PUNTO NEURÁLGICO | Mis datos personales

En Internet se ofertan con el mayor desparpajo bases de datos que contienen datos personales de millones de personas en el país.

Luis Sigfrido Gómez Campos

Cada vez que contesto el teléfono de un número que no tengo registrado, lo hago con cierto desasosiego en virtud de que existe un gran número de extorsionadores profesionales.

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El día de ayer simplemente respondí con cautela: “Bueno” –dije. “Buenos días”, –escuché una aterciopelada voz femenina que dijo mi nombre completo como si me conociera. “¿Qué se le ofrece?” –respondí. “¡Ah! ¿Es usted?, señor, soy Sara Leticia García Rebolledo, le estamos llamando del Banco X, para comunicarle que por su buen manejo de cuenta tiene usted autorizado un crédito (la verdad no recuerdo la cantidad que me ofrecía) disponible a partir de este momento a un interés bajísimo. Por cada mil pesos que el Banco le otorgue, usted solamente tendrá que pagar una modesta mensualidad de 36 pesos. Señor, para disponer de este crédito de manera inmediata, solamente le voy a pedir que me corrobore los siguientes datos: su domicilio es… (Y la aterciopelada voz me proporciona mi domicilio exacto y otros datos personales)” –seguramente la atenta señorita que estaba al otro lado de la línea esperaba que yo le dijera: “sí señorita, ese es mi domicilio, y los demás datos personales que usted me está refiriendo, también son míos, ¿cuándo puedo pasar por mi dinero?”. –Pero no, traté rápidamente de poner en orden mis ideas ante tan enganchador ofrecimiento y le dije: “Perdón señorita, yo no recuerdo tener ninguna cuenta en ese Banco para el que usted trabaja”, -a lo que la atenta señorita replicó: “No importa señor, sabemos de su buen manejo crediticio, por eso es que ponemos a su disposición nuestros servicios.”

Ese punto al que la atenta empleada bancaria no quería dar importancia, creo que constituye el aspecto medular de este asunto. Me explico: ¿De donde obtuvo la institución bancaria en referencia mi domicilio, teléfono, edad y demás datos personales? ¿Por qué se arroga el derecho de molestar a cualquier hora en mi intimidad? ¿Por qué me ofrecen un crédito bancario que no estoy solicitando cuando lo único que tengo son deudas?

 Mis datos personales no debería tenerlos una instancia o institución a la que no se los facilité, y en el caso de las instituciones públicas o privadas que las poseen, tendrían en todo caso que resguardarlas con celo porque el tráfico de las bases de datos de los ciudadanos constituye un delito que debería sancionarse de manera rigurosa. Sin embargo, ha resultado relativamente fácil encontrar en el Internet que se ofertan con el mayor desparpajo bases de datos que contienen datos personales de millones de personas en el país, con sus nombres completos, teléfonos de diez dígitos, domicilios con ubicación de calle, número, código postal, colonia, municipio, todo por un módico precio.

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En la ciudad de México, en el barrio de Tepito, se han llegado a vender archivos que contienen las bases de datos del anterior IFE ahora INE y de corporaciones de seguridad pública, en las que se incluye la identificación de los policías del país con sus fotografías, número de placas y el lugar donde están adscritos.

La regulación jurídica de los asuntos relacionados con el resguardo y protección de los datos personales en poder de instancias oficiales y privadas es relativamente nueva; los avances de la tecnología en este mundo globalizado, en donde la informática permite la concentración de grandes archivos en pequeños microcomponentes, ha tomado desprevenidas a nuestras instituciones jurídicas, que han tenido que incorporar apresuradamente algunos elementos disuasivos en sus códigos para sancionar a aquellos que intenten traficar con tus datos personales mediante el acceso ilícito a sistemas y equipos de informática. A los ciudadanos nos toca vigilar el uso correcto de nuestros datos y exigir el respeto a nuestro derecho a la intimidad, porque nuestros espacios privados son cada vez más estrechos.

Resulta sumamente molesto estar recibiendo llamadas de todas las instituciones bancarias para ofrecer sus servicios. Yo pensaría que es una estrategia equivocada de los bancos atosigar a sus potenciales clientes, porque no conozco a nadie que exprese su beneplácito por recibir ese tipo de llamadas. Pero creo que estoy errado, porque si no les resultado provechoso, las instituciones bancarias y de crédito ya hubieran dejado esta forma de molestar.

Quién no ha escuchado que llaman a su teléfono y al contestar oye a una joven llorando: “papá, ayúdame, me tienen secuestrada, me quieren hacer daño, por favor papá, ayúdame”. Y nunca falta la persona que se enganche y conteste: “¿eres tú Paty, mi hija, eres tú?”. Y la voz llorona contesta: “sí papá soy Paty, me tienen secuestrada…”

Son las seis de la tarde y escucho que suena mi teléfono celular. Dudo en contestar porque no reconozco el número y sé que puede ser un empleado de algún Banco para venderme algún seguro, o una tarjeta de crédito; o tal vez un vendedor de servicios funerarios para cuando me muera. Pero pienso: “Acabo de tomar la decisión de no contestar llamadas de números que no tengo registrados”.

luissigfrido@hotmail.com