PUNTO NEURÁLGICO | Estado de inocencia

nuestro mundo gira en torno al sistema capitalista, que toma cualquier tipo de conmemoraciones, tradiciones y creencias para vender y obtener ganancia de ello, en este punto es donde nos preguntamos si vale la pena seguir guardando la inocencia.

Luis Sigfrido Gómez Campos

El diccionario de la Real Academia de la Lengua establece tres acepciones distintas para el término inocencia: un estado del alma limpia de culpa; exención de culpa en un delito o en una mala acción y, por último: candor, sencillez. Otros se refieren a la inocencia como una falta de malicia, mala intención o picardía. La condición para el que está libre de pecado o de culpa generalmente está reservado para quien no ha cometido una mala acción oes sometido a un proceso judicial; por ejemplo: “todo acusado tiene derecho a la presunción de inocencia”.

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Pero la inocencia como un estado del alma limpia de culpa, o el candor y la sencillez de los niños y de ciertas personas de buena fe, no es otra cosa que cierto estado de desconocimiento; un grado de menor experiencia en algunos temas de la vida debido muchas veces a la desigualdad social o elección de ciertas normas morales que se han adoptado durante la vida.

Ser inocente no es lo mismo que ser ignorante. La inocencia, generalmente es un término que se emplea en forma positiva. La ignorancia del inocente es una visión dichosamente positiva del mundo, una ausencia de maldad, contraria al mayor conocimiento que proviene de hacer el mal, de ahí que se relacione con ese sentido bíblico del Árbol del conocimiento del bien y el mal.

La inocencia puede tener también un significado peyorativo. Cuando alguien que, por virtud de su grado de experiencia supuesta y conocimiento adquirido exhibe, con delicado candor, cierto grado de ignorancia, muchas veces nos genera eso que llamamos “pena ajena”, y eso, no puede ser sino objeto de lástima. En ese sentido, nos referimos ese “pobre inocente” con cierta conmiseración.

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La ignorancia simplemente refiere una falta de conocimiento y, en un sentido general se utiliza de manera despectiva para el que no sabe: “no sabe que no sabe”, suelen ridiculizar a aquel que es tan ignorante que ni siquiera es capaz de darse cuenta del grado de su estulticia, cuando además de ignorante es necio.

La inocencia de los niños que aceptan las mentiras piadosas que los adultos inventamos para prolongar hasta donde sea posible ese estado del alma limpia de culpa; ese candor y sencillez; esa falta de malicia, picardía, o mala intención, ¿debe ser preservada? O podemos discernir que esas tradiciones, por engañosa y encubridoras de la realidad, deberían desaparecer.

Estas interrogantes me hacen recordar esa película italiana que fue galardonada con un Oscar a la mejor película extranjera, entre otros muchos premios, en la última década del siglo pasado: La vida es bella, cuyo argumento central se refiere al padre de un menor que, siendo judío, padece, siempre junto a su hijo, los horrores de la segunda guerra mundial en un campo de concentración. Pero tanto es el amor que profesa a su hijo y tan extremo el terror aque se ven sometidos, que se la pasa ocultándole a su hijo la realidad que están padeciendo. Uno de los grandes méritos de esta película de Roberto Benigni, es haber realizado una comedia de un hecho tan trágico como el holocausto.

La protección del estado de inocencia de su hijo es el tema central de esta obra de arte. Y también constituye la razón fundamental en que se basa la creencia en los grandes mitos infantiles. Sin ellos, esta triste realidad carecería de magia.

Es cierto que el comercio aprovecha todo tipo de conmemoraciones, tradiciones y creencias para vender. Podríamos decir que todo lo pervierte, pero vivimos en un mundo global donde la mayoría de las cosas se comercializan por un precio y la ganancia es el factor principal del funcionamiento del sistema capitalista.

Este conocimiento nos deja dos alternativas: o te conviertes en un Grinch que combate y odia todas las festividades creadas por el capitalismo consumista, o decides aceptar, sumarte y fomentar unas tradiciones en las que participa la gran mayoría de personas en el mundo occidental, con todo lo que implica.

Ahora bien, regresando al tema que nos ocupa, ¿Cuál es la edad de la inocencia? En términos generales es la niñez, la cual, en el mundo occidental de la actualidad, comprende desde el nacimiento hasta la etapa de la pubertad o adolescencia, misma que puede llegar entre los 12 o 13 años; a partir de ese período la persona suele ser más perspicaz y derrumbar cualquier mito que nuble su entendimiento.

Pero generalmente suele ser durante la última etapa de la niñez, a veces más, a veces menos, cuando los infantes más avazados suelen tratar de convencer a los que conservan su inocencia intacta, que creer en esos mitos que los adultos han inventado es ser estúpido o falto de inteligencia.

Nada más falso que restar inteligencia a ese estado de inocencia en que los adultos mantenemos a los niños con los mitos tradicionales. Ese estado de candidez, en mi concepto, contribuye a formar niños mentalmente sanos y felices.

Y me permito agregar, con todo respeto para los maliciosos, que, a mi edad, sigo creyendo en los Reyes Magos… y los extraño.

luissigfrido@hotmail.com