PUNTO NEURÁLGICO |El atentado contra Ciro

Cuando se atentó contra la vida de Ciro Gómez Leyva, la noche del 15 de diciembre pasado, algunas malas conciencias, afortunadamente las menos, minimizaron el hecho o se atrevieron a manifestar su desagrado con el periodista por su forma de pensar. Nadie en su sano juicio debe alegrarse por las desgracias ajenas. Afortunadamente las manos asesinas no lograron su objetivo de silenciar al famoso periodista.

Luis Sigfrido Gómez Campos

“Alguien me quiso matar anoche; me dispararon desde una motocicleta, no tenía ninguna amenaza, no tengo pleitos personales con nadie, no tengo deudas”, narró Ciro Gómez Leyva en su programa de noticias al día siguiente que balearon su camioneta cuando salía de trabajar.

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Hoy, están detenidas y vinculadas a proceso 12 personas por ese hecho, incluido el autor material, quien declaró que mató al conductor de la motocicleta desde donde le dispararon al periodista. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) dio a conocer que obtuvo la vinculación a proceso contra Héctor Eduardo “N”, alias “El Barth”, sujeto que habría disparado a Ciro.

Ciro Gómez Leyva es un conocido informador que se ha caracterizado por ser un crítico sistemático de la 4T y del presidente López Obrador, por lo que el atentado contra su vida generó una serie de comentarios, la mayoría solidarios, de algunos sectores de la sociedad, incluyendo a funcionarios de primer nivel del gobierno federal.

En un principio, ante la gravedad del acontecimiento, encendí las alarmas; después, tuve la oportunidad de reflexionar respecto de las implicaciones políticas que acarrearía el atentado en el marco de las complejas relaciones del presidente López Obrador con la prensa nacional: “se le van a echar encima”, me dije. Y así fue, la prensa nacional reaccionó de manera muy severa contra el programa federal de Seguridad Pública que pondera los abrazos antes que los balazos.

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Mi buena fe me alejó de falsas suposiciones respecto de la comisión de un auto atentado o una conspiración de alto nivel del gobierno federal para destruir a sus adversarios, eso lo dejo para mentes más maliciosas.

Los opositores de la 4t aprovecharon para echarle leña a la hoguera, se regodearon acusando al propio presidente de instigar a sus huestes en contra de los periodistas que lo critican. Y, también, del otro lado, hubo quien dijo que parecía muy raro que los sicarios fueran tan torpes, que cuando alguien quiere asesinar a alguien, generalmente logra su cometido, que en este caso hubo gato encerrado, que todo fue una farsa para dañar la imagen del presidente, así dijeron.

Lo cierto es que, como en todo, la opinión pública está dividida. Es un episodio más de la llamada polarización. La mayoría de la gente se dio a la tarea de realizar juicios anticipados, pero, en esta ocasión, las autoridades reaccionaron con prontitud en las indagaciones y les siguieron la pista a los autores materiales de este atentado.

Pero, como dijera el cronista deportivo, esto no se acaba hasta que se acaba. El proceso jurisdiccional y las pesquisas siguen su curso y, a fin de cuentas, vaya usted a saber qué rumbo agarren. De lo que sí podemos estar seguros es que seguirá siendo un asunto muy ríspido por el personaje de quien se trata: un periodista.

En México han sido asesinados, en lo que va de este gobierno, 37 comunicadores; mientras que, durante el sexenio pasado, cuando gobernó Peña Nieto, fueron ejecutados 47 periodistas. Del año 2000 hasta esta fecha 157 informadores han perdido la vida de manera violenta por motivos relacionados con su trabajo. En este mismo período, en Michoacán, han asesinado a seis periodistas.

Es cierto que cualquier muerte por violencia es lamentable, pero cuando se atenta contra la vida de un informador se está quebrantando la mismísima libertad de expresión. Por eso es altamente significativo un crimen contra alguien que se dedica a esta delicada labor.

En un Estado democrático de Derecho los periodistas deben contar con la garantía de poder expresar lo que piensan a través del medio que elijan sin que corra algún riesgo su integridad. La clásica expresión de Voltaire que reza: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, es la divisa del máximo respeto que toda autoridad debe profesar a quien ha elegido el oficio respetable del periodismo.

En el mundo civilizado debemos aprender a dirimir las controversias ideológicas a través del derecho y de las elecciones libres. Debatir los grandes problemas nacionales a través del ejercicio periodístico crítico, debería ser la única forma de desacuerdo. Pero cuando alguien se quiere hacer escuchar por medio de las armas y acallar alguna expresión legítima, retiembla en su centro la tierra.

Podemos estar en desacuerdo con el periodista Gómez Leyva por el contenido de su crítica mordaz hacia el presidente; podemos cambiar de canal o sintonizar otra estación de radio cuando habla, pero, por el bien de todos y de nuestra democracia, debemos repudiar todo atentado contra la vida de un periodista, independientemente de que estemos en desacuerdo con su mensaje. Matar al mensajero no es la solución a los grandes problemas nacionales.

Cuando se atentó contra la vida de Ciro Gómez Leyva, la noche del 15 de diciembre pasado, algunas malas conciencias, afortunadamente las menos, minimizaron el hecho o se atrevieron a manifestar su desagrado con el periodista por su forma de pensar. Nadie en su sano juicio debe alegrarse por las desgracias ajenas. Afortunadamente las manos asesinas no lograron su objetivo de silenciar al famoso periodista.

luissigfrido@hotmail.com