Diez años del papa Francisco

Se trató de un evento sorpresivo porque en la historia de la Iglesia, desde hace más de quinientos años la sucesión de la cabeza del catolicismo se daba como consecuencia de la muerte del papa anterior.

Jaime Darío Oseguera Méndez

Jorge Mario Bergoglio era el Obispo de Buenos Aires hace diez años cuando asumió el liderazgo de la Iglesia Católica al ser electo Obispo de Roma. Decidió simbólicamente ostentar el nombre de Francisco I, en honor a San Francisco de Asís, fundador de la orden de los frailes caracterizados por su sencillez, humildad, dedicación a la oración alejados de las cuestiones superficiales, materiales y frívolas que con frecuencia caracterizan a los monarcas católicos.

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El papa Francisco, un jesuita, asume la cabeza de la Iglesia Católica en una circunstancia absolutamente inusual. Fue cuando renunció el anterior papa Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, al manifestar no tener las fuerzas ni la aptitud para conducir su congregación en el mundo debido a su avanzada edad. Tenía 95 años.

Se trató de un evento sorpresivo porque en la historia de la Iglesia, desde hace más de quinientos años la sucesión de la cabeza del catolicismo se daba como consecuencia de la muerte del papa anterior.

En este caso Benedicto XVI, agobiado por los señalamientos sobre abuso sexual de sacerdotes en el mundo, los excesos cometidos contra menores en congregaciones afines a la iglesia, particularmente los de pederastia a cargo de los Legionarios de Cristo, la falta de transparencia en el gran tesoro del Vaticano, produjeron a lo largo del tiempo un alejamiento en la membresía católica. “El abuso es una monstruosidad” fue la respuesta de Francisco I.

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La falta de adaptación y el excesivo conservadurismo de la Iglesia Católica a las circunstancias de la modernidad, la globalización y la insatisfacción con el mal ejemplo de los predicadores, provocó una sensible crisis en la silla de Pedro. En su conservadurismo Benedicto XVI percibió la necesidad de un cambio.

El papado de Francisco I ha creado una nueva esperanza hacia la Iglesia Católica. La primera señal de cambio importante fue la austeridad. Se refirió a San Francisco como el hombre de la pobreza y sabiduría. Dejó de usar la ostentosa silla de oro para afianzarse simbólicamente en una de madera. El interés central de las congregaciones parroquiales no debería el dinero, dijo; cuando es así, se distorsiona el sentido de su ministerio.

Siendo Obispo de Buenos Aires se conducía en transporte público y hablaba con la gente de los temas cotidianos; importantes y frívolos. Seguidor del futbol, justamente por su sencillez tenía una gran presencia e influencia en los sectores desprotegidos.

A lo largo de estos diez años se ha empeñado con éxito en hacer real la premisa cristiana de que “mi reino no es de este mundo”, en rechazo a la ostentación, privilegios, derroche y lujos con los que notablemente se ha conocido históricamente a los principales líderes de la Iglesia en el mundo.

La Iglesia de los pobres existe, pero ha sido un largo camino para luchar contra los grandes intereses económicos que son pilares del clero político.

En este recorrido para poner en la mesa el interés por los desprotegidos, ha hecho especial énfasis en el sufrimiento de los grupos migrantes, desplazados y exiliados en el mundo.

En el rechazo histórico de la homosexualidad, tabú permanente del catolicismo, Francisco I se ha manifestado con prudencia y tolerancia: “¿Quién soy yo para rechazar a una criatura que se acerca al señor de buena voluntad?”.

El matrimonio igualitario confronta a la Iglesia con las voces de generaciones que luchan por la tolerancia sobre nuevas formas de convivencia. Esta es la expresión del papa: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello”. Absolutamente inédito.

También ha ido matizando en diversos temas a lo largo de estos años: como el uso y distribución de preservativos con motivo de combate a las enfermedades y cuidado de enfermedades de transmisión sexual.

Ha sido un combatiente callado de los populismos de derecha e izquierda. De hecho, al momento de su nombramiento, se encontraba visiblemente enfrentado con la entonces Presidenta de Argentina.

Otro gran ámbito que ha caracterizado a Francisco I es su incansable búsqueda de la paz. Es una postura tradicional de la Iglesia, pero ha hecho especial énfasis en los conflictos armados del Medio Oriente, y el rechazo absoluto a la invasión de Rusia en Ucrania. Los genocidios en África y el rechazo al conflicto permanente entre árabes y judíos por Israel.

Más allá de los credos y creencias personales, es un privilegio ser testigos en el tiempo de uno de los personajes más influyentes en el mundo; será uno de los mejores líderes religiosos de la historia. Señala por igual las deficiencias del sistema económico injusto, así como la indiferencia de quienes lo conducen y las soluciones que se deben presentar.

 “Cada una de las criaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí mismo, de existencia, de vida, de belleza y de independencia con los demás.” Esa ha sido su filosofía en esta década.

El asunto de los derechos de la mujer, particularmente el derecho a decidir, confronta a la Iglesia con las legislaciones que han aceptado nuevas formas de organización social. El aborto es un tema sobre el cual se sigue legislando, ante lo cual el papa, en una postura matizada ha dicho “lo importante es acompañar a las mujeres en sus sufrimientos”.

En lo personal haberlo visto de cerca un par de veces me ha creado una emoción superlativa; es impresionante su acercamiento con los jóvenes, el mensaje doctrinal en palabras sencillas y, principalmente el ejemplo de una vida dedicada a propagar la parte positiva de su credo.

Progresista, revolucionario, excéntrico, conservador, de todo le han dicho al papa Francisco; al cumplir diez años su papado, vale la pena etiquetarlo como un hombre bueno, inteligente, tolerante, prudente: un digno pastor del evangelio de Cristo. Un ejemplo de su fe. Ojalá que conduzca a su rebaño muchos años más.