La Casa del Jabonero

Los políticos morenistas han argumentado que la medida sería un atentado contra la soberanía mexicana, y que incluso sería violatorio de la Doctrina Estrada.

De la desinformación al cliché

“Con los terroristas en activo no cabe una negociación digna: o se conserva la dignidad y no se negocia, o se negocia y se pierde la dignidad. Hay que escoger.”

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Ricardo García Damborenea

Jorge A. Amaral

Es verdad que declarar a los cárteles de la droga como terroristas acarrearía a México severas consecuencias por la serie de acuerdos comerciales que se verían afectados, además de otro tipo de restricciones. Pero me pregunto si realmente sería tan mala la intervención norteamericana en México para luchar contra el crimen organizado. Ojo: no estoy emitiendo posturas a favor ni en contra, la pregunta es una duda genuina.

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Los políticos morenistas han argumentado que la medida sería un atentado contra la soberanía mexicana, y que incluso sería violatorio de la Doctrina Estrada. Veamos. Durante el conflicto en Bolivia, el gobierno de México no se mantuvo muy al margen, ya que desde antes de que se diera el asilo a Evo Morales (eso ya es otra cosa, tampoco hay que confundir la gimnasia con la magnesia), el gobierno de México, a través de diferentes personajes, estuvo emitiendo posturas, fijando posiciones, con lo cual buscaba incidir en el conflicto, por lo que la Doctrina Estrada que ahora se enarbola no fue respetada ni por la propia cancillería.

Ahora, si pensamos en la sacrosanta soberanía mexicana, valdría preguntarse si aún queda un poco de eso que defender. En un mundo globalizado, con acuerdos comerciales y diplomáticos prácticamente para todo, México no es soberano, por eso las políticas que los gobiernos implementan obedecen a modelos internacionales de distintos organismos. Si México realmente fuera soberano no estaría sujeto a lo que dictaminan la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o, aunque les duela, el gobierno de Estados Unidos. De lo contrario no se trataría con pinzas al gobierno norteamericano, que en un arranque de su presidente puede bajarse del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá o T-MEC, y eso nadie en el gobierno lo desea.

México no tiene soberanía ni siquiera alimentaria, ¿cómo defienden esa romántica y anacrónica idea de soberanía política? No es que sea uno neoliberal o cosas por el estilo, pero en este momento, como en el suyo los panistas y priistas, los morenistas menos que nadie tienen bases para defender la soberanía, esto cuando el gobierno federal desplegó a la Guardia Nacional en la frontera sur para impedir el paso de más migrantes provenientes de Centroamérica, tal como lo ordenó Donald Trump, que en la corporación estrella de López Obrador tiene un muro humano para impedir el flujo de migrantes a su país.

Lo peor de todo esto es que los morenistas no dan un solo argumento de peso contra la declaratoria de terroristas a los narcotraficantes, simplemente acusan que se viola la soberanía, que habría agentes norteamericanos operando en México, e incluso pintan un panorama postapocalíptico en el que nuestro país se convierte en Irak o Siria o algún rincón de Medio Oriente alejado de la mano de Alá.

Lo malo es que los morenistas no nos han dicho que tal declaratoria significaría una estigmatización mayor hacia los mexicanos, como ya pasa con los musulmanes en Estados Unidos, lo que acrecentaría las reacciones racistas y xenófobas en ese país, donde un amplio sector de la población cree que el presidente Trump lo único que hace es defender a su país de las amenazas extranjeras.

Además, otros muy afectados serían los miembros de organizaciones de derechos humanos que buscan desaparecidos y tienen que establecer relaciones con criminales en prisión para obtener información sobre las víctimas, pero por el solo hecho de vincularse con estas personas podrían ser acusados de relaciones con terroristas, lo que en el menor de los casos les impediría seguir con su labor y, en el peor, los activistas terminarían siendo acosados y encarcelados por las autoridades.

En cuanto a la intervención estadounidense en México, este no es un escenario posible, es una realidad desde hace muchos años. Desde décadas atrás, el gobierno de Estados Unidos ha venido operando a través de agentes de la DEA para investigar a los grupos delictivos, las rutas de trasiego hacia aquel país y cómo operan las redes desde la producción en Latinoamérica hasta el narcomenudeo en las calles norteamericanas. Con o sin permiso del gobierno de México, en este lado de la frontera los agentes de loa DEA y el FBI han operado con plena libertad. Esto no quiere decir que porque siempre ha sucedido esté bien o mal, pero es una realidad insoslayable.

Se requiere que el gobierno de México deje a un lado los discursos gastados, anacrónicos y de un falso nacionalismo y dé a conocer razones reales, de peso, para evitar una medida que, en Estados Unidos, resulta a todas luces meramente electorera, pues tomemos en cuenta que la lucha contra el terrorismo posicionaría mejor a Donald Trump ante el electorado, esto sin olvidar que tal declaratoria no es tan fácil como escribir un tuit, es todo un proceso que los legisladores de Estados Unidos deben seguir para aprobar la medida, y es ahí donde los senadores y diplomáticos mexicanos deben hacer su labor de cabildeo si desean evitarlo, no andar asustando a la gente con discursos cliché y panoramas postapocalípticos.

El gobierno de México debe demostrar que sí puede contra el crimen organizado, porque hasta el momento no ha dejado ver más que inoperancia e incompetencia para luchar contra quienes, aunque duela admitirlo, sí tienen aterrorizada a la sociedad y mantienen en zozobra a miles de familias en gran parte del territorio nacional.

Aunque las acciones del narco no obedezcan a pugnas religiosas o políticas como los terroristas promedio; aunque sus fines sean meramente económicos, de verdad, que el presidente López Obrador le pregunte al pueblo bueno de Michoacán, de Tamaulipas, de Veracruz, Guerrero, Tijuana, Nuevo León, Chihuahua; que pregunte a los migrantes centroamericanos, a los familiares de personas desaparecidas, a los empresarios que tuvieron que cerrar sus negocios o salir huyendo por las amenazas, que el presidente pregunte a todos ellos, al verdadero pueblo bueno, no a sus focas aplaudidoras, si los cárteles  son terroristas, y la respuesta puede sorprenderle. Pero que no lo haga en su enésimo informe de gobierno en el Zócalo, porque corre el riesgo de que le digan sólo lo que él quiere escuchar. Es cuánto.