LA CASA DEL JABONERO | Por 30 monedas y una candidatura

Miguel Ángel Villegas Soto ha decidido abandonar las filas albiazules, y lo hace por los mismos motivos que lo hizo Alfonso Martínez en noviembre de 2014.

“Es mejor sin partidos políticos porque no tenemos una dirigencia que nos imponga decisiones ajenas, no tenemos un jefe estatal o nacional que nos diga qué hacer. Están tan desprestigiados que ahora se tienen que sumar para poder tener una representación”.        

Alfonso Martínez Alcázar, 8 de abril de 2018.

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Jorge A. Amaral

En recientes días vimos algo chistoso: el constante flujo y reflujo de políticos panistas. El exdiputado Miguel Ángel Villegas decidió abandonar una vida de militancia en el Partido Acción Nacional al verse imposibilitado para ser el candidato a la Presidencia Municipal de Morelia.

De poco le valió todo el trabajo que ha venido haciendo con sectores vulnerables de la ciudad, de poco sirvieron decenas de pipas para colonias sin agua potable, resultaron insuficientes las campañas de reforestación y limpieza en zonas de la ciudad a las que los políticos sólo van en tiempos electorales, de nada le valió todo el patrocino a eventos culturales en lugares donde la única cultura es la de la sobrevivencia diaria ante los embates de la pobreza y la inseguridad, todos los espectaculares, boletines pagados, spots, publicidad en sitios de internet y redes sociales, volantes, pintas y lonas. Todo ese gasto hecho durante años fue nada, puesto que en el que fuera su partido la indicación girada desde la dirigencia nacional era otra: Alfonso Martínez será el candidato.

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Ante ello, Villegas Soto ha decidido abandonar las filas albiazules, y lo hace por los mismos motivos que lo hizo Alfonso Martínez en noviembre de 2014: cochinero en el padrón y, no lo dice pero se entiende, la imposición de otro perfil para representar al partido en Morelia el 6 de junio en la boleta electoral.

Pero esto se da en un momento curioso por otra cosa: el regreso, aunque no como militante declarado, del expresidente municipal de Morelia a la sede de su partido de origen. El antiguo expanista regresa como el hijo pródigo, ese que un día se fue enojado, buscó fortuna y la encontró y hoy, sin romanticismo, regresa al seno del hogar.

Por un lado, es comprensible el enojo de Miguel Ángel Villegas, puesto que ha trabajado mucho para lograr el largamente acariciado sueño de contender para presidir la capital del estado, y por eso se va, aunque sin los aspavientos que en su momento hizo Martínez Alcázar.

Pero se vería muy digno y hasta encomiable, como un acto de congruencia política y defensa de la dignidad, si Villegas hubiera decidido contender por la vía independiente como su excompañero de partido. En lugar de eso, se pone a disposición de Guillermo Valencia, quien se empeña en ser tomado en cuenta por el Partido Revolucionario Institucional. Así, Villegas dejaría la camisa blanquiazul para ponerse la playera roja.

Por otro lado, ahora que se ve a Alfonso Martínez visitando las distintas dirigencias partidistas del frente contra Morena y tomarse cafés con cuanto líder encumbrado o de medio pelo se encuentra en sus largas caminatas por el Centro Histórico, resulta curioso al recordar sus palabras cuando dejó el seno familiar y se fue azotado la puerta:

“Como muchos de ustedes, creo que los partidos políticos no están cumpliendo con su deber de representar a los mexicanos y no han cumplido con su misión de resolver los grandes problemas que enfrentamos, como la falta de seguridad, de empleo y de oportunidades para que podamos contar con una vida digna, y hoy más que nunca tenemos la responsabilidad de tomar acciones decididas y contundentes, ya que en Morelia y en todo Michoacán vivimos tiempos muy difíciles”.

Llama la atención lo rápido que el parecer es otro, porque de cuando dio esa declaración de principios sólo han pasado 6 años, y resulta que en un periodo tan corto de tiempo los partidos vuelven a ser útiles y necesarios para construir un mejor Michoacán, una mejor Morelia. Si eso es así, estamos ante tres auténticos garbanzos de a libra, dignos de ser registrados en un libro de superación personal y ser estudiados por politólogos y sociólogos de todo el mundo al sentar un precedente histórico. Pero eso resulta difícil de creer porque los líderes siguen siendo los mismos, los altos perfiles de los partidos no han cambiado en 6 años, salvo porque algunos de los que antes movían los hilos en el PRD hoy lo hacen en Morena.

Entonces, con Miguel Ángel Villegas fuera del PAN pero coqueteándole a Guillermo Valencia, con Cristóbal Arias postulado por un partido de la chiquitada ante la designación de Raúl Morón, con Alfonso Martínez hablando las mil maravillas de los partidos  a los que antes denostó por corruptos y anacrónicos, volvemos a corroborar que la clase política siempre seguirá al pie de la letra la máximas priistas: el que se mueve no sale en la foto y vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

Y es que lamentablemente la sociedad mexicana tiene la clase política que se merece, llena de parias ávidos de chupar la ubre estatal y quedarse ahí de por vida. Y ante tan deleznables especímenes, ¿qué nos espera el 6 de junio? Cala hondo hacer esa pregunta porque hacia donde veamos no hay lugar donde no se pueda poner una objeción, por mucho que en estos meses nos muestren sus mejores caras y gestos, sus mejores posturas, sus sonrisas más amigables. A lo mejor usted votaría por Morena, que estará representado por un Raúl Morón arropado por los exgobernadores Leonel Godoy y Lázaro Cárdenas Batel, acompañado por  personajes entre los que están los culpables de la debacle perredista en Michoacán. Quizá para la estatal votará por Carlos Herrera Tello, quien ha sido mejor empresario que funcionario y cuyo logro más grande como secretario de Gobierno fue la creación del Atlético Morelia para que hubiera futbol en Morelia, aunque sea de segunda, sumado a que va arropado por tres partidos que hasta hace un tiempo eran diferentes, con distintas posturas políticas e ideológicas y que hoy, no es que hayan coincidido en cuanto a principios y valores, sino que sólo hallaron el punto en común: la necesidad de recuperar los espacios que el partido del presidente les arrebató. Ya sé, démosle una oportunidad a Cristóbal Arias Solís, un viejo lobo de mar que ha pasado por distintos partidos y que ahora abandona al que tanto lanzó flores porque no lo dejaron ser candidato.

Duele decirlo porque al final alguno de ellos estará en la gubernatura a partir de este año y no hay mucho para dónde hacerse a la hora de pensar por quién votaremos el 6 de junio. Y es que los políticos, aunque uno nunca espere nada de ellos, siempre logran decepcionar con la falta de congruencia para ser fieles a sí mismos y lo que en su momento predican. Es doloroso ver cómo las 30 monedas siguen siendo tentadoras y cómo mucha gente sigue pensando que los partidos siguen siendo una herramienta para que este país salga adelante.

Al final resulta insultante para nuestra inteligencia ver cómo toda esa gente, a la hora de hacer acuerdos, no hace sino hacer vigente la célebre y sumamente conocida frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. En fin, la hipocresía. Es cuánto.