo norteamericano de ir en auto a todos lados, las administraciones han pasado por alto que las personas también se mueven a pie, en transporte público y en bicicleta. Por consiguiente, las condiciones cada vez son más hostiles para todas. (Ya he destacado en esta columna la frase del urbanista canadiense Brent Toderian: Las ciudades diseñadas para mover autos les fallan a todos, incluyendo las personas que conducen. Las ciudades diseñadas para mover personas, funcionan mejor para todas, incluyendo aquellas que se mueven en autos.”

Me parece que los municipios “pequeños” podrían estar haciendo las cosas distintas. Cobrar el estacionamiento en la vía pública podría significar un gran avance para reducir el ruido, la contaminación y el tráfico en las localidades, al tiempo que se genera un recurso para mejorar banquetas y espacios públicos. El panorama para estos lugares sería mucho más alentador, generando el atractivo suficiente para retener a sus habitantes. Por lo menos a aquellos que emigran buscando calidad de vida.

En resumidas cuentas, las ciudades más pobladas podrían modificar sus leyes de construcción para que sin tener que modificar las leyes de recaudo, se pudieran generar más ingresos municipales. Las localidades más pequeñas podrían mejorar el atractivo de sus de sus espacios públicos y sus calles, cobrando a las personas que generan externalidades para favorecer a aquellas que eligen o se ven forzadas a moverse en medios más sustentables.