LA CASA DEL JABONERO | ¿Otro aguacatito?

En 100 años el ser humano ha podido ponerle en la madre a lo que llevó miles o millones de años generarse. Voltee a su alrededor y verá

Jorge A. Amaral

La ola de calor que nos aqueja y que ya ha cobrado algunas víctimas no es sino consecuencia del cambio climático, porque nos estamos acabando el planeta con el saqueo de recursos naturales, la devastación de ecosistemas por intereses comerciales, las emisiones de gases de las industrias y de la actividad cotidiana en las ciudades, donde millones de automotores circulan a diario, así como la contaminación que cada vez corroe más al planeta.

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En 100 años el ser humano ha podido ponerle en la madre a lo que llevó miles o millones de años generarse. Voltee a su alrededor y verá. Si usted ha vivido en la misma zona durante muchos años, podrá apreciar los cambios. Sólo mire con atención y recuerde los detalles, entonces sabrá que donde había maleza ahora está una tienda, que donde era puro monte hoy está un fraccionamiento, que de ese lago o esa presa que usted conoció ya no queda nada.

A riesgo de sonar nostálgico, recuerdo cuando era niño y me iba de vacaciones a Uruapan o Los Reyes. Apenas al pasar de Pátzcuaro el ambiente se sentía diferente, cada vez más fresco, con zonas de neblina por la constante humedad en el aire. Transitar, por ejemplo, entre San Lorenzo y Zacán era una exquisitez debido a que el aroma del bosque se metía hasta el último rincón de los pulmones. Hoy eso ya no sucede, el clima se siente prácticamente igual desde Morelia hasta Uruapan y en Los Reyes el calor puede ser sofocante. Pero claro, apenas sale uno de Morelia y lo primero que se ve hacia los cerros son las huertas de aguacate que, como lunares, se ven dispersas en la lejanía. Por todo el camino la constante son aguacates. Los cerros de Uruapan hoy dan tristeza porque ya no hay bosque, casi todo es huertas. Al llegar a Los Reyes es lo mismo, entre huertas de aguacate y de frutillas, sobre todo zarzamora y arándano, la ciudad se ha forrado de billetes pero acabando con el ecosistema. Avance un poquito más, hacia Zamora, y verá exactamente lo mismo, pero con la fresa o el pepinillo: hectáreas y más hectáreas de invernaderos.

Si a todo lo anterior le sumamos la devastación que han sufrido los bosques por la tala inmoderada en todas las regiones boscosas del estado, es de comprender que el calor esté más bravo en zonas tradicionalmente templadas.

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Pero regresando a Morelia, vea cuántas planchas de concreto ocupan lo que en su momento fueron zonas forestales y de recarga de mantos acuíferos. Al sur de la ciudad, autoridades e inmobiliarias se limpiaron las partes pudendas con vegetación y zonas forestales y crearon la zona de mayor plusvalía en Morelia. Hacia el oriente, los dueños tradicionales de la ciudad construyeron todo un complejo a costa de una zona de captación de agua y ahora viven en una especie oasis artificial, hacia el norte las ciudades dormitorio proliferaron demencialmente en un lapso de 10 años y hoy son planchas de concreto sin agua potable. En el Quinceo vemos cómo los paracaidistas se montan en el cerro y, al desmontar terreno o excavar para construir, le quitan al suelo la retención de humedad y con ello viene la poca captación de agua, pero también los deslaves y la erosión. Al poniente de Morelia, fraccionamientos que ya padecen la falta de agua, porque inmobiliarias como Herso han ido acabando con una zona de malpaís que captaba mucha agua para el manantial de La Mintzita a partir de lo que bajaba de los cerros como el del Águila, pero ya no, porque en muchos lugares donde antes había escurrideros naturales y arroyos temporales, hoy hay calles que se inundan hasta que esa agua se va al drenaje.

En todos estos años se ha abusado de los ecosistemas en aras de un beneficio económico, porque las autoridades presumen que Michoacán pone el guacamole en todas las mesas de Estados Unidos, que millones de dólares se generan anualmente por la exportación del fruto, que hay que estar bien con los gringos para que no cierren la puerta, pero no hablan de la devastación de los aguacateros, tanto legales como ilegales, que han hecho guacamole con los bosques y hoy ahí están las consecuencias. ¿Exagero? Según datos del gobierno del estado, en 1930 en territorio michoacano había huertas de aguacate en alrededor de 2 mil hectáreas, en 1970 la cifra aumentó a 20 mil, en 2000 se elevó a 100 mil hectáreas. Para 2010 ya eran 151 mil y, según estimaciones del gobierno federal, actualmente son al menos 165 mil hectáreas cultivadas con aguacate; es decir, 165 mil hectáreas donde había un bosque y hoy sólo hay árboles de la fruta y nada más, porque para que una huerta sea productiva sólo debe haber aguacate. Pero otro problema es que una hectárea de aguacate con 156 árboles consume 1.6 veces más agua que una hectárea de bosque con 677 arbustos, además de que el árbol de aguacate, por las características de sus raíces, no permite la filtración de agua al subsuelo, lo que termina por mermar los mantos y erosionar el suelo, y si a eso le sumamos la construcción de hoyas de agua para almacenar el agua que debería llegar al subsuelo con cada lluvia, la dimensión del daño no vale una pinche tostada de guacamole, aunque el fruto valga más de 30 mil millones de pesos al año.

Así que si usted tiene calor, si siente que se desmaya, si por momentos siente que no puede más, si ya se cansó de sudar por las noches y sentirse hasta mareado durante el día, que, ¿nos echamos un aguacatito?

Morelia violenta

El pasado jueves, en la colonia Primo Tapia Poniente, Rolando y su hijo Yahir, de 13 años, estaban en la calle cuando alguien los atacó a balazos, quitándoles la vida a ambos. No hablemos de la barbarie, sabemos que los delincuentes no tienen escrúpulos y que no se tentarán el corazón para matar a un inocente si de lo que se trata es de ejecutar a alguien. Miles de víctimas inocentes muertas a balazos demuestran lo que digo.

Y es que en Morelia hay mucho malandro suelto por las calles, hay un bajo mundo bastante sórdido y que constantemente sale a la superficie, dejando ejecutados por todos los puntos del municipio, desde una colonia popular hasta una zona rural, lo mismo que en un vecindario bonito o en pleno Centro de la ciudad.

Pero mire que no todo es malo, ya don Alejandro González Cussi está feliz porque según el británico Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones (FCDO, por sus siglas en inglés), Morelia es segura para ser visitada por turistas de Reino Unido. Así el de la “policía más chingona” celebró: “Esta noticia refuerza el avance significativo que se ha logrado en el tema de seguridad en la ciudad. Desde el inicio de la administración del presidente municipal Alfonso Martínez Alcázar se han registrado importantes disminuciones en la incidencia delictiva”. Y está bien que celebre, hay una imagen que cuidar, además es de aceptar que, según cifras oficiales, ha habido una reducción del 67 por ciento en delitos como el robo a transeúntes, lo que sí es una mejora porque a nadie le gusta ser asaltado, pero también los robos a casa habitación han disminuido en un 25 por ciento, y eso es bueno porque ha de ser feo llegar a tu casa y ver que alguien ya se llevó lo que con tanto esfuerzo has conseguido.

Pero el que un británico pueda estar seguro en Morelia no es para tronar cuetes y traer mariachis, porque, siendo francos: ¿en qué zona se moverá un británico que venga a Morelia? El Centro Histórico, algún centro comercial, probablemente vaya a Pátzcuaro (la otra ciudad declarada segura) y ya. Ese turista no tiene por qué ir a la colonia Satélite o a Ciudad Jardín, no tiene nada que hacer en la carretera a Chiquimitío o en el camino a Cuto de la Esperanza, y dudo que ponga un pie en Misión del Valle o Villas del Pedregal.

No podemos hablar de una ciudad segura si un adolescente puede ser asesinado junto a su padre en plena calle y cerca de una de las avenidas más importantes de esa zona de la ciudad. No es posible hablar de que Morelia es una ciudad segura si una pareja puede ser asesinada con total impunidad en su propia casa al norte de la ciudad, a donde tampoco irá un turista.

Entonces sí, quizá Morelia sea una ciudad segura, pero sólo para los turistas y visitantes, no para usted ni para mí, ni siquiera para un niño de 13 años cuyo único error fue estar en ese momento con su padre. Es cuánto.