LA CASA DEL JABONERO | No me gustan las lentejas

El problema es que con los políticos en campaña (perdón, quise decir en la etapa de conformación de comités de defensa de lo que sea que están defendiendo) llega su basura.

Jorge A. Amaral
Así es, estimado lector: ya estamos en esa época en que empiezan a sonar los nombres de siempre, esa temporada en que muchos personajes de la política salen de las catacumbas de la congeladora, esos meses en que los chapulines brincan del maíz al trigo y del trigo a la cebada en busca de la mejor espiga, esa que les garantice otro periodo de sobrevivencia a costa del erario público.

Los analistas mafufos le llaman “periodo de definiciones”, los políticos les llaman “tiempos electorales”. Yo prefiero llamarle tianguis, porque lo mismo encontramos las mercancías tradicionales, como Leonel Godoy, Gustavo Madero, Noroña, Manlio Fabio Beltrones y toda la pléyade política nacional, pero también le venimos manejando el producto novedoso, el producto de moda: el gobernador influencer acompañado de su esposa y su bebé (el niño huichol se descongela por separado), el joven independiente tapatío que dice haber encontrado fuertes coincidencias con un partido político, y mire qué casualidad, porque es justo uno de los partidos punteros en las preferencias electorales.

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A nivel local es la misma cosa, porque ya en la semana se dejaron ver las pintas con el nombre de Selene Vázquez escrito junto a unos dibujitos de piñas, lo cual es indicativo de que la señora va con Carlos Torres Piña y su equipo de oportunistas: puro experredista redimido. Pero no sea usted malpensado, esos personajes no andan buscando el siguiente cargo, a ellos eso no les importa: ellos sólo quieren apoyar a la portadora del bastón de mando morenista, que dicen por ahí que será candidata presidencial. Se lo digo de esta manera porque no vaya siendo que las autoridades electorales locales y federales piensen que ya estamos en pleno proceso electoral.

El caso no es ese, eso ya lo sabemos. El problema es que con los políticos en campaña (perdón, quise decir en la etapa de conformación de comités de defensa de lo que sea que están defendiendo) llega su basura. Ya por las calles, además de sus feos rostros y rostizados nombres puestos en pintas y espectaculares, también empiezan a proliferar los volantes, trípticos y folletos en los que nos dicen que juntos, sociedad y gobierno, podemos rescatar a México y hacer que la transformación siga porque todos ellos son mexicanos, michoacanos y morelianos comprometidos con las causas nobles, con un perfil ciudadano y con probada experiencia en todas las encomiendas que ha tenido y todo ese tipo de lugares comunes con que un candidato se pone a la venta.

El otro día iba caminando por la calle de la mano, platicando con mi amor, íbamos recordando cosas serias que nos pueden suceder, como terminar inundados si llega una tromba y toda la basura electoral que ya había en la calle se quedaba ahí, porque, en serio, esto apenas empieza y los personajes de todos los partidos ya desplegaron sus brigadas para tirar papeles por todos lados. Y es que, con todo lo que se quejan, de todos modos México tiene partidos multimillonarios, de ahí que la política represente una gran oportunidad de negocio. Veamos algunos números (bien utilizados se ven bonitos):

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Hacia finales del mes de octubre de este año, o sea, hace algunos días, el Consejo General del Instituto Nacional Electoral dio su aprobación para que los partidos puedan recibir más de 218 millones de pesos, sólo como financiamiento privado, es decir, de los cuates, para el proceso electoral de 2024. Ojalá sólo fuera eso porque esa cantidad se sumará al presupuesto ya previsto por parte del gobierno para actividades ordinarias, es decir, las no electorales.

De esta forma, los militantes pueden regalarle a su partido, ya sea en efectivo o en especie, como los volantes que vemos tirados en la calle y las horrororísimas pintas, hasta 132 millones 195 mil pesos en total. Pero ahí no para la cosa, porque los partidos tienen un topesote de 42 millones 962 mil pesos para que sus simpatizantes les regalen a fin de que se ayuden en los procesos de selección de precandidaturas y candidaturas. Es así que si usted quiere ponerse bien guapo con algún aspirante de cualquier partido y garantizar beneficios a posteriori, como contratos, licitaciones, puestos públicos para sus allegados, alguna placita por ahí, alguna basecita por allá, lo máximo que podrá darle, al menos por la vía legal, son dos millones 148 mil pesos, que es de aportación por persona.

¿Pero a poco pensó usted que eso era todo, que los partidos se sostendrían con la bondad de sus militantes, simpatizantes e inversionistas? Claro que no, porque el Estado mexicano también tiene la obligación constitucional de mantener rémoras, pues para los comicios del año que entra los partidos tendrían 53.8 por ciento más que en 2018, esto al estar por recibir 10 mil 444 millones de pesos, basados en lo que la Carta Magna establece por concepto de prerrogativas. Eso si los diputados de Morena no le dan un machetazo al presupuesto.

Pero como decía un antiguo político de pueblo: en campaña cualquier dinero es poco, porque se deben imprimir millones de volantes, trípticos y folletos que ojalá terminaran en el cesto de basura, porque lo más seguro es que acaban tirados en las calles, en los jardines y en los camellones. Pero también se deben pintar cientos de bardas en todas las ciudades, colocar cuantos anuncios espectaculares se pueda, anunciar en tamaño monumental reportajes y publicaciones ficticias como “Fulanito de Tal: Amor a México. Busca la entrevista exclusiva en tu revista Entrepierna”. Pero también hay que mandar estampar miles de playeras, gorras, banderas, banderines y banderolas, estandartes y sombrillotas, así como las lonas que después serán un toldo improvisado en cualquier hogar mexicano. Hay que darles para el refresco a los brigadistas que están de sol a sol en los cruceros, exponiéndose a los carros y los vituperios, sin seguridad social pero con 200 varos en la bolsa, sabiendo que si el candidato gana para ellos nada cambia.

Pero ahora yo le pregunto, amable lector, y sea bien honesto con usted mismo: ¿en algún momento usted vio una pinta en su colonia y dijo “ah, mira, Juan Caros Barragán quiere ser candidato a algo, no lo había pensado pero después de ver esa barda estoy seguro: votaré por él”? ¿En algún momento de su existencia usted tuvo un tríptico en la mano y dijo “nadie en mi vida había mostrado tanto interés en que yo lo conociera como en este momento lo hace Movimiento Ciudadano, les daré una oportunidad”? ¿Vio usted una barda tapizada de carteles y dijo hacia sus adentros “Luis Navarro es un gran ser humano, lo respaldaré si Bedolla lo destapa”?

Ahora, le pregunto con más seriedad ¿alguna vez una gorra o una playera fueron determinantes para que usted decidiera por quién votar?, ¿una lona o un espectacular influyeron en que usted emitiera un sufragio por tal o cual candidato? Si su respuesta a estas dos preguntas es negativa, entenderá que actualmente no es necesario dilapidar el dinero en basura de plástico y papel cuando se pueden inundar los portales de noticias, videos de YouTube y redes sociales con la basura digital de los políticos, y ésta llega a más gente. Si la respuesta a tales preguntas es afirmativa, recuerde que ir de acarreado a un mitin es el precio por pasearse gratis.

Así pues, se vienen tiempos de gran contaminación, sobre todo en las ciudades, porque los políticos de cada elección ahí estarán, listos para ser electos para otro cargo, con discursos ensayados en los que no se les mueve una pestaña mientras las entrevistas sean a modo.

No los critico, todos tenemos derecho a dedicarnos a lo que sabemos hacer, y si toda esa gente sólo sirve para la grilla y los puestos púbicos, está bien, al menos, en lo que a mí toca, no podría hacerlo mejor por una simple y sencilla razón: no me gustan las lentejas. Es cuánto.

Postdata pensativa

Dice la Fiscalía de Aguascalientes que al magistrado Ociel Baena lo mató su pareja, Dorian, causándole 20 heridas con una navaja de rasurar de esas delgaditas que se parten a la mitad. La herida mortal habría sido en el cuello.

Dice la Fiscalía que luego de cometer el asesinato, el también abogado se suicidó y que su cuerpo presentaba consumo de metanfetamina. No suena inaudito, no resultaría extraordinario, es más, es hasta creíble, pero tengo una duda: si eso que dice la Fiscalía es cierto, ¿por qué en las fotos filtradas a la prensa aparece la mano del magistrado sosteniendo una navaja de esas? Hay de dos: o cada uno tenía la suya o alguien la puso ahí, y recordemos que, al menos en México, las fiscalías no son de fiar. Salud.