LA CASA DEL JABONERO | Gracias, Chepito

Desde antes de nacer, Chepito luchó contra todo pronóstico médico, se impuso a cualquier diagnóstico y se aferró a la vida, primero desde el vientre de su madre, que nunca dejó de luchar por su hijo; luego, por sí mismo, después de nacer.

Jorge A. Amaral

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José Areas (así, sin acento) nació en Nicaragua en 1946 y desde muy joven llegó a Estados Unidos con el sueño de triunfar en la música. Su arma para lograrlo, los timbales, instrumento del que aún es un referente dentro del rock, sobre todo la vertiente del llamado “latin rock”, que Carlos Santana inaugurara en 1969.

Precisamente con Carlos Santana fue que sus percusiones estremecieron a Woodstock. Ese muchacho bajito, de cabello revuelto, fue una de las piezas clave para la fundación de una nueva vertiente del rock a finales de los 60, con su sonido inconfundible marcó el nacimiento de lo que años más tarde sería llamado latin jazz.

A la edad de 6 años, aún en su natal León, en Nicaragua, comenzó tocando la trompeta, pero ya en la adolescencia llegó a Managua, donde se integró a una orquesta llamada Los Satélites del Ritmo, quienes tenían gran influencia de La Sonora Matancera. Ahí comenzó su andar con los timbales. Con ese grupo tocaba en la estación Unión Radio, en el programa estelar del mediodía.

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A los 17 años marchó rumbo a Estados Unidos, donde se unió a Carlos Santana en la Santana Blues Band. Chepito cuenta que, al estar en el escenario de Woodstock, sintió que tocaba frente a Dios, un dios de cientos de miles de cabezas.

Después del terremoto de 1972, Chepito convenció a los miembros del grupo a tocar en el Estadio Nacional de Managua, y lo hicieron sin cobrar. Bajo la lluvia, el grupo tocó para los nicaragüenses, que recién se recuperaban de la tragedia.

En diversas entrevistas, Chepito Areas relata que, al conocer al músico de origen jalisciense, el grupo era de blues psicodélico (de ahí el nombre original de la banda), pero con él se fusionaron los estilos para dar el sonido que marcó la época.

Con Santana, Chepito participó en los discos de la primera época del grupo, desde 1969 a 1977: “Santana”, “Abraxas”, “Santana III”, “Caravanserai”, “Welcome”, “Lotus”, “Borboletta”, “Festival” y “Moonflower”. Por ello su sonido es clave, pues marca la transición de un Santana psicodélico a un concepto jazzístico, que definió al jalisciense hasta entrada la década de los 80.

Precisamente en “Santana III” viene una track que quiero destacar, “Para los rumberos”, original de Tito Puente. En ese tema, que es como una descarga (dicho en el sentido salsero), hay una estrofa que dice: “Vamos timbero que la rumba ya va a empezar, vamos Chepito que la rumba ya va a empezar”.

En honor a esa historia y siempre recordando esa canción, es que a mi sobrino Josué comencé a llamarle de cariño “Chepito”. Desgraciadamente falleció la semana pasada a los escasos 9 meses de edad.

Desde antes de nacer, Chepito luchó contra todo pronóstico médico, se impuso a cualquier diagnóstico y se aferró a la vida, primero desde el vientre de su madre, que nunca dejó de luchar por su hijo; luego, por sí mismo, después de nacer.

Chepito pasó la mayor parte de su corta existencia en este plano aferrándose a la vida, en sus ojos negros y bien abiertos siempre vimos la determinación de quien manda al carajo a un destino que parecía escrito pero que él se empeñaba en cambiar. Su puño apretado en momentos de crisis era la muestra de que siempre trató de asirse a este mundo y sus padres hicieron lo propio: pasar incontables días con sus noches afuera del hospital, durmiendo en el carro, en tiendas de campaña, en hamacas, sin escatimar esfuerzos económicos y emocionales con tal de ayudar a su pequeño.

Al final Josué, Chepito, perdió una batalla en la que estuvo peleando hasta el último aliento de sus pulmones, hasta el último latido de su corazón, hasta que la vida se le fue en un suspiro. Por esa tenacidad para luchar contra el destino por muy hijo de puta que éste fuera, por su fuerza para aferrarse a la vida, por su valentía y perseverancia, es que Chepito es un ejemplo para todos quienes estuvimos de una u otra manera cerca de él. 

Desde que nació, yo esperaba que creciera más para abrazarlo y, de esa manera en la que uno suele bailar con los bebés para divertirlos, cantarle “vamos Chepito que la rumba ya va a empezar”. No nos fue posible hacerlo, y eso duele, como me duele ver a sus padres y hermanos devastados pues es muy grande el cariño que les tengo. Pero para que no duela igual, más que llorar su muerte, prefiero mejor celebrar su vida, que, aunque corta, nos deja un gran ejemplo a todos los que vimos de cerca su lucha. No dudo que ahora está en un lugar mejor, ya nos veremos allá para, entonces sí, enseñarle a rumbear al ritmo de los timbales. Hasta siempre, Chepito.

PEQUEÑO MONARCA

Como ya sabemos, lo de quitarle la candidatura a Félix Salgado Macedonio fue, como ya habíamos dicho en este espacio, pura simulación, porque Morena y su cúpula no movieron un dedo para corregir el rumbo y designar a otro perfil sobre el que no pesaran acusaciones de abuso sexual.

El viernes, Morena en Guerrero inició su campaña, y aunque el senador con licencia no estuvo presente, sospechamos con mucha seguridad que su postulación permanece inamovible, y que si no estuvo en el arranque de la campaña fue sólo para protegerlo de las protestas de los grupos feministas.

Ese día, en la capital del país, el Palacio Nacional, la morada de la familia presidencial, amaneció con vallas de acero para resguardarse de cualquier manifestación de inconformidad. El gobierno federal dijo que las vallas no eran para proteger al presidente, sino a las manifestantes que llegaran ahí; vaya, cuidar a las mujeres de los infiltrados que siempre llegan y hacen sus desmanes en las manifestaciones, pero eso es inverosímil, pues desde el gobierno federal y la feligresía morenista no se ha hecho sino denostar a los movimientos feministas, desvirtuando su activismo haciéndolo ver como si sólo obedeciera a intereses políticos, con todo y que más de una decena de legisladoras por ese partido salieron en un video pidiendo que Salgado Macedonio sea retirado de la contienda electoral en Guerrero.

Como siempre, vemos que el primero que pide no politizar es el primero que politiza, porque desde su púlpito señala a quienes disienten y critican su régimen y las acciones de su círculo cercano. Pide no politizar la lucha contra la violencia de género, pero usa su poder político para sostener a un personaje oscuro, y a quienes se han opuesto a tal postulación por tratarse de un tema de violencia contra la mujer, las acusa de “fakeministas”, desvirtuando con ello años de lucha emprendida y encabezada por mujeres en busca construir mejores realidades.

Con las manifestaciones los destrozos no faltan, pero los miles de pesos que cuesta retirar grafitis y reemplazar cristales rotos es mínimo frente a lo que como sociedad nos cuesta el que muchas mujeres no estén seguras en las calles, en sus trabajos, en sus escuelas, en los centros recreativos, con sus amigos, en sus propios hogares. Limpiar la pintura de un edificio es barato si se compara con el costo social de un feminicidio. Pero bueno, acuerdos son acuerdos y si hay una palabra empeñada hay que hacerla valer, así sea postulando a un presunto violador. 

Y es que, dijera usted, lo de Salgado Macedonio es un caso aislado, pero en México, ningún tipo de violencia es aislado. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en este país, 3 de cada 5 mujeres viven algún tipo de violencia: física, emocional, sexual, económica o patrimonial, pero hay una cifra negra estimada en el 90 por ciento, lo que quiere decir que por cada mujer violentada que denuncia o de la que se tiene conocimiento, hay otra que guarda silencio o es silenciada.

Según datos oficiales, los feminicidios aumentaron año con año, de 2015 a 2019 y, en 2020, por la pandemia, hubo un descenso mínimo, pues en 2019 ocurrieron 943 casos y el año pasado, 939, sólo 4 menos.

Durante el segundo año del actual gobierno se cometieron 128.4 por ciento más feminicidios que en 2015, en tanto que las víctimas mujeres de homicidio doloso pasaron de mil 735 en 2015 a 2 mil 791, es decir, se incrementó 60.85 por ciento. En 2019 se denunciaron 2 mil 868 casos y en 2020 fueron 2 mil 791, es decir, sólo 77 casos menos con todo y pandemia.

Las mujeres víctimas de lesiones dolosas, a escala nacional fueron 57 mil 496 en 2020, mientras que en 2019 fueron 66 mil 318, es decir, hubo 13.31 por ciento menos.

Entre septiembre de 2020 y febrero de este año, organizaciones como el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), la Red Nacional de Refugios (RNR) y Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) realizaron la campaña “Distancia segura y sin violencias” para ayudar a mujeres violentadas. En ese lapso acompañaron a 530 mujeres, niñas y adolescentes víctimas de violencia de 22 estados.

En ese grupo de mujeres había personas de uno a 76 años. La mayor parte se encuentra en el rango de los 30 a los 40 años.

El reporte refiere que 211 mujeres manifestaron haber acudido a otras instancias o instituciones. El 57.79 por ciento señaló que en dichas instancias se sintió escuchada pero no se resolvió satisfactoriamente su problema, en tanto, 33.67% manifestó que no fue escuchada, ni atendida. Sólo 8.54% estimó que fue escuchada y la situación que la llevó a solicitar la atención se resolvió satisfactoriamente.

Lo anterior demuestra que oponerse a la candidatura de Salgado Macedonio no es por cuestiones políticas, sino que el país no está para premiar a agresores de mujeres, ni protegerlos. Es cuánto.