LA CASA DEL JABONERO | Canciones desde Palestina

«Checkpoint Rok» muestra un aspecto de Palestina que los noticieros no dejan ver: que los hombres, mujeres y niños palestinos ríen, lloran, bailan, poetizan, cantan, sienten

Deseo que mi país tenga una vida normal. No quiero ni héroes ni víctimas.
Mahmoud Darwish

Jorge A. Amaral

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“Los palestinos son seres humanos que ríen, viven, e incluso tienen una muerte normal. No sólo los matan”, escribió el poeta palestino Mahmoud Darwish. Este referente de la cultura palestina es el hilo conductor del documental “Checkpoint rock: Canciones desde Palestina”, en el que se retratan aspectos de ese pueblo que no conocemos, sensibilidades que no nos hemos detenido a revisar, identidades que por la lejanía geográfica ignoramos.

El documental está a cargo del músico español Fermín Muguruza, como guionista y director, y el documentalista peruano Javier Corcuera, como realizador, y juntos nos sumergen en un aspecto poco explorado de Palestina: su cultura, sus sonidos, su sentir ante un conflicto que ha traspasado generaciones y un muro que los ha visto crecer, casarse, tener hijos y, a esos hijos, heredarles la condición de refugiados en su propia tierra. Y a otros miles los ha visto morir.

La importancia de “Checkpoint Rock: Canciones desde Palestina” en tanto que documental musical radica en que no se queda sólo en ese aspecto, que ya de por sí es valioso. Este trabajo fílmico aporta al espectador el retrato de un pueblo que por diversas vías ha buscado hacer escuchar su voz, pero para ello ha debido encontrar el aliento propio, ya sea desde la poesía, pasando por la música tradicional hasta llegar al rock y al rap, en canciones que se lanzan como botellas al mar con la esperanza de que alguien reciba el mensaje.

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Así, a lo largo de poco más de 70 minutos, Fermín Muguruza va trazando un recorrido por la cultura palestina, sus pueblos y los checkpoint (puntos de control con la frontera israelita), y en esos viajes va presentándonos a músicos de distintos géneros y de generaciones diversas.

Al iniciar el documental, vemos son las imágenes del funeral del poeta Mahmoud Darwish, mientras, con voz en off, Fermín Muguruza explica la importancia de su poesía en toda la música palestina, convirtiéndose de alguna forma en el guía espiritual del documental, como lo es de los músicos y cantantes involucrados en el filme.

Los primeros en aparecer a cuadro son los pioneros del rap palestino, DAM, quienes usan con sabiduría la ventaja de estar frente a una cámara para denunciar las carencias y su propio malestar, inspirados por el trabajo de Darwish.

El rap siempre ha sido un megáfono para el reclamo del oprimido, y por eso no es raro que los miembros de DAM se digan influidos por un grupo de los más politizados del género, Public Enemy. Pero señalan que debieron tomar esa influencia y amoldarla a su propia identidad para emprender la denuncia de lo que estaban interesados en manifestar, sabedores de que, como dijera Chuck D, el rap es la CNN de las calles.

A partir de ahí, uno de los miembros de DAM, Suhell Nafar, fungirá como un Virgilio y nos guiará por los diferentes círculos de la música palestina. Si hablo sólo de los círculos, en referencia a la obra de Dante, es porque en un lugar como ese, con todo lo que padecen, no cabe la palabra “paraíso”.

De la mano de Suhell Nafar podemos conocer a distintas personalidades y grupos musicales palestinos, como la cantante, locutora y actriz Amal Murkus, a la MC Safa Arapiyat, al grupo de rock Khalas y a Le Trio Jurban, entre otros más. Este conjunto de referentes musicales de la región, a pesar de parecer tan disímbolos, tienen dos cosas en común: su admiración a Mahmoud Darwish y sus letras reivindicativas, con las que en cada canción expresan su malestar social y denuncia por los abusos, carencias, la violencia, las políticas que ellos no pidieron ni respaldan pero que sí les afectan. Todos aprovechan la oportunidad para expresar lo que siente su pueblo.

Algo que resulta inevitables es que el documental tenga matices políticos, pero sólo en lo que los entrevistados mencionan, porque los realizadores no explican, justifican ni señalan la situación política, social y bélica de Palestina. Los realizadores en ningún momento emiten posicionamientos sobre si los palestinos son buenos y los israelíes son malos o si hay víctimas y victimarios. Esa no es la intención del filme.

“Checkpoint Rock: Canciones desde Palestina”, no es un reportaje sobre la situación política en la región. Incluso, alguno de los entrevistados, al hablar de sus influencias musicales, explica que se ha nutrido de música palestina, sí, pero también israelí, armenia, libanesa y hasta norteamericana, porque al final la música es un lenguaje universal. Por eso, al decir que este no es un documental sobre política, es porque más bien se trata de un retrato muy bien hecho sobre una cultura, aunque de repente sí haya esbozos del sentir hacia la situación.

El documental no podría terminar de mejor manera: con todos lo entrevistados en un montaje colectivo, interpretando el tema que le da nombre: “Checkpoint rock”, que transmite esa sensación de unidad, de esperanza, de fe y empatía que sólo la música puede transmitir.

Al final creo que la música y omnipresencia del poeta Mahmoud Darwish sólo son el vehículo para llegar al meollo del asunto, porque ya al estar leyendo los créditos cae uno en cuenta de una cosa: lo que este documental realmente muestra es un aspecto de Palestina que los noticieros no dejan ver: que los hombres, mujeres y niños palestinos ríen, lloran, bailan, poetizan, cantan, sienten, no sólo los matan, como escribiera el poeta.

Aquí está si lo quiere ver.

Andrés “N” no es caso aislado

La reciente detención de Andrés, el hombre de 72 años que resultó ser un feminicida serial, pone al descubierto varias cosas que permiten ver que este caso, que a primera vista parece aislado, no lo es, sino que es parte de una trágica vergüenza nacional.

Primero, el sujeto confesó que mínimo desde hace 20 años había matado a 30 mujeres en esa casa. Aquí estamos hablando de que una mujer desde hace 20 años está desaparecida, y no es necesario explicar la gravedad del tema, ya que la desaparición de personas es desde hace muchos años uno de los mayores lastres de este país, porque el fenómeno que empezó durante la Guerra Sucia, desde principios de los 70, sigue como práctica vigente, y no está monopolizada por el Estado, sino que es compartida, y a veces colaborativa, entre entres gubernamentales y estructuras criminales.

Pero hablando únicamente de desaparición de mujeres, el problema no es menor, ya que hasta marzo del año pasado había registros de 20 mil 939 mujeres y niñas desaparecidas y no localizadas en México, según la Comisión Nacional de Búsqueda, de la Secretaría de Gobernación.

Aunque desde el sexenio de Vicente Fox las desapariciones de niñas y mujeres comenzó a aumentar, en lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador las cifras de mujeres alcanzaron un máximo histórico. Veamos:

Entre el 1 de diciembre de 2000 y el 7 de marzo de 2003, la Segob tiene registros de la desaparición y no localización de 63 personas del sexo femenino.

Ya con Felipe Calderón, entre el 1 de diciembre de 2006 y el 7 de marzo de 2009, el número de mujeres desaparecidas y no localizadas se ubicó en 476.

Con Enrique Peña Nieto, del 1 de diciembre de 2012 al 7 de marzo de 2015, la cifra se disparó a 2 mil 418 mujeres desaparecidas y no localizadas.

Pero en el sexenio de AMLO, del 1 de diciembre del 2018 hasta marzo de 2021, se contabilizaban 4 mil 267 mujeres y niñas desaparecidas y no localizadas.

Las desapariciones de niñas y mujeres han venido en aumento año con año, ya que en 2001 se registraron 16 casos; en 2002, 36. Para 2007, los datos de mujeres desaparecidas, sólo en ese año, llegaron a 202. Ya en 2011 se ubicaron en un total anual de mil 101.

El periodo 2016-2020 ha sido en el que más mujeres han desaparecido en México: mil 668 en 2016; 2 mil 148 en 2017; mil 822 en 2018; mil 894 en 2019 y mil 983 en 2020.

En cuanto a las edades, datos de la Secretaría de Gobernación indican que las mujeres jóvenes son las principales víctimas: el grupo etario que agrupa el mayor número de mujeres desaparecidas está entre 15 y 19 años (5 mil 522 casos). Le sigue en segundo lugar las mujeres entre los 20 y 24 años (2 mil 591), mientras que en tercero se ubican las niñas entre los 10 y 14 años (2 mil 312).

Sobre los puntos rojos de la geografía nacional, el primer lugar histórico es el Estado de México, con 4 mil 119 casos; le siguen Tamaulipas, con 2 mil 560; Jalisco, mil 637; Nuevo León, mil 468, y Veracruz, mil 232.

Ya el año pasado, en México 5 mujeres desaparecieron al día, 10 fueron asesinadas, 157 al día también fueron víctimas de agresiones y en promedio 712 llamaron diariamente al 911 para reportar alguna agresión.

En materia de feminicidios tampoco andamos bien, ya que en los últimos tres años la incidencia se ha mantenido en el país. A decir del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero de 2018 a diciembre de 2020 hubo 11 mil 217 asesinatos de mujeres y niñas en México.

En 2018, las mujeres asesinadas fueron 3 mil 656, de las que 893 fueron investigadas como feminicidio. En 2019 fueron asesinadas 3 mil 809, y de esos casos, 940 se consideraron feminicidio. En el 2020 se registraron 3 mil 752 mujeres asesinadas, y de esos casos, 969 se catalogaron como feminicidio.

Ante tales números, presentados en el informe Violencia contra las Mujeres en México, elaborado por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) y otras organizaciones, realmente la sociedad mexicana y los gobernantes no tienen cara alguna para pedir que las feministas se “porten bien” durante sus protestas. Con esas cifras, créame, la sociedad mexicana y las instituciones no tenemos autoridad moral para criticar las acciones radicales de las mujeres que están hasta la madre de la violencia de género. Con esos números, de verdad, quemen todo. Es cuánto.

MEX6391. CIUDAD DE MÉXICO (MÉXICO), 07/03/2021.- Mujeres colocan flores y carteles con nombres de víctimas por feminicidios, en cercos metálicos instalados por el gobierno capitalino hoy, durante una protesta contra los feminicidios, en Ciudad de México (México). Una larga valla de metal que fue colocada el viernes frente al Palacio Nacional de México, despacho y casa presidencial, fue transformado la noche del sábado por colectivas feministas y amaneció convertida este domingo en un "muro de memoria". EFE/ Sáshenka Gutiérrez