La elección judicial del domingo pasado mostró muchas cosas, entre otras, a un gobierno federal que no halla la forma de sacarle la vuelta a su derrota y a un México que se resiste a perder la esperanza. El proceso legislativo que dio pie a la elección del domingo tuvo su origen en un pronunciamiento y una iniciativa de López Obrador, fruto del rencor y la víscera inflamada, por los que se propuso acabar con un Poder Judicial republicano y democrático, para poner en su lugar a un Poder Judicial popular, partidista, poco profesional y encima guinda, que sirva -dicen ellos- al pueblo. Al inicio de su periodo constitucional, la señora Sheinbaum intentó, aunque muy tímidamente y sin mucho afán, detener o posponer ese ejercicio electoral, quizás porque no lo veía conveniente o porque agregaría una crisis más a las muchas que ya vive el país. No se sabe bien qué es lo que hizo cambiar de valoración y opinión a la señora Sheinbaum, pero hubiera sido muy recomendable, y se habría visto como un acto de congruencia democrática y de genuino patriotismo, su renuncia a seguir el trazo y el guion que le dejó su antecesor, el hombre que se esconde tras el uniforme de 78 militares-sirvientes en el sureste de México. No se atrevió ni se ha atrevido la señora Sheinbaum a un deslinde frente al “Mesías tropical”, tanto en temas de políticas públicas como en el asunto del Poder Judicial. Pero una cosa es cierta: el país, que ve y juzga su comportamiento como jefa de Estado y de gobierno, sabe y comenta en medios y redes que no se ve muy bien, que no luce muy bien haciendo un trabajo que otro le encargó. Por esta y otras razones, no habla con convicción, no convence ni conmueve en sus mañaneras. Si algo no debe hacer un político y un gobernante, es transformar su estilo de comunicar en una apología del aburrimiento: un formato de comunicación basado en clichés y lugares comunes, no es la mejor forma de comunicar. Hay dos extremos, con ejemplos que los ilustran, en los que no se debiera incurrir a la hora de comunicar algo importante y trascendente. Un día después de la elección judicial, de la que saldría teórica y prácticamente una revolución jurídica mundial, la señora Sheinbaum salió a decir, como corresponde a su investidura, aunque tal vez con fingido entusiasmo, que había sido “un gran éxito”. El otro ejemplo, este sí antiejemplar y anticlimático, escudero de ocurrencias, Quijote de utopías que no entiende, modelo de intolerancia, sobreactuado en su dogmatismo y frecuentemente repulsivo, es el señor Fernández Noroña. Esta vez, como que no se midió. De una elección en la que sólo votó el 11% del Padrón Electoral, en la cual los votos nulos fueron 5.1 millones y la votación válida efectiva con trabajos llegó a 8.61%, el señor Noroña salió a decir que había sido “una hazaña”. Esta forma de comunicar, bastante desafortunada, permite la asociación con el estilo de memorándum que hizo viral hace unos días Esteban Moctezuma, llamando “éxito” a la imposición de aranceles a México en un 3.5 por ciento, distinto al 5% que se había anunciado, y además facilita la asociación con el legendario General Pirro, cuyas últimas victorias casi todas fueron “pírricas”. La propaganda tiene límites. Si se usa una batería de encuestas, como instrumento de propaganda y de divulgación, para posicionar un nombre o una marca, conviene saber que lo que se hace es presentarle al público no una parcela de la realidad, sino un artificio de propaganda. La propaganda tiene límites, entre otras cosas, porque no hace milagros. El formato burdo de una simplificación propagandística, inmediatamente lo advierte el hombre y la sociedad visual, y su primera reacción es el rechazo. En otros términos, quien no sepa dorar la píldora de la propaganda que intenta vender algo, que se retire del elenco de los publicistas; asimismo, el político que no ha entendido que su comunicación pretende sorprender la inteligencia de muchos con demagogia barata, o cambia de asesor de imagen y de discurso o se dedica a otra cosa. Pisapapeles La propaganda es aire habitado por palabras e imágenes, y por descargas psíquicas, que bien utilizada puede cambiar a un pueblo o el paisaje de una época. leglezquin@yahoo.com