Pero qué necesidad

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Luis Sigfrido Gómez Campos

 

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Algunas veces he manifestado mi convicción de que Andrés Manuel López Obrador va a ser el presidente de México. Esta convicción se ha basado en el elevado porcentaje que le dan las encuestas yal desengaño de los ciudadanos en los políticos tradicionales y en los partidos que hasta ahora han gobernado.

Los puntos porcentuales de diferencia significan millones de votos ciudadanos con la voluntad y convicción de un cambio político. Con sólo mantener un bajo perfil y no pelearse con los sectores más representativos de la sociedad le alcanza para ganar, dije. Sólo tiene que aprender a nadar de muertito.

Pero tal parece que era mucho pedirle a López Obrador quien al finalizar la semana pasada no pudo más y se bronqueó con la clase empresarial de este país. Les dijo a los miembros del Consejo Mexicano de Negocios (CMN), entre otras cosas, quese oponen al cambio de régimen porque no quieren dejar de robar.

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Otras organizaciones empresariales decidieron hacer bloque con el referido Consejo y le recriminaron al candidato presidencial tabasqueño su actitud rijosa y lo llamaron intolerante.

Las redes sociales en el internet se saturaron de mensajes a favor y en contra de la actitud crítica de Andrés Manuel, nadie pudo permanecer al margen de la discusión. Un conflicto como éste es de ocho columnas y enciende los ánimos y las pasiones hasta de los más apáticos porque revive añejas rencillas que permanecían en el olvido.

Pero hay quien se pregunta si será oportuno iniciar un debate sobre asuntos de tal relevancia en plena campaña por la silla presidencial. Los más contentos son los candidatos de la oposición con posibilidades, Meade y Anaya, quienes saben que esta polémica puede conducir al tabasqueño a la pérdida de algunos puntillos porcentuales y a un posible descenso en espiral que lo pusiera en serios aprietos el día de las elecciones.

Esta nueva versión del viejo compló para bajar del caballo al Peje desde esta trinchera empresarial la inició el mismísimo otrora hombre más rico del mundo Carlos Slim, quien en una conferencia a mediados de abril pasado externó su oposición abierta al proyecto de AMLO de pretender modificar sustancialmente el proyecto más ambicioso de este sexenio, el del aeropuerto de la Ciudad de México.

Dicen que la acometida del rico empresario tuvo que ver con la defensa de sus intereses, pues tiene grandes inversiones en dicho proyecto. Recordemos que Andrés Manuel no se amilanó y encaró a Slim diciéndole que él arriesgara su propio dinero en el aeropuerto, pero que el dinero de los mexicanos no se iba a malgastar en eso. Algo más o menos así dijo.

Ahora, en este nuevo pleito, el candidato presidencial de Macuspana aseguró que el panista Ricardo Anaya se reuniócon cinco de los más fuertes empresarios de nuestro país, en la casa de uno de ellos a conspirar en su contra; que allí le propusieron a Anayallegar a un acuerdo con Peña Nieto para unir todas las fuerzas opositoras en un sólo frente y obstaculizar su llegada a la presidencia. Ante esa seria presunción conspirativa, el candidato del partido MORENA se les fue a la yugular y los llamó “minoría rapaz que no quiere perder el privilegio de mandar”.

Independientemente de cuántos sean los susodichos empresarios y si fue cierta o no la reunión que sostuvieron con Ricardo Anaya para confabularse en un solo frente en su contra, lo cierto es que Andrés Manuel picó el anzuelo y se lió con un sector importante de la sociedad nacional. No se trata de pequeños o medianos empresarios, se trata de pesos completos que estaban agazapados esperando que el tres veces candidato a la presidencia aceptara el reto de enfrentarse a ellos para tener pretexto de acusarlo de intolerante, autoritario y peligroso.

Se dice que este enfrentamiento, tarde que temprano se veía llegar; que lo único que hizo Andrés Manuel fue adelantarlo. Que se trata del mismo grupo que en las dos ocasiones anteriores maniobró desde las sombras para obstaculizar su arribo a la silla presidencial.

Lo cierto es que no se trata de un cabildeo en el que cada una de las partes mide las fuerzas del otro; se trata de una lucha real entre un grupo de poder fáctico muy poderoso y un hombre que muy probablemente llegue a la presidencia de la república. Se trata de un fenómeno político inédito de la etapa postrevolucionaria mexicana.

La clase empresarial es un sector de la sociedad que tiene derecho a agremiarse y defender sus legítimos intereses. No podemos minimizar la importancia de la participación de este sector tradicionalmente ligado de manera muy estrecha a los asuntos del poder.

Es clara la posición política de AMLO de replantear un nuevo proyecto de nación en el que le asigna un nuevo papel en el escenario nacional a ese sector. Pero cabría preguntarse si éste es el momento político correcto de enfrentar este reto. ¿Es sano que desde ahora como candidato los amenace y enfrente?O estamos ante un acto de irresponsabilidad como candidato que lo puede llevar al fracaso electoral. Yo digo que nadamás tenía que aprender a nadar de a muertito para llegar a la grande. Sin embargo a Andrés Manuel le gustan los retos. Como solía decir el gran Juan Gabriel: “pero qué necesidad”.

luissigfrido@hotmail.com