PUNTO NEURÁLGICO | Las raíces del feminicidio

Los delitos de feminicidio en nuestro país han crecido de manera alarmante y las estrategias de seguridad han fallado, es por ello que debemos preguntarnos qué estamos haciendo nosotros mismos en nuestra cotidianidad para ayudar a erradicar el machismo en que todos vivimos sumergidos, problema que es la causa de que miles de mujeres pierdan la vida a diario ante nuestro ojos.

Luis Sigfrido Gómez Campos

Todas las estrategias y prevenciones que pudieran estarse tomando, respecto de los feminicidios en México, si es que se están tomando, han fallado. La ola de feminicidios se incrementa y no existe poder humano ni gubernamental para frenar este tipo de delitos que lastiman severamente las entrañas de nuestra sociedad.

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Y es que mientras este problema se siga atendiendo como un asunto más de seguridad pública, sin reparar que se trata de un delito engendrado por un sentimiento de odio y superioridad de los hombres sobre las mujeres; que se trata de un problema del machismo generalizado que prevalece en nuestro entorno y que parte de una concepción equivocada de que los hombres lo podemos todo porque la propia sociedad, los miembros de las corporaciones policiacas de los órganos públicos encargados de procurar justicia y los que la imparten, no comparten los mimos valores que los de las valientes mujeres feministas que se la pasan exigiendo la implementación de políticas públicas que den atención especial a este tipo de delitos.

El escandaloso aumento de los feminicidios en México tiene raíces muy profundas e indudablemente tiene que ver con la concepción que se tiene de la mujer; del alto grado de deshumanización de los miembros de nuestra sociedad, así como de la impunidad que priva en la mayoría de los casos. Si muy pocas veces se sanciona este delito, los delincuentes actúan con la seguridad de que su transgresión no llegará al castigo, porque el temor a la sanción, en muchos casos, es el único motivo por el cual el delincuente se detiene a cometer el crimen.

Pero a la vez que el feminicidio tiene raíces muy profundas, también tiene otras tantas en la superficie; es decir, en el ámbito inmediato de nuestro entorno donde se reafirman las tendencias criminógenas iniciales de la personalidad. En ese ambiente directo con los fraternos que, en esa esfera de confianza y camaradería se comparten valores, principios y actitudes de lo que se transmite a los hijos como lo que debe ser.

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No hace tiempo me tocó presenciar una escena que pretendía ser grotesca si no fuera por su contenido oprobioso.

En un grupo de adultos mayores, la mayoría con formación universitaria, se compartían un video de WhatsApp, muertos de risa, en el que una mujer indignada le propinaba algunos golpes a un sujeto que aparentaba ser su pareja; él, intentaba controlarla sometiéndola mediante un abrazo, asunto que hacía enojar más a la mujer, chaparrita y menuda. Él, un sujeto robusto que medía casi dos metros de altura de repente se enfada y le propina sólo tres o cuatro golpes, pero golpes criminales que dejan noqueada a la mujer que ya no se levanta del piso. Después, el propio sujeto la ayuda a levantarse y la mete en su vehículo. La escena fue tomada desde un edificio hacia el patio de un estacionamiento.

El video anteriormente descrito era compartido con regocijo por los adultos presentes. Cuando me mostraron el motivo de sus risas, declaré mi desacuerdo y se generó una discusión en la que algunos afirmaban la legitimidad de los golpes del grandulón hacia su aparente pareja; yo simplemente aduje la desproporción en la fuerza y los golpes criminales injustificados hacia la mujer.

Aproveché ese incidente para redactar un artículo que publicó La Voz de Michoacán en el que comentaba los hechos y la discusión machista que generó. Era un artículo en el que se respetaba la identidad de quienes sostuvieron la discusión, pero esa publicación siguió generando problemas porque recibí un reclamo airado de uno de los miembros de ese grupo que me decía que estaban profundamente indignados y que habían pensado enviar una nota aclaratoria a la redacción del diario porque supuestamente se trataba de personas que eran padres ejemplares y buenos miembros de la sociedad. No sé si hicieron la nota aclaratoria, pero me parecía estúpida cualquier aclaración sobre la honorabilidad de personajes que nunca fueron referidos.

Hablaba de las raíces profundas del delito de feminicidio, pero también refería que había raíces en la superficie, en nuestro entorno inmediato, en la vida cotidiana donde se festeja con risas la violencia hacia las mujeres. Ese entorno cercano en el que se ve con normalidad que se difundan en las redes sociales mensajes denigrantes en los que se les llama a las feministas, feminazis y se mofan de su aspiración a ser tratadas con dignidad.

No haría falta referir los casos específicos, indignantes de los últimos días, todos los medios dan cuenta de los que más escándalo han provocado, por oprobiosos. Lo mismo ocurre a María que a Leticia; a Gloria que a Sandra. Por toda la geografía del país se siguen sucediendo los feminicidios y todos los días seguimos enfadados porque vivimos en un clima de inseguridad en el que todos nos sentimos en grave peligro, pero, sobre todo, las mujeres. A ellas les tocó vivir en una sociedad patriarcal en la que muchos se asumen como defensores de los derechos de las mujeres, pero en la vida práctica hacen mofa de sus desgracias.

luissigfrido@hotmail.com