La casa del jabonero

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Vorágine virtual

Jorge A. Amaral

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La muerte de Armando Vega Gil puso de relieve el poder que tienen las redes sociales, el impacto que llegan a generar y que, si no se le canaliza adecuadamente, puede tener consecuencias desastrosas. No vamos a entrar en el debate de si las acusaciones en su contra son falsas o hacen honor a la verdad, simple y sencillamente porque no podemos hacerlo. Lo malo es que miles de personas se erigieron como juez parte, como acusadoras y luego como juzgadoras, y esto sólo ha provocado polarización en ese oscuro universo llamado redes sociales.

Ya días antes se venía dando un fenómeno similar en el gremio periodístico al emitirse señalamientos en contra de periodistas y comunicadores por supuestamente haber incurrido en acoso y agresiones sexuales. Podríamos decir que qué bueno que existen estas plataformas para que las víctimas sean escuchadas, podríamos aplaudir y respaldar las denuncias, pero las plataformas emanadas del hashtag #MeToo se prestan más para el escarnio y el linchamiento público que para la denuncia real de agresiones sexuales, y esto se debe a dos cosas primordiales: las denuncias se hacen de forma anónima, sin nadie que deba corroborarlas y sustentarlas, y dos, de la red no pasan, no tienen un seguimiento legal en las instancias correspondientes simple y sencillamente porque las redes sociales no son fiscalías. Pero, además, los colectivos que han echado a andar estas plataformas están demasiado cojos porque si realmente la intención fuera atender los casos de agresiones sexuales, además de la oportunidad de evidenciar públicamente a las personas, deberían ofrecer a las víctimas acompañamiento legal y asesoría psicológica para que sepan sortear una situación traumática de denunciar y confrontar a un agresor. Claro, esto en el entendido de que las denuncias sean sobre actos reales, no por venganzas personales, y esto jamás lo sabremos.

Ahora bien, las responsables de Me Too Músicos Mexicanos han decidido cerrar la cuenta de Twitter, por lo que será más difícil dar seguimiento a los señalamientos que ahí se hacían pues quedaron envueltos en un halo de anonimato.

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Resulta curioso cómo hubo quienes festejaron la muerte de Armando Vega Gil, y esto hace pensar en las manifestaciones de grupos del radicales en las que se pugna por acabar con los varones, con consignas como “machete al machote”, “si nos organizamos los matamos a todos”, entre otras, y esto desvirtúa a su movimiento, pues recordemos que el peor enemigo de una causa social es el fanatismo de sus seguidores. Supongamos que un individuo sale a la calle con esas leyendas pero dedicadas a mujeres, incluso puede ser detenido y se hará escarnio en su contra, eso si bien le va, porque le va arriesgando a incluso ser linchado.

En fin, el punto es que el Me Too Músicos Mexicanos se les salió de control, provocaron una avalancha de reacciones en favor y en contra y no pudieron sortearlas, y mientras tanto, como en la variante para periodistas, no hay una sola denuncia ante el Ministerio Público para dar seguimiento a las denuncias, por lo que se pueden resumir, si no se comprueban, en puro chisme. Es por esa razón que muchos medios decidieron no darle seguimiento al tema. No fue por pertenecer al patriarcado opresor o porque en los medios haya puro “machirulo”. La falta de seguimiento se debe a que, una vez que se hizo una nota sobre las denuncias, ¿qué sigue?, ¿con qué se contrasta?, ¿cómo se les pide una postura a las denunciantes si están en el anonimato?, la autoridad, al preguntarle, va a decir que ellos no tienen ninguna denuncia formal en contra de nadie, por lo que no pueden proceder nada más a partir de señalamientos en redes sociales. Por eso, creo yo, no era pertinente darle seguimiento en la prensa, no había mucha materia más que replicar señalamientos que ya estaban ahí. Pero ciertos grupos lo asumieron como parte del falocentrismo del patriarcado.

En fin, creo que futuras plataformas como esta deberán ser más cuidadosas si es que no quieren ver su credibilidad comprometida, porque ya sabemos que las redes sociales pueden sacar lo más crédulo, radical y estúpido de cada quien. Es cuánto.