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La obesidad le costó a México el 2.1 por ciento del Producto Interno Bruto en 2019, y este costo puede incrementarse hasta en un 4.67 por ciento del PIB para 2060 si no se toman medidas urgentes.

A Alejandra: gracias por esta segunda bendición, mi vida.

Jorge A. Amaral

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Durante esta semana, Ruido en la Red, medio que se caracteriza por su progresismo y buena ondita, criticaba el que la Universidad de Harvard haya emitido una serie de recomendaciones a su comunidad sobre el cuidado de la salud, sobre todo en lo relacionado con la obesidad y el sobrepeso.

Esa acción de Harvard ofendió a Ruido en la Red, ya que la lectura fue bastante simple: “Si me recomiendas medidas de autocuidado para evitar ser gordo, me estás estigmatizando por gordo, diciendo que ser gordo está mal; ergo, yo estoy mal; por tanto, eres gordofóbico porque me violentas”. Y es aquí donde entra ese concepto: gordofobia.

Según Lidia Juvanteny y Raquel Carrera, autoras del libro “Soycurvy: La revolución del amor propio”, en entrevista para el portal ¡Hola! publicada en julio del año pasado, “la gordofobia es discriminar, objetivizar y minusvalorar a las personas por su sobrepeso. Esto hace que las personas gordas vivan con un estigma social porque, a menudo, se las asocia con adjetivos como: vagos, dejados, poco preocupados por su salud… Lo que conlleva graves problemas (de estigma social, mentales...) para las personas con sobrepeso. // Además, existe una segunda cara de la gordofobia porque también afecta a todo aquel que no está gordo pero hará todo lo que esté en su mano por no estarlo. Con lo que a menudo se asocia esta fobia con los problemas de alimentación o mentales relacionados con la obsesión por la delgadez”.

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Según las autoras y otros especialistas, más allá de no encontrar ropa de su talla o no caber en la combi, basta con que usted le diga a una persona que cuide su peso por cuestiones de salud, ni siquiera por un tema estético. Y por eso los de Ruido en la Red señalaron que Harvard estaba siendo gordofóbica con su comunidad.

Pero es que aquí hay otros temas de fondo, como las afectaciones psicológicas a las personas que sufren discriminación por su sobrepeso: niños que padecen las burlas en la escuela, el hecho de no poder ponerse lo que les gusta porque les dicen que no se les ve bien o porque simplemente no hay, porque los cánones de belleza contemplan sólo a la gente delgada y de cierta estatura.

Uno de los argumentos sobre los cuales se sostiene la idea de “gordofobia” es que una persona con sobrepeso no sólo debe lidiar con los cánones estéticos de la moda, sino también con la idea de que por gordo se ve limitado en actividades físicas, y ya en la edad adulta se les pueden negar empleos para los que están perfectamente capacidades, pero les dicen que no sólo por su condición física. Es de señalar que si una persona es propensa a sufrir un infarto, hay empresas que tienen sus reservas para contratarla dado que a ninguna compañía le conviene un empleado enfermo o que deba ser incapacitado.

Pero quienes han creado la “gordofobia” para luchar contra ella sostienen que el ser “de talla grande” no es determinante para tener enfermedades, puesto que puede haber personas delgadas y enfermeras, y tienen razón porque no todos los gordos están al borde de la muerte ni todos los flacos están sanos, así como hay otros factores de riesgo para contraer enfermedades.

A este respecto, en el artículo “Diversidad corporal, pesocentrismo y discriminación: la gordofobia como fenómeno discriminatorio”, publicado por Lucía Mancuso, Betania Longhi y María Gabriela Pérez en el portal del gobierno argentino (https://bit.ly/3w2ZFSM) se señala que “la perspectiva pesocentrista es un enfoque reduccionista que concibe al peso como un indicador suficiente para segregar entre personas ‘sanas’ y ‘enfermas’, sin detenerse a considerar otros aspectos que hacen a la salud integral”.

Pero las autoras lo llevan al siguiente nivel diciendo que “la existencia de índices de estandarización que permiten medir y clasificar a las personas según su peso y altura como con ‘sobrepeso’ u ‘obesas’ –como el índice de masa corporal– produce una patologización y medicalización sobre los cuerpos”. O sea que está bien la atención médica y la prevención, pero no se puede medir a la persona por su talla porque lo estigmatizan. “Que aún haya profesionales de la salud que tengan esta mirada sobre la gordura se vuelve preocupante y peligroso. Cuando este sesgo impide que las personas sean atendidas integralmente, se vulneran sus derechos en nombre de una preocupación médica, anteponiendo el descenso de peso a otras preocupaciones. Al utilizar prioritariamente índices estandarizados (IMC) para clasificar a las personas en términos de delgadez/gordura-normalidad/anormalidad, sólo se refuerzan y reproducen las prácticas y los discursos discriminatorios, violentos y gordofóbicos”.

Pero hablando en términos reales, más allá de los demonios que cada quien lleve a cuestas, el sobrepeso y la obesidad, al ser factores de riesgo para problemas de salud, también significan un costo para el sistema médico. Estas condiciones implican riesgos como presión arterial alta, alteraciones en los niveles de colesterol o niveles altos de triglicéridos, diabetes tipo 2, enfermedad coronaria, ataque o derrame cerebral, enfermedad de la vesícula, osteoartritis, apnea del sueño y problemas respiratorios, dolor corporal y dificultad con el funcionamiento físico, sin contar los problemas emocionales y psicológicos que acarrea.

Ahora bien, la doctora Gabriela García Morales, adscrita al IMSS en Guerrero, publicó un artículo en septiembre del año pasado en el que habla de los costos del sobrepeso y la obesidad en la salud. “La obesidad (...) representa uno de los principales problemas de salud pública, debido al rápido incremento en la población; según lo reportado en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2021 en donde siete de cada diez personas presentan sobrepeso y obesidad en México”.

En cuanto al costo de esta condición, la doctora señala que “la obesidad ha generado pérdidas económicas y está demostrado que reduce la competitividad del país ocasionando menor productividad laboral, mayores costos al erario público para tratar enfermedades asociadas y mayores gastos para la población y pérdida de calidad de vida”.

Por otro lado, un estudio realizado por la World Obesity Federation (WOF) en conjunto con el Research Triangle Institute (RTI) revela que la obesidad le costó a México el 2.1 por ciento del Producto Interno Bruto en 2019, y este costo puede incrementarse hasta en un 4.67 por ciento del PIB para 2060 si no se toman medidas urgentes.

Y es que no hay que olvidar que México es un país de 126 millones de habitantes, y de ellos, hay más de 62 millones de adultos que viven con sobrepeso u obesidad, junto con más de 12 millones de niños y adolescentes en estas condiciones.

El estudio del que se hablaba más arriba, llevado a cabo en ocho países en 2019, descubrió que un índice de masa corporal (IMC) elevado de la población sí tuvo impacto económico, que no es mafufada de médicos discriminadores: hay costos directos, como la atención a la salud y el desplazamiento para buscar asistencia, así como los indirectos, relacionados con la mortalidad prematura y el ausentismo laboral: 65 por ciento del impacto total”, dice el estudio.

De esta forma, en 2019 la obesidad le costó a México 26 mil millones de dólares, que equivale al 2.1 por ciento del PIB; es decir, 204 dólares por persona. Pero para 2060 se proyecta que los costos aumenten a más de 159 mil millones de dólares, lo que representaría 4.67 por ciento del PIB.

Cuando se dio a conocer este estudio, Ricardo Luna, presidente de la Sociedad Mexicana de Obesidad, aseguró a medios nacionales que las personas que viven con obesidad son las más vulnerables al impacto económico gradual, tanto de la atención médica como de los gastos médicos directos e indirectos derivados de esta enfermedad. “Si examinamos colectivamente, necesitamos a más profesionales de la salud involucrados en el abordaje de la obesidad antes de que se presenten las comorbilidades generadas por la misma”, dijo.

Entonces no se trata de plantarle cara a la “gordofobia”, se trata de plantarle cara a la mala salud, dos de cuyas razones son la obesidad y el sobrepeso. Sí, dicen que todo cuerpo es bonito y se romantiza demasiado la gordura por temor a parecer retrógradas, pero cada vez que usted romantiza la obesidad en realidad está romantizando una muy posible mala salud de esa persona. No se trata de vernos bonitos y esbeltos, se trata de estar bien de salud, más allá de si nos queda o no la playera ajustada o el bikini playero. Al menos yo le puedo decir que cuando por tragón suben los triglicéridos y con ellos la presión arterial, la cabeza truena horrible y no puede uno ni abrir los ojos, no hay nada bonito ni romántico ahí. Perdóname, jefecita, por mi vida gorda. Es cuánto.