LA CASA DEL JABONERO | Morena: consejeros VIP

En Morena no son tontos, saben que el partido está dividido, que se está fragmentando en facciones que no tardan en convertirse en tribus.

Jorge A. Amaral

Entre el 17 y 18 de septiembre de este año, el Tercer Congreso Nacional de Morena definirá si los 20 morenistas que actualmente gobiernan estados y la Ciudad de México, además del presidente López Obrador, pasan a formar parte de su Consejo Nacional. Los gobernadores ocuparían su lugar en el Consejo de forma automática y a AMLO se le enviaría una carta haciéndole la cordial invitación.

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Esta reforma a los estatutos, si se aprueba, les daría injerencia a los gobernadores y al presidente para incidir en la postulación de aspirantes en las elecciones estatales de 2023 y la sucesión presidencial en 2024. Pero no sólo eso, sino que el Consejo Nacional se reduciría de 300 a 200 integrantes, además de que ya no serían 20 los liderazgos en la dirigencia nacional, sino que quedaría en 15. Con ello, la toma de decisiones quedaría en menos personas. Pero también en los estados se eliminarían las comisiones de Ética Partidaria, bastante útiles si se usan para regular quién accede a puestos directivos o candidaturas y así evitar a personas non gratas.

En Morena no son tontos, saben que el partido está dividido, que se está fragmentando en facciones que no tardan en convertirse en tribus, pues recordemos que ahí hay muchos morenistas de sangre amarilla acostumbrados a los cochupos tribales y cabildeos entre consejeros. Por eso necesitan que en la toma de decisiones haya gente con capital político, como los gobernadores y el báculo de López Obrador para que el partido no se les desmorone. Necesitan que su partido siga girando en torno a López Obrador, en tanto que guía espiritual y demiurgo del morenismo.

Con esto, Morena se consolida como un partido más del montón de fuerzas políticas que viven chupando el presupuesto y dirigiendo a conveniencia los destinos del país. Veremos.

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Leonel lo sabe

Como un mal chiste o una broma de pésimo gusto, el exgobernador Leonel Godoy ahora sale a pedir que se investigue a fondo lo sucedido en torno a los granadazos del 15 de septiembre de 2008, cuando él era gobernador.

Esos eran tiempos complejos en Michoacán, con el crimen organizado metido hasta bajo las macetas de las dependencias de gobierno, como producto de la apertura mostrada por el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel hacia Los Zetas, para luego alborotarse todo el avispero durante la administración de Godoy Rangel, en que La Familia Michoacana, y luego Caballeros Templarios, se afianzó como el cártel local y gobierno de facto en Michoacán, ya que no sólo tenían los tentáculos por todo el gobierno estatal, sino que en los municipios controlaban quién estaba en la Tesorería, quién en Obras Públicas, quién al mando de la policía local, quién en la Presidencia.

Esa fatídica noche tronaron las granadas en pleno Centro de Morelia, con la verbena en su apogeo, pero desde un mes antes ya se habían recibido advertencias de que habría atentados, lo cual fue subestimado por las autoridades estatales, al grado de que la seguridad esa noche de Grito era laxa, sin mayor problema.

Días después aparecieron los supuestos responsables, pero no los detuvo la autoridad, sino que fueron “entregados” y todos golpeados. No hay mentira que se sostenga eternamente, así que, años después, esos detenidos fueron liberados por falta de pruebas, además de que declararon bajo tortura.

Pero además, con el paso de los años empezaron a salir señalamientos en el sentido de que el gobierno federal obstruyó las acciones de la Procuraduría del estado por tratarse de un delito federal, pero esas investigaciones federales en realidad no llevaron a ningún lado, como sucedió en múltiples hechos ocurridos durante el calderonismo.

El caso es que, si le hacen caso a Leonel Godoy de reabrir las investigaciones, tanto él como Felipe Calderón y demás exfuncionarios involucrados deberán aguantar vara, porque podrían salir salpicados, y no estoy señalando complicidades, pero las omisiones también se castigan.

Sólo me pregunto: si en este país sucediera algo mágico y se hiciera justicia por los crímenes del pasado, digamos, desde la Guerra Sucia para acá, y que todos los involucrados en delitos, redes de corrupción, complicidades y omisiones fueran a dar a la cárcel para pagar en la medida de sus acciones, ¿cuántos políticos, servidores públicos y exfuncionarios de todos los niveles quedarían en la calle?

Dudo que eso suceda, porque hay incluidos personajes de la Cuarta Transformación relacionados con ese periodo en Michoacán, básicamente desde el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel, sin olvidar a funcionarios y exfuncionarios federales, así que es poco probable que algún día haya culpables tras las rejas.

Pero si de verdad se reabre la investigación de los granadazos, como se ha estado haciendo con el caso Ayotzinapa, que en ambos temas se haga sin medias tintas, sin castigar a los enemigos y proteger a los cuates, y cuando el cochinero salpique a Leonel Godoy y amigos que lo acompañan, que no hagan gestos, porque cuando el vaso se llena de leche, sólo hay de dos: o la bebe o la derrama.

Ciudad insalubre

Los hospitales de Ciudad Salud eran algo necesario para que los pacientes tuvieran acceso a mejores y más completos servicios médicos y, en la medida de lo posible, evitar traslados a Guadalajara o la Ciudad de México ante la imposibilidad de realizar en Morelia alguna intervención o practicar algún estudio. Hasta ahí vamos bien: por ejemplo, los hospitales Civil e Infantil que se encuentran en Charo son más grandes, modernos y con mejores equipos y sin congestionar la zona donde se encontraban aledaña al Centro de Morelia. Lo mismo podemos decir de los hospitales de especialidades del IMSS y el ISSSTE. Por otro lado, la pandemia permitió que se jubilara personal de enfermería que ya estaba rezagado y que ya no tenían ni humor para tratar a los pacientes o brindar información a los derechohabientes.

Sin embargo, aunque con los hospitales Civil e Infantil de Ciudad Salud se resolvió una necesidad en el aspecto médico, en lo socioeconómico no ha habido gran mejoría. Me explico.

En el lugar donde se encuentran prácticamente no hay nada, sólo ambulantaje para comer (en algunos puestos afuera del ISSSTE se come sabroso, lo mismo que en los tacos de canasta junto al IMSS), al menos afuera del Seguro hay un Oxxo, pero fuera de eso no hay nada.

Si usted tiene un paciente en el Civil o en el Infantil y le piden un medicamento o alguna otra cosa, ni a dónde ir, a menos que tome su carro (si lo tiene) o un taxi (si trae dinero) o un camión (aunque se tarde y si es de día) para acudir a Morelia, donde la farmacia más cercana es una Guadalajara cerca del distribuidor vial de la salida a Charo. Esto ha generado una rama más de empleo informal: a las afueras de estos hospitales suele haber jóvenes motociclistas que van y le surten las recetas. No sé si lo hagan por su cuenta o si las farmacias les dan una comisión, pero de pronto eso le ayuda si de plano no tiene forma de ir a Morelia.

Pero además, en la zona no hay ni sanitarios, a menos que tenga pase para entrar al hospital donde está su paciente, lo cual genera un ambiente de insalubridad que aumenta con la vendimia de comida y las decenas de personas amontonadas afuera de estos nosocomios en espera de noticias.

Claro, hay un albergue a espaldas del Infantil, pero este lugar sólo tiene espacio para 80 personas (40 en la época más crítica de la pandemia) y está muy lejos, lo que complica las cosas si usted está descansando tras una noche en vela y surge una emergencia con su paciente.

Entonces, al tener decenas de personas haciendo guardia afuera, sin sanitarios, entre ambulantes y sin otros servicios cerca, los familiares de los enfermos viven las de Caín.

Así, para quienes tienen un familiar internado, la mudanza de hace años a Ciudad Salud en realidad no cambió mucho las cosas, sólo falta la tribu de alcohólicos, drogadictos y delincuentes que deambulaban por el bosque para confundirse entre la gente. ¿Y sabe qué es lo peor? Que a las autoridades no les importa, porque le aseguro que ni el gobernador ni el secretario de Salud han estado jamás en la situación de los familiares de los pacientes. Como le decía la semana pasada: aún no tenemos un sistema de salud como el de Dinamarca… y verá que nunca lo tendremos. Al tiempo.

Seguro, al poniente

El anuncio de que en Villas del Pedregal, al poniente de Morelia, se construirá un hospital de especialidades del IMSS, hay que decirlo, es una gran noticia, porque eso significa que los derechohabientes de esa zona de la ciudad ya no tendremos que ir hasta Charo si tenemos una cita, porque no es sólo Villas de Pedregal, que ya es mucha gente, sino decenas de colonias y fraccionamientos de todo ese rumbo, simplemente cuéntele desde la Niño Artillero hasta Iratzio, por poner un ejemplo al tanteo.

Esto además beneficiará por la oportunidad de que se abran fuentes de empleo y que además de detone la economía en la zona, pues ante la falta de un sistema de salud como el Dinamarca, un hospital requiere que cerca haya farmacias, que se venda comida, se saquen copias fotostáticas, hasta dónde comprar un café o poner una recarga, eso sin contar que posiblemente aumente la plusvalía de la zona.

Claro que las autoridades tendrán que hacer algo más para que los elementos de la Guardia Nacional dejen de ser sólo vecinos “fantasma” del Villas del Pedregal y de verdad coadyuven en tareas de vigilancia, lo mismo que la Policía de Morelia y hasta la ahora rimbombantemente llamada Guardia Civil, porque se va a requerir más vigilancia de la que ya se necesita. A ver si ahora sí se activa la Base de Operaciones Mixtas, que en Villas del Pedregal sirvió sólo para que los agentes municipales fueran a dormir, comer y lavar las patrullas.

Claro que cuando ese hospital entre en funciones, la clínica de Camelinas se cerrará y entonces serán otros los que tendrán que atravesar el municipio. Pero no se preocupen, amor con amor se paga y en Villas los esperamos con los brazos abiertos. La mayoría de los que aquí vivimos estamos abismalmente lejos de ser ladrones o tiradores, y aun así no los discriminaremos por vivir lejos de acá ni les haremos memes o comentarios clasistas. Palabra de villapedregalino. Es cuánto.