Ucrania en llamas

Aunque Rusia ha fundado su ofensiva en la vocación imperial que viene del Gran Imperio Otomano…

Leopoldo González

El 24 de marzo se cumplirá un mes del inicio de la invasión rusa a Ucrania, sin que a la fecha hayan caído las principales ciudades o se haya definido claramente la ocupación en favor del Kremlin.

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Si Ucrania ha podido resistir, presentar combate e impedir que las fuerzas invasoras se adueñen del territorio, la historia y el poder ucranianos, es porque los ejércitos regular y callejero luchan con mística de compromiso y por convicción en defensa de lo que es suyo.

Aunque Rusia ha fundado su ofensiva en la vocación imperial que viene del Gran Imperio Otomano, pasó por el Imperio de los Zares, llegó intacta a la exURSS y tiene como heredero el gen autoritario de Putin, su debilidad radica en la sinrazón misma de la guerra, en que sus militares se limitan a seguir órdenes y en el hecho de que la suya es una guerra contra el mundo.

Ucrania es a Rusia y Europa, desde el siglo XX, lo que fue Polonia en los siglos XVIII y XIX: reserva importante de recursos naturales y maderables, asiento de sociedades curtidas en hondas tradiciones religiosas y culturales y, además, granero de Europa.

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Si Rusia nació, como señalé en un artículo anterior, en la tradición del Rus de Kiev y preserva la raíz de pueblos originarios en la región de Donesk y Lugansk, en la zona de Donbass, esto explica muchas cosas: entre otras, que uno de los móviles de esta guerra es la búsqueda del origen y la posesión de la memoria histórica, como ha ocurrido desde fines del siglo XX y ocurre aún en muchos pueblos del mundo.

Para legitimar la embestida sobre Ucrania, Putin habla de grupos neonazis apoderados de Kiev: falso, los verdaderos émulos de Hitler están en el Kremlin.

El 19 de marzo, para inhibir o neutralizar al enemigo interno, de abierto activismo en favor de Rusia, el presidente Volodímir Zelénsky, quien vive a salto de mata y entre lenguas de fuego, declaró proscritos a diez partidos prorrusos en Ucrania.

Sé que el uso de la palabra “imperialismo” para designar a la Unión Soviética ayer, y a Rusia hoy, todavía escandaliza a algunos fieles impenitentes, muchos de los cuales siguen añorando los días del “padrecito Stalin”, a pesar de que se distinguió por “su brutalidad” (Lenin dixit) en el control de las naciones sometidas.

A Putin le interesa la entraña madre y la posesión de la memoria histórica del gran Rus, pero también la posesión del enorme cúmulo de riquezas que representa Ucrania en recursos minerales, argentíferos, energéticos, naturales, tecnología y desarrollo agrícola.

La Ucrania en llamas de hoy ha ocupado el primer lugar de Europa en reservas recuperables probadas de minerales de uranio; el segundo en Europa y décimo en el mundo en reservas de mineral de titanio; el segundo en el mundo en reservas explotadas de minerales de manganeso, con el 12% de las reservas mundiales; tiene la segunda reserva de mineral de hierro más grande del mundo, que representa alrededor de 30 mil millones de toneladas; es segundo lugar en Europa en reservas de mineral de mercurio; es tercer lugar en Europa y 13° en el mundo en reservas de gas de esquisto, con 22 billones de metros cúbicos; es séptimo lugar en el mundo en reservas de carbón, con aproximadamente 33, 900 millones de toneladas y, por último, es cuarto lugar en el mundo por el valor total de sus recursos naturales.

Además, es el número uno en superficie de tierra cultivable de Europa; tercer lugar mundial por el área de suelo negro (25% del volumen mundial); primer lugar en el mundo en exportaciones de girasol y aceite de girasol; segundo lugar mundial en producción y cuarto en exportación de cebada; cuarto productor de papa más grande del mundo; quinto mayor productor de centeno; quinto lugar mundial en producción de abejas; octavo lugar del mundo en exportación de trigo; décimo tercer lugar mundial en exportación de queso y, por aquello de que a veces las crisis de huevo los vuelven insuficientes, Ucrania es el noveno lugar mundial en producción de huevo de gallina.

Que Ucrania es el primer productor de amoníaco de Europa, el cuarto sistema de gasoductos de gas natural en el viejo continente, el tercero más grande en Europa y octavo en el mundo en capacidad instalada de centrales nucleares y uno de los primeros en red ferroviaria, es absolutamente cierto, como lo saben sus vecinos y las grandes potencias.

No obstante, para quienes formamos parte de la cultura y la civilización del maíz, originada historia adentro en el valle de Tehuacán, Puebla, es relevante que Ucrania sea el tercer mayor productor y el cuarto mayor exportador de maíz en el mundo, dentro de una estadística en la que México no pinta.

Es decir, tanto por razones históricas como por causas geopolíticas y geoeconómicas, Ucrania es hoy el ojo en la tormenta de una guerra fundada en la sinrazón, en la ambición y el hambre de poder del paranoico Vladimir Putin. Nada más.

Debido a que la historia no es un absoluto que se realiza sino un proceso que sin cesar se afirma y se niega, debemos ver con prudente reserva lo que ocurre en los campos de batalla de aquel país. Si la inteligencia vence a las llamas, podremos ver con cierta esperanza el futuro. Si las llamas vencen a la inteligencia, lo que procede es encomendarse al Dios en el que cada uno crea, con una sola salvedad: los dioses de barro son como los de la propaganda: no se salvan ni a sí mismos.

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Dice Hölderlin, el poeta alemán, que hemos aprendido a nombrar lo divino y los secretos del universo. La condición humana es lo que a mí no deja de intrigarme.

leglezquin@yahoo.com