La muerte ¿diversión o misterio?

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Mateo Calvillo paz

 

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Turistas nacionales e internacionales visitan Pátzcuaro para distraerse, hacer turismo.A la Secretaría de turismo y a los comerciantes les interesa hacer buenos negocios.

La vida es mucho más que diversión, se puede ir más allá y conocer otras profundidades del ser humano, ponerse frente a los grandes enigmas del hombre: la vida mundana y la vida divina, muerte e inmortalidad, infierno y gloria.

Hay placeres de la esfera más alta, espiritual del hombre, de la inteligencia y de la voluntad libre, que dejan una satisfacción más profunda y más pura. No son sólo los placeres del instinto y de las pasiones bajas y tiránicos.

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La vida del hombre tiene dos tiempos, uno muy breve, terrenal, otro eterno, con Dios o con el demonio en el lugar de los tormentos indecibles y sin retorno.

 

Lade muertos tiene el encanto desconocido para las personas necias, libertinos, una profundidad y una grandeza celeste.. Cuando se tiene el coraje para visitar el misterio se goza intensamente y se encuentran tesoros de sabiduría para la vida, se descubre el paso de la muerte y la inmortalidad y el secreto de la dicha verdadera.

La noche de muertos, cuando no se visita por pura curiosidad y actitud turística, es una manifestación del alma Purépecha, indígena de gran belleza y profundidad y de una religiosidad que transformaba su vida cotidiana: el trabajo, la guerra, las fiestas que los unían al mundo celeste. la civilización de los pueblos indígenas era muy alta, tenía grandes valores

 

Se puede admirar las tumbas, con sus arcos de flores y sus vistosos adornos y se puede quedar la persona en la ligera y superficial experiencia del turista que, si acaso llega a decir: ho, muy interesante.

Puede la persona tomarse un tiempo aparte de reflexión para encontrarse con el enigma de la muerte y encontrarse con el Dios que tiene lós secretos de la vida y de la muerte.

La celebración encuentra su sentido maravilloso, más allá de la superficie ligera, frivolidad, vacilada. Así aparece el sentido de la noche de muertos, profundo, palpitante, que vale la pena y que escapa en las aguas poco profundas y turbias del negocio, los placeres y la diversión.

La vida o la muerte es un enigmaque se nos aparece de tiempo en tiempo en tiempo. Muchos le huyen y se evaden en el relajo. No nos hagamos ilusiones,´el hombre de la hipermodernidad con los inventos de la ciencia y tecnología no va a borrar la muerte, ni la va a someter.

La muerte no existe como un ente autónomo, es sólo un paso, la santa muerte ni es santa ni existe, es una figura diabólica para engañar ingenuos.

En las fronteras de la muerte, la vida humana no termina, no vuelve a la nada. Al contrario, se abre a horizontes infinitamente abiertos, esplendorosos.

Ahí es donde florece y fructifica plena y definitivamente. Se acaban los sufrimientos y limitación que abundan en esta vidad y no se alivian totalmente. Esta vida será siempre un valle de dolor, no te librarás de problemas. la vida va inexorablemente a su acabamiento, a pesar de las cirugías plásticas, los rayitos, los secretos para parecer joven y el elixir de la eterna juventud.

No te engañes, la vida que sueñas, hermosura, la riqueza, la fiesta perfecta y sin fin, no le encontraras en esta vida. Si acaso, como momentos muy breves y excepcionales.

Para librarte neceisitas alcanzar el país de la vida.  Sólo ahí se cumplen tus bellos sueños y tus más caros deseos y serás inmensamente feliz, tendrás una vida con plenitud de delicias en nada comparable con los gozos efímeros mezclados e inconvenientes y contratiempos propios de la condición humana.

El camino para la Fiesta, para el banquete eterno de las bodas del Cordero, lo ofrece la Iglesia de Cristo en la comunidad. Ahí está el guía que te introduce a la Herencia.

Hay que encontrar a Cristo, en la Iglesia, transformarse, conocerlo, seguirlo, adoptar sus exigencias. La vía es estrecha y pocos la siguen. Es indecible el amanecer del mundo nuevo e indescriptible el encanto que brilla en el rostro de Dios.