LA CASA DEL JABONERO | Palos de ciego

Si el presidente quiere pruebas de la presencia de los cárteles en México, que le pregunte al pueblo bueno, que le pregunte a la gente, no a sus asesores

Jorge A. Amaral

El pasado jueves por la noche se difundió que en la zona de La Huacana había enfrentamientos a balazos en los que, supuestamente, agentes de la Guardia Civil habían quedado atrapados y sin refuerzos. De inmediato, la Secretaría de Seguridad Pública, mediante sus voceros oficiales y no oficiales, negó los hechos. Dizque era sólo un rumor de redes sociales, que no había ningún reporte, que nada pasaba. Sólo les faltó decir que “no hubo ninguna balacera, no hubo agentes atacados… es más, La Huacana sólo existe en tus sueños y no hay delincuentes, son los papás”. 

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Si esa balacera ocurrió o no, no sería la primera vez que algo así se oculta, con la facilidad que hay para hacerlo en un lugar sin presencia real de la prensa. Y es que siempre es la misma historia: negar hasta donde sea posible los hechos de violencia, y si no se pueden negar, minimizarlos, y si no se pueden minimizar, hay que culpar a alguien más: la violencia heredada de otras administraciones, que son gente de otro lado (en la administración de Silvano Aureoles todo sucedía en Jalisco o de allá provenía), lo cual me lleva a otra conclusión obvia: en realidad los gobiernos de Alfredo Ramírez Bedolla y Silvano Aureoles no son diferentes, sólo tienen distinto color. Sí, ya sé que es obvio y pensar lo contrario es de ingenuos, pero con eso de que se la pasan hablando de la transformación, pues uno quiere pensar que dejaron los viejos vicios y las antiguas prácticas, pero al final nadie puede negar la cruz de su parroquia.

Pero esto que le digo no es sacado de la manga (mi manga no es tan ancha), porque, analice usted el discurso oficial y notará las inconsistencias, tomando en cuenta que las autoridades no desarrollan verdaderas estrategias de comunicación y contención de daños, sino que simplemente están acostumbradas a mantener sometidos a los medios.

Mire, estimado lector, en serio, a veces uno no quiere pensar mal para no pensar de más, pero es que con ese manejo del discurso y por la forma en que dosifican la información, de verdad que uno luego anda pensando barbaridades, como que a algunos policías o algunos mandos no los ha tocado la fuerza moral de la cuarta transformación y por eso siguen juntándose con personas cuyas abuelitas no estarían nada orgullosas. Para nada me gustaría imaginar barbaridades. (No estoy acusando a nadie, no estoy afirmando nada, sólo estoy de malpensado e insidioso).

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Pero esa no es práctica nueva ni exclusiva del gobierno del estado, pues así ha sido el manejo de la información también desde el gobierno federal, empezando por el presidente, que siempre está negando la violencia, minimizando los hechos delictivos y diciendo que es cosa de sus enemigos, de los conservadores. 

Esta semana, durante su comparecencia ante legisladores de Estados Unidos, Anne Milgram, titular de la DEA, dijo que los cárteles de Jalisco y Sinaloa tienen presencia en más de 100 países y aglutinan, entre los dos, a más de 45 mil personas. Pero además tiene presencia en los 50 estados de la Unión Americana.

La funcionaria detalló que el Cártel de Sinaloa está presente en 19 de los 32 estados de México, teniendo entre sus filas a más de 26 mil personas, entre miembros activos, asociados y facilitadores en más de 100 países, lo que le permite exportar descomunales cantidades de fentanilo, metanfetamina, heroína y cocaína en Estados Unidos.

En la otra trinchera, dijo la jefa de la DEA, el Cártel de Jalisco tiene socios, facilitadores e intermediarios en todos los continentes, excepto en la Antártida, y trafica fentanilo, metanfetamina, heroína y cocaína en Estados Unidos por medio de varios corredores a lo largo de la frontera.

En cuanto a la presencia de la organización del Mencho, la titular de la DEA dijo que opera en 21 de los 32 estados y se ha identificado que actualmente hay más de 18 mil 800 miembros tanto activos como socios y facilitadores en México y a nivel internacional.

Se sabe que la DEA es como los cárteles: tiene sus tentáculos en todo el mundo, en todos los países tiene ojos y oídos y los usa a su conveniencia. A tal grado llega su eficiencia, que muchas veces la información de los cárteles en territorio mexicano la tienen primero ellos y después las autoridades de este país. Por eso se han dado casos en que la DEA le ha dicho al gobierno mexicano “en tal parte está fulano”, y cuando eso se filtra, funcionarios corruptos informan al capo que ya se sabe dónde está para que se mueva. Eso ha sido en parte la clave para que un capo como El Mayo Zambada nunca haya pisado la cárcel.

Eso no es nuevo ni sorprende, pero no deja de ser negativo para la imagen del gobierno de México, sobre todo ahora que ya se calienta el ambiente para la contienda electoral de 2024. Por eso, el jefe de campaña de Morena, Andrés Manuel López Obrador, la mañana del viernes salió a pedirle a la jefa de la DEA que le diera pruebas de lo que decía. “No tenemos esa información, no sé de dónde lo sacó la señora de la DEA, ojalá y nos dieran más detalles, porque creo que habla que Cártel de Sinaloa y el Cártel de Jalisco Nueva Generación tienen más 40 mil elementos en 100 países, 20 mil y 20 mil , ¿cuáles son las pruebas que tiene?”, y además acusó que en la pasada reunión trilateral celebrada en México esa información no se proporcionó a las autoridades mexicanas, recordando que en ese encuentro estuvo al frente de la delegación de Estados Unidos la asesora en seguridad nacional de la Casa Blanca, Elizabeth Sherwood-Randall.

El presidente también aprovechó la atención de los medios presentes para rechazar que los cárteles tengan presencia en 21 estados del país, pues dijo que su gobierno sí tiene los datos chidos basados en los delitos que se cometen a diario. Pero, por ejemplo, si desde el gobierno del estado se niega un enfrentamiento en La Huacana, ¿cómo sabemos que ese dato le llegará al coordinador de campaña de Morena en Palacio Nacional?

Pero tampoco hay que omitir el detalle de que, como buen gobierno intervencionista, a la Casa Blanca le gusta meter presión a otros países aunque en su casa tenga un mugrero. Desde hace tiempo han insistido en el discurso del narcoterrorismo en México para que se les dé esa categoría a los cárteles y entonces intervenir en nuestro país, con el argumento de su guerra contra el terrorismo global, y si eso se hace, al final quedará el zurradero que dejaron en Afganistán e Irak.

En vista de lo anterior, no sorprende la insistencia en la peligrosidad de los cárteles mexicanos (que sí lo son) que distribuyen fentanilo en Estados Unidos para frenarlos desde aquí, porque creen que si frenan el tráfico de opioides su problema en las calles quedará resuelto, pero no reconocen que en su territorio también se puede fabricar la droga para seguir alimentando a los millones de drogadictos que inundan sus calles.

En ese sentido, se entiende un poco la postura de AMLO: si estuvieron aquí en México, reunidos con mexicanos, ¿por qué no dijeron nada y mejor se esperaron a decirlo allá? Bajo esa lógica, es comprensible: la jefa de la DEA lo dice ante los legisladores, que al final son quienes aprueban recursos e intervenciones en el extranjero, y eso les da más margen de maniobra a sus agentes, y si se sigue insistiendo en la retórica del narcoterrorismo, podrán seguir presionando al gobierno de México (ellos le llaman “colaboración”) para operar aquí a su antojo.

Pero, por otro lado, si el presidente quiere pruebas de la presencia de los cárteles en México, que le pregunte al pueblo bueno, que le pregunte a la gente, no a sus asesores, no a la señora Ana Elizabeth García Vilchis (titular de la quincena más fácilmente obtenida a nivel nacional) ni a las focas reporteriles que van a la mañanera a lisonjearlo. 

Así las cosas, tanto usted como yo, estimado lector, debemos sentirnos afortunados porque tenemos un súper poder que el gobierno ya quisiera: ver la violencia y la inseguridad, por esa razón ellos sólo dan palos de ciego a la delincuencia. Es cuánto.

Postdata

Por el discurso de la oposición en el sentido de que AMLO prepara el terreno para un magnicidio y que si algo le pasa a Xóchitl Gálvez será su culpa, en realidad parece que ellos son quienes están preparando el escenario para que tal cosa suceda y entonces, de inmediato, tener un culpable si algo así pasa. Es una burda guerra sucia de las que López Obrador ha enfrentado desde 2006. Y entonces, viendo a las corcholatas y viendo las tácticas de la oposición, de verdad que en 2024 no habrá para dónde hacerse: jodidos unos y jodidos otros, a la jodida con ellos.