Hay Edomex para el 2024

Que sea una mujer la que ahora gana una elección del tamaño del Edomex, es un dato para la ciencia política y que abona a la feminización de nuestra democracia, aunque los que no votamos allá hubiéramos preferido algo de otra clase y nivel.

Leopoldo González

La preocupación que hoy inquieta a los demócratas y ha puesto a trabajar a expertos en todo el mundo, es que en los procesos electorales se está eligiendo a los peores, en lugar de escoger a personajes capaces y con méritos para la función pública.

PUBLICIDAD

El triunfo de Delfina Gómez rumbo a la gubernatura del Estado de México, al margen de que admite una gran cantidad de lecturas, se inscribe en la moda del momento: precarizar todo en la vida pública, empezando con el discurso, para generar la sensación de que el mejor populismo es pueblo raso y su lenguaje no es otro que el del pueblo raso.

Que sea una mujer la que ahora gana una elección del tamaño del Edomex, es un dato para la ciencia política y que abona a la feminización de nuestra democracia, aunque los que no votamos allá hubiéramos preferido algo de otra clase y nivel.

Si Delfina Gómez, eslabón mexiquense de un proyecto nacional, tiene limitaciones por demás obvias y su falta de luces refuerza la idea de que no hay nada mejor que “lo popular”, entonces -para los que no lo han entendido- la suma de “masa” más “masa” da como resultado indiscutible una “masa” al cuadrado.   

PUBLICIDAD

Parece que esta tendencia seguirá su curso, por lo menos mientras dure la otra tendencia más arraigada y profunda que vio la luz al despuntar el siglo XXI: la de la era de los líderes autoritarios, que a su vez ha dado forma a lo que yo llamo “la era de la asnidad”, la cual consiste en menospreciar lo técnico e intelectual y en empoderar la nulidad y la torpeza como signos distintivos de un metafórico -y a veces literal- retorno a las cavernas.   

Morena se afianza como alternativa electoral para el 2024, porque la masa presupuestal anual que ejerce el Edomex se halla entre las cinco más importantes y su lista nominal de electores es la tercera en el país, mientras la oposición continúa en el shock o marasmo de no saber qué hacer, de la falta de una narrativa elaborada con enjundia e imaginación y a la espera de un milagro caído directamente del cielo.

El camino de México es complicado, porque se halla entre un experimento -pobre en contenidos- que no le ofrece resultados desde el poder y una oposición que carece de respuestas para enfrentar a quienes a diario despliegan una agenda de deterioro y destrucción nacional, teniendo como eje el ego enfermo de un culto a la personalidad.

Cada triunfo de Morena, en la elección de que se trate, es una buena noticia para Morena y sus redes clientelares, no para el país.

Cada triunfo de Morena y sus candidatos, nos acerca más a la placenta caliente del autoritarismo -incluso de la dictadura populista- y nos aleja cada vez más del México democrático que hemos sido y deberíamos seguir siendo.

Cada triunfo de Morena, mientras ese partido no cambie, seguirá subordinando el destino nacional al holgazán con suerte, al grillo y politiquero, al experto en barricadas sociales y al resentido que funciona con los mecanismos psicológicos básicos, porque toda esta estirpe de finísimas personas está peleada con la eficacia, la productividad, la cultura del esfuerzo y la aspiración al éxito por méritos propios.

Por supuesto, igual que en toda causa, también en Morena hay excepciones: los emprendedores y aspiracionistas que militan ahí, deberían hacer un esfuerzo importante por evitar que sus siglas sean una estafa más en la historia de México.

Un cielo y un tiempo nublado nos persiguen como un signo o una señal de algo: quizás esa señal apunta a un tocar fondo para comenzar de nuevo, o tal vez se trata de una lección no buscada que la historia quiso mandarnos para que entendiéramos el lado más oscuro que hay en la política de nuestro tiempo.

En ocasiones la luz no es de primer plano ni toca de frente a nuestro rostro: se revela y aparece después del salto poético que implican varias capas de obscuridad. Sin embargo, a veces la luz es un producto tan fino, tan escaso y preciado que hay que descubrirla a través de un filtro oscuro y una retina de sombras.

Así como Marx decía, a propósito de la alienación, que “el esclavo besa sus cadenas”, y Stalin se ufanaba de tener a la gallina desplumada por él mismo comiendo de su mano, México puede ser visto a contraluz como un islote de negrura que ama las sombras.

México está llamado a resolver sus desajustes con su pasado y sus propios dilemas psicológicos, antes de emplearse a fondo en la ruta estructural que lo lleve a la solución de sus problemas ideológicos y políticos. El ´yo social´ es una proyección de los tejidos interiores que hacen que el individuo sea como es.

Creer en la bondad del líder y el político populista es como creer que un beso del infierno es un fenómeno celestial; asumirlo así sería una actitud no sólo ilógica, sino candorosa, necia y contradictoria, porque la maldad no esconde nada bueno.

El Edomex será el cuarto de espadas de la elección presidencial de 2024; tan es así que ya Morena echó el minino a retozar.

La poca oposición que hay en México la ejercen la academia, la judicatura, ciertas estructuras electorales, el periodismo y el sector intelectual del país: ojalá de ahí surja la narrativa de un liderazgo poderoso capaz de salvar a México.

Pisapapeles

Escribió José Emilio Pacheco: “Por fin tenemos que hacerlo todo / a partir de esta nada / que por fin somos”.

leglezquin@yahoo.com