JUEGOS DE PODER | Agárrense fuerte que vienen caídas duras

Para mitigar la recesión por la pandemia los bancos del mundo tuvieron que tomar ciertas medidas con algunos efectos secundarios: el aumento de los precios, cosa que se complicó aun más por la guerra entre Rusia y Ucrania.

Foto: twitter

LEO ZUCKERMANN

Era una locura. Los precios de los activos se fueron más allá de las nubes. Los múltiplos de las acciones llegaron a niveles nunca vistos. Empresas con escasas ganancias de pronto valían miles de millones de dólares como por arte de magia. Ni qué decir de los bienes raíces. Casas que se compraban por teléfono, sin siquiera poder verlas, a un sobre precio ridículo. Y no podemos dejar a un lado las criptomonedas y los llamados tokens no fungibles (NFT) que incrementaron su valor porque se pusieron de moda.

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Pues cómo no iba a pasar eso si los bancos centrales estaban regalando dinero. La Reserva Federal en Estados Unidos inyectó billones de dólares de liquidez y bajó la tasa de interés a cero. Tenía sentido. Había que evitar que la recesión por la pandemia del covid-19 se convirtiera en depresión. Muchos gobiernos siguieron a los bancos centrales estimulando a la economía a través del gasto público. En Estados Unidos, el gobierno federal le mandó cheques de cientos de dólares a todos los ciudadanos de ese país.

Se cumplió el objetivo. La recesión por el covid-19 fue corta. El consumo se reactivó. La economía regresó a los niveles que tenía antes de la pandemia en la mayoría de los países desarrollados.

Pero tanta liquidez también tuvo un costo: los precios se incrementaron, sobre todo de los activos.

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Es cierto: la inflación también se produjo por los cuellos de botella que el covid-19 generó en las cadenas de suministro. Toda la logística se complicó. Los precios de transportar un contenedor se multiplicaron hasta por más de cinco veces. Y luego al señor Putin se le ocurrió invadir Ucrania. Si de por sí los precios de las materias primas ya estaban altos, la guerra en Europa los incrementó aún más.

Insisto: tenía todo el sentido del mundo la actuación de los bancos centrales y gobiernos al inyectar tanta liquidez en los mercados y estimular el gasto público. Pero ahora estamos pagando las consecuencias con la inflación.

Inflación que inevitablemente ha llevado a cambiar el ciclo de la política monetaria. Los bancos centrales, en particular la Reserva Federal de Estados Unidos, ya está retirando liquidez y subiendo las tasas de interés. Esto con el objetivo de desincentivar el consumo y así controlar el incremento de los precios.

Se acabó la fiesta. Ya no habrá más dinero gratis. Por el contrario, cada vez costará más.

La combinación de la inflación con el incremento de tasas ha hecho que los mercados financieros reaccionen negativamente. Las bolsas, ésas que llegaron a niveles nunca vistos, se han ajustado a la baja.

El Índice Standard & Poor´s 500 está a punto de entrar a terreno de mercado bajista (“bear market” en inglés). Hay acciones que tuvieron un desplome brutal. Netflix se ha caído un 70% desde el valor máximo que alcanzó. Lo mismo las acciones de la farmacéutica Moderna, famosa por las vacunas en contra del SARS-CoV-2. Tesla, la acción más querida de los mercados en las últimas épocas, el “darling” de los inversionistas, ha perdido el 30% de su precio máximo.

Así son los mercados. Implacables. Cuando hay dinero fácil, suben como la espuma. Cuando hay dinero restringido, caen estrepitosamente.

Yo ya he visto muchas veces esta película. Hay que tener la piel muy gruesa para invertir en los mercados accionarios. Ni se diga en el de bienes raíces que puede resultar muy volátil. Supongo que lo mismo para criptomonedas y NFT´s a los que le entiendan. Lo peor es apanicarse y vender en un mercado bajista. A menos, desde luego, que los bancos lo obliguen a hacerlo para cubrir las deudas que se adquirieron con tasas bajas que ahora van al alza.

Hay nerviosismo en los mercados financieros. No gusta nada la combinación entre inflación, incremento de tasas de interés y una nueva posible recesión. Y esto es precisamente lo que se está cocinando para el futuro inmediato. No se ven nada fáciles los próximos dos años.

Para López Obrador es una mala noticia. Las elecciones del 2024 se darán en medio de un contexto nada favorable en una economía estancada desde que llegó a Palacio Nacional.

Se acabó la fiesta del dinero gratis. Comienza la cruda. Poco a poco la sensatez regresa a los precios de los activos.

Agárrense fuerte que vienen caídas empinadas.

Twitter:@leozuckermann