¿Inteligencia artificial vs inteligencia humana?

Por otro lado, para un psicoanalista, el asunto entraña interés, toda vez que su trabajo se desarrolla con personas de carne y hueso y cuyas funciones mentales, deben ser atendidas en todo detalle, en una suerte de “traje a la medida”.

DESDE EL PSICOANÁLISIS

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Antonio Hernández

Uno de los temas más frecuentes, hoy, es el de la inteligencia artificial (IA en lo sucesivo). ¿Puede superar la IA a la inteligencia humana? ¿provocar desempleo?  ¿puede impulsar los negocios, la industria? ¿ayudar a resolver temas como la pandemia de la COVID-19? ¿Es una amenaza?

Por ello, parece conveniente darle unos minutos de atención, que atisben algunas respuestas a esas interrogantes.

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Lo primero es un par de definiciones, sobre inteligencia humana e IA.

Para Yela (1987): “los datos y hallazgos sobre la inteligencia humana, pueden integrarse en tres afirmaciones: 1) La inteligencia no es simple, sino compleja. 2) La inteligencia no es fija, sino modificable. 3) La inteligencia no actúa de forma autónoma, sino integrada en la personalidad.”

Este esclarecimiento, pone frente al observador una serie de complicaciones:

a) Que se debe hablar de múltiples inteligencias (social, matemática, física, abstracta, emocional, artística, literaria, entre otras)

b) Que es una cualidad viva, dinámica, en evolución.

c) Que depende de la persona toda: sus vicisitudes, sus estados de ánimo.

Por otra parte, IA (Rouhiainen, 2018), es “la habilidad de las computadoras para hacer actividades que normalmente requieren inteligencia humana… es la capacidad de las máquinas para usar algoritmos, aprender de los datos y utilizar lo aprendido en la toma de decisiones, tal y como lo haría un ser humano.”

Lo anterior indica los ámbitos donde puede encajar el trabajo de la IA: requiere una serie muy numerosa de hechos (datos), de los cuales se pueden extraer patrones de comportamiento (de personas, grupos, sociedades o desempeños de maquinarias o equipos), que llegan a ser predecibles por un análisis de la ciencia de datos, esto es, los algoritmos.

Un ejemplo puede dar claridad a lo anterior. La pandemia de Covid 19, produjo en todo el mundo millones de enfermos y muertes, que -independientemente de otros factores-, llegó a exhibir patrones de enfermedad identificables; ello llevó a tratamientos y vacunas realizadas en tiempo récord. Los moldes de infección, contagio y recuperación -o muerte-, de las poblaciones humanas, llegaron a ser reconocidos, lo que permitió las medidas preventivas y de mitigación.

Otra muestra de aplicación de la IA, está en la mercadotecnia: cuando una empresa -o grupo de ellas-, cuenta con un banco de datos de millones de usuarios, puede hacer “minería de datos”, para conocer sus hábitos de consumo, que les permiten dirigir sus esfuerzos de publicidad y comercialización con toda precisión. Es decir, toman decisiones.

Todo lo anterior, significa que la IA requiere de algoritmos, aprender de los datos y utilizar lo aprendido en la toma de decisiones; ello precisa de millones de datos, de miles de personas, para tomar decisiones. En suma, la IA puede descubrir cómo funcionan miles de personas, empresas o procesos, gracias a los algoritmos que los describen.

Por otro lado, para un psicoanalista, el asunto entraña interés, toda vez que su trabajo se desarrolla con personas de carne y hueso y cuyas funciones mentales, deben ser atendidas en todo detalle, en una suerte de “traje a la medida”.

Cada paciente es único; su biografía, irrepetible; sus capacidades y limitaciones, determinadas por sus circunstancias; sus traumas, sólo se pueden resolver en un trabajo con dedicación, constancia, contacto y empatía. La sensibilidad del encuentro con quien sufre no son algoritmos. Es cuestión de Inteligencia humana. Esto, no puede realizarlo -todavía-, ninguna IA.

En conclusión, mientras que un médico, un psicoanalista, pueden aplicar su inteligencia humana, a una sola persona, para identificar un diagnóstico, su pronóstico y su tratamiento únicos; en cambio, la IA puede realizar su desempeño, a condición de que investigue a miles o millones de personas.

En otras palabras, lo que puede lograrse con la mayor profundidad del estudio psicoanalítico -el de la complejidad de una personalidad-, puede conseguirse con la amplitud de estudio de una sociedad.

Eso se llama la hipótesis ergódica: “se obtienen los mismos resultados si se lanzan 100 piedras al aire y caen que si se lanza una piedra 100 veces” (Birkhoff, citado por Barrow, 2022).

Eso requiere una explicación. Un psicoanalista, puede ver a un paciente por centenares de sesiones; eso da como resultado el que -las conductas del paciente-, se puedan predecir con mucha exactitud; una buena parte de sus acciones, lo caracterizan, digamos, como alguien con una depresión.

Un epidemiólogo (como podría hacerlo un experto en IA), puede caracterizar a personas con depresión -sus conductas-, luego de examinar a miles de expedientes. En esto, parece haber coincidencia entre IA e inteligencia humana…

Referencias

Barrow-Green, J. (2022). George Birkhoff’s forgotten manuscript and his programme for dynamics.  International Mathematical Union, Proc. Int. Cong. Math. 2022, Vol. 1, pp. 2–24

Rouhiainen, L. (2018). Inteligencia artificial. Madrid: Alienta Editorial, 20-21.

Yela, M. (1987) Estudios sobre inteligencia y lenguaje, Madrid, Pirámide.

Email:  jah@ucol.mx