PUNTO NEURÁLGICO | Dependencia y soberanía

El gobierno de los Estados Unidos nos aprieta un día sí y otro no

El gobierno de los Estados Unidos nos aprieta un día sí y otro no. Nos sale con diversos pretextos para mantenernos en constante tensión: que le va poner aranceles a nuestros jitomates, que le debemos agua, que nuestros migrantes son unos criminales, que siempre sí les va a poner aranceles a unos productos y a otros no, que siempre sí somos sus amigos porque tenemos una presidenta que dialoga con él, que le va a cerrar la frontera a nuestro ganado, etc.

Y nosotros, asustados, ofreciéndole al presidente norteamericano nuestra colaboración más no subordinación, porque somos una nación libre, soberana e independiente como cualquier otra que se precie de serlo.

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Pero además de los ataques permanentes de los gringos, El Fondo Monetario Internacional anuncia una contracción del Producto Interno Bruto de -0.3% para la economía mexicana en 2025, tomando como base, supuestamente, la política arancelaria implementada por Donald Trump. Nosotros nos inconformamos porque esto no coincide con nuestros datos. Los analistas de la Secretaría de Hacienda estiman que tendremos un crecimiento económico entre 1.5% y 2.3% para este año.

Pero, en fin, estas no son más que proyecciones o, dicho de otra manera, estimaciones de analistas que podrían ser o no ser de acuerdo al comportamiento de la economía global y las acciones que emprendamos para incentivar el crecimiento económico de nuestro país.

La guerra comercial arancelaria a nivel global emprendida por Trump es un mal presagio. Es evidente que su principal enemigo comercial es China y que no encuentra el mecanismo para debilitar a esa potencia que produce sus productos mejores y más baratos que el vecino país del norte.

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La lógica del magnate norteamericano ha sido echarle la culpa a sus predecesores, a los presidentes norteamericanos que celebraron tratados de colaboración comercial con sus aliados lógicos, sus vecinos fronterizos. Esos tratados fueron, según él, el motivo de su desgracia y el inicio de la decadencia de los Estados Unidos, porque permitieron que los mexicanos y los canadienses nos aprovecháramos de su inocencia y obtuviéramos la mayor ventaja de esos acuerdos comerciales.

La otrora grandeza de los Estados Unidos se las quitamos sus vecinos en convenios leoninos y ventajosos para nuestros países. Esa alianza fue perniciosa porque las empresas norteamericanas decidieron trasladar sus maquiladoras a los países de sus supuestos aliados que no hicieron más que aprovecharse de su buena voluntad y su riqueza. Esa es su lógica.

Pero la verdad es que dejaron de ser competitivos a nivel internacional en gran medida porque les gusta dedicarse a la especulación financiera en Wall Street. Convirtieron en deporte nacional invertir en la bolsa para no trabajar olvidando que lo único que produce la riqueza es el trabajo. Se durmieron en sus laureles mientras los chinos, disciplinados, inteligentes y emprendedores les comieron el mandado; ¡perdón!: les ganaron el mercado.

El concepto tradicional de soberanía se ha visto rebasado por el poder de las empresas trasnacionales que son, a fin de cuentas, quienes imponen sus condiciones a los jefes de Estado “bananeros” (palabra acuñada por los gringos para referirse despectivamente a las naciones que sólo producen materia prima). El poder político de los líderes de los países tercermundistas está doblegado por el mercado.

Es una contradicción lógica hablar de orgullo nacional y ser conscientes de que la vida de tu población depende del precio que decidan ponerle a tus plátanos, único producto de exportación con que se cuenta. Y, en el colmo de las desgracias, te das cuenta que después te regresan con un valor agregado, en latas con conservadores el mismo plátano que tú les vendiste.

Así funciona la economía del mundo contemporáneo y, por desgracia, llegó a la presidencia de los Estados Unidos un empresario que ve en las relaciones internacionales sólo intereses.

Trump impone su política arancelaria partiendo de una lógica basada en prejuicios raciales y la creencia de que los drogadictos norteamericanos que consumen sustancias como el fentanilo van a dejar de consumir cuando la droga no la introduzcan a su país por las fronteras de México y Canadá. En su lógica los productores de droga en su país no existen y la introducción del opioide sólo se hace por nuestras fronteras.

La lógica del mercado nos dice que mientras siga habiendo demanda habrá producto; más caro, pero habrá producto, aunque no seamos nosotros los que lo suministremos.

Nos hemos visto obligados a plegarnos a muchas de las exigencias de las autoridades norteamericanas porque somos conscientes de nuestra dependencia económica; les hemos ayudado a detener a los migrantes; les hemos permitido que sobrevuelen nuestro territorio; les hemos entregado a criminales "Vía FasTrak"; les hemos tolerado todas sus balandronadas y, aun así, siguen buscando pretextos para sancionarnos.

En la Basílica de San Pedro de El Vaticano, momentos antes del funeral del Papa Francisco, se reunieron Donald Trump y Volódomir Zelenski, presidente de Ucrania, supuestamente para hablar sobre negociaciones de paz. Creo que ningún sitio es inconveniente para hablar de la paz en el mundo; pero, en este caso, pienso que sólo se sentaron a conspirar contra Putin, porque a Donald Trump yo no le creo nada.

luissigfrido@hotmail.com