PROYECTO SECRETO | Ya no hay partidos, sino la nación

Los candidatos que triunfaron piensan en sacar provecho de su triunfo y favorecer a los ciudadanos de su partido…

Terminada la contienda electoral, sólo nos queda servir a la Nación, los partidos políticos ya cumplieron, deben borrarse.

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Mateo Calvillo Paz

Queremos a Andrés Manuel, que no sea un presidente fifí, sino un estadista, amable, que se dirige a todos los mexicanos para unirlos.

¿Cansados están los políticos, adoloridos después de la refriega? Es normal, son humanos.

Los candidatos que triunfaron piensan en sacar provecho de su triunfo y favorecer a los ciudadanos de su partido, ha llegado el reino para los suyos. Los ciudadanos que no son de su partido quedan fuera de su acción benefactora y se van a tener que fregar.

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Hay alegría en el partido propio, la fiesta es con ellos y para ellos. Seamos realistas, nadie piensa en acercar a los lejanos e invitarlos a la fiesta. El triunfo y los premios son sólo para los del partido político. No comparten la alegría con los demás

Se alegran por el triunfo del propio partido y no se alegran por el triunfo de todos, de la democracia. No es la fiesta del pueblo, es la fiesta de una elite que puede festejar y echar las campanas al vuelo. Es una lástima y es triste que los triunfadores no piensan en la fiesta del pueblo, de todos. 

En la voz del primer mandatario, él y sus fanáticos son el pueblo bueno, los demás como los comunicadores no hacen cosa que sirva, todo es para la basura. Andrés Manuel tiene que dividir y hacerse la víctima que sufre los ataques de todos los que no lo aplauden para incitar a sus fanáticos y mantenernos fieles y mantener su popularidad en medio de tantos fracasos y contingencias.

El desfile de los descalificados, perversos, engendros diabólicos, los que se plantan ante Andrés Manuel con dignidad, con la cabeza levantada es interminable, finalmente los sectores de la población que quedan excluidos colorean el país y son mayoría. Es una pena, pudiéramos ser tan felices impulsar el progreso de México, de verdad no sólo en el discurso.

El señor arzobispo Carlos Garfias Merlos, uno de los líderes de México, señala como la Iglesia Católica está pensando en la reconciliación, invitando a participar a todos los candidatos, también a los perdedores para construir el México que menciona Andrés Manuel, sin miserias y contingencias, rico y feliz, sin miedo ni hambre ni enfermedad ni inseguridad ni nada.

En la clase política ¿quién habla de reconciliación, de equipos, gabinetes y ayuntamientos de composición, con todos los ciudadanos, del partido que sean pero que sean los mejores, de otro color, con toda la población sin distingos de partido, sin fobias? Una democracia aristocrática, ¿por qué no?

Una luz de lo alto 

Estamos en una partidocracia, los partidos son importantes no sólo en tiempos de campaña para llegar al poder, siguen siendo sus militantes los únicos que importan, el país está dividido en secciones de color guinda, azul, naranja, tricolor…

Hace falta recordar una verdad fundamental: los partidos no son lo mismo que la nación, no son la finalidad de la vida política del país, son un instrumento, una etapa transitoria, provisional para dar el salto a una realidad universal y superior: toda la nación feliz, todos los ciudadanos que la conforman.

El presidente tiene que dividir, victimizarse para alcanzar la aprobación y la justificación frente a la parte del pueblo que él controla: el pueblo pobre, el pueblo bueno, puro, perfecto y santo. Tienen que arroparlo y aplaudirle por palabra vitorearlo, por una parte. Por otra parte, tienen que creerle que él es el mejor de todos los tiempos, el único bueno, capaz de llevar a los mexicanos a la Transformación, la cuarta en otra cuenta, la de él, la patria ideal. Que ningún otro mexicano vale.

Esa meta se equipará al Reino de Dios, a la perdida ciudad de Aztlán. Ahí la felicidad será plena, total, definitiva. Por algo el primer mandatario se da aires de un semidiós, del mesías o antimesías, como lo presentaba recientemente en una portada The Economist de Londres.

Es importante una conversión política. En la visión de Cristo, morir a la corrupción y a la mentira y nacer a la honestidad y la verdad. El ser humano está siempre en proceso de conversión, es una actitud permanente que responde a la invitación de Cristo: conviértanse.

Los servidores públicos electos necesitan cambiar radicalmente su manera de servir al pueblo, más allá de su forma de hacer política y de gestionar la cosa pública.

Hay que pasar de la ficción a la realidad, la mirada debe dar un giro de 180°. Necesitan morir al hombre viejo, de mañas, al viejo modo de hacer política sin honestidad: anunciando unos valores, aceptados por todos, y buscando en realidad intereses inconfesados, egoístas, Bastardo. 

¿Cómo hacer que dejen de mirarse a sí mismos, de buscar su bien egoísta, enriquecerse, ser famosos, tener mujeres y placeres corporales, instintivos e irracionales?

 ¿Cómo hacer que dejen de mirarse al ombligo, que se “nieguen a sí mismos” como señala Jesucristo, que se desprendan de todo y se vuelvan totalmente a los demás, enfermos, hambrientos, desamparados los que claman por justicia, etc. etc.