PUNTO NEURÁLGICO

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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René

Luis Sigfrido Gómez Campos

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René presentó su último disco el pasado viernes por la noche en La Casona del Teatro, un espacio como tantos en la ciudad de Morelia destinados a difundir las diferentes manifestaciones de la cultura de la ciudad y del estado. El artista me distinguió con la invitación al evento a principios de la semana pasada. Lamento no haber podido acompañar a mi amigo en tan significativa fecha para el conocimiento y difusión de su última producción. Asuntos personales y de trabajo me ataron a la tierra donde tengo mi residencia oficial.

Adivino que muchos se estarán preguntando legítimamente: ¿y quién es ese tal René? ¿a qué viene tanta zalamería con un personaje que en su casa lo conocen? Y yo les respondería sin ambages: se trata del mejor compositor de música popular que ha producido Michoacán después de Chucho Monge; uno de los ejecutantes más virtuosos de la guitarra y un artista excepcional que, no obstante todo su talento, no supo, no pudo o no quiso aprovechar los pequeños resquicios que la fortuna le presentó en dos o tres ocasiones en el transcurso de su vida, para consagrar su nombre en la marquesina de la historia musical de México.

Algunos dirán: “¡ya, que le baje dos rayitas a su aseveración! ¿y dónde deja a Marco Antonio Soliz, a Juan Gabriel, a Martín Urieta, a José Misael y a tantos compositores de gran talento que han nacido en estas tierras?” Yo les respondería con mucho respeto a quien esto se pregunta: para estar en condiciones de formarnos una opinión con sustento, faltaría conocer la obra, o parte de la obra de ese tal René e incluso las de otros compositores medianamente conocidos. No podemos elaborar un juicio de comparación certero si no contamos con los elementos que habremos de valorar.

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Refería, en un artículo reciente, que no cabe discusión alguna cuando alguien simplemente expresa su opinión: “me gusta o no me gusta”; pero es un error muy frecuente intentar otorgarle valor universal a una modesta opinión. Y formulaba la interrogante necesaria en términos axiológicos: “La obra tiene un valor en sí, el agregado cultural del autor, o el valor se lo otorga el espectador, el consenso social”. Me atreví a emitir la conclusión de que el valor artístico de una obra no depende del agrado o el rechazo de las mayorías, porque si las mayorías determinaran lo que es valioso, tratándose de música popular, tendríamos que concluir que cualquier reguetonero o compositor de narcocorridos sería el mejor. Por tanto, no es asunto de consenso, no es algo que se pueda resolver democráticamente.

René, El Señor de la Canción, es el trovador por excelencia de la vida moreliana; el compositor excelso que jamás salió de su terruño sino en incursiones breves, poco significativas, que no cambiaron el rumbo de su suerte profesional; el creador no reconocido que cautiva en la primera ocasión que se le escucha; el arrogante artista, consciente de su talento, que descalifica sin rodeos la expresión artística a la que no reconoce méritos; el virtuoso guitarrista a quienes los mejores ejecutantes reconocen; el original y prolífico creador; el letrista exacto y armonizador perfecto para ensamblar con belleza la letra y música de sus canciones; al artista que cuando se le conoce no puede pasar inadvertido: o lo admiramos o lo envidiamos; el intérprete sutil, fino, que sin aspavientos ni estridencias comunica su sentimiento como suave briza; el mejor compositor michoacano de la actualidad.

¿Que no ha sido nominado a los Grammy, ni invitado al festival de Viña del Mar como el Bucky? Cierto. ¿Que no ha obtenido galardones ni premios en los festivales de música o en la sociedad de compositores? También es cierto. ¿Qué su obra no ha llegado a las masas? Lo mismo. ¿Que no ha sido reconocido por nadie? Es una gran mentira, yo si lo he reconocido.

El maestro René ha sido amigo y prestador de sus servicios profesionales de varios exgobernadores de Michoacán, alguno de los cuales incluso lo apoyó en la grabación de algunos de sus discos; lo llamaban para que les cantara en sus tertulias privadas y le hicieron creer que lo admiraban, pero nadie, absolutamente nadie de los que tuvieron el máximo poder en nuestro estado, le hicieron un homenaje como el que merece. Igual pasó con los que fueron presidentes municipales de Morelia, muchos de ellos lo conocen, pero perdieron la capacidad de admiración para apreciar las cosas bellas; para reconocer nuestros propios valores.

Rene, El señor de la canción, quien también se hace llamar René Patiño Villalón, de los Villalón del mas rancio linaje moreliano, presentó el pasado viernes su 4° C.D. Puras canciones inéditas de su más reciente creación. Su disco se llama: Amor en París, título de una de las canciones que suele interpretar acompañado por el Maestro de Maestros Pepe Herrera en el Sax, con un arreglo musical que lleva un pedacito de La vida en rosa.

No pude asistir a la presentación de tan interesante disco; algunos de mis amigos acudieron y me transmitieron su emoción. Mi amigo Arturo Hernández me contó los pormenores y me envió las fotografías del C.D. Son 14 melodías que estoy ansioso por escuchar. Si dices ser un moreliano auténtico no puedes dejar de oír esta música. La obra de René no requiere el reconocimiento social para ser lo que es: una obra valiosa que vale en sí, por lo que el propio autor ha sabido impregnarle.

luissigfrido@hotmail.com