CIUDAD POSIBLE | Puentes antipersonas

Si estuviera inscrita en un diccionario, la perspectiva de parabrisas tendría el siguiente significado: “Visión que tiene una persona que suele moverse en auto”…

Inés Alveano Aguerrebere

El pasado 16 de marzo, apareció en el periódico una entrevista al Dr. José Antonio Vidales Sánchez (Coordinador Estatal de Prevención de Accidentes).  Entre otras cosas, resaltaba que “los puentes antipeatonales son una infraestructura obsoleta de hace 50 años que está diseñada para los autos, no para las personas”.  Agradezco infinitamente que haya puesto el tema en la mesa.

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Cada año, cada mes, hay alguien que encuentra la misma imagen, y la hace circular. Lo he visto en México, se ha visto en Argentina, lo estoy viendo en Colombia. Seguro sucede en muchas partes de América Latina, e incluso en Estados Unidos. A veces es un perro, otras tantas es un ganado entero cruzando por un “puente peatonal”. Casi siempre aparece también una persona atravesando por el arroyo vehicular. La reacción inicial siempre es igual y pareja. Personas acusando a otras personas, de ser menos racionales que un perro o que un buey. Entiendo su punto de vista, pero no es lo mismo mirar los toros desde la barrera…

Si estuviera inscrita en un diccionario, la perspectiva de parabrisas tendría el siguiente significado: “Visión que tiene una persona que suele moverse en auto”.

Con la visión de parabrisas, por ejemplo, se juzga de poco inteligente la conducta de cruzar por debajo de un puente peatonal.

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Me atrevo a asegurar que esta perspectiva la tienen personas que nunca en su vida se han subido a uno. Lo sé, porque yo fui una de ellas.

Mi familia y yo, solíamos juzgar de flojos e irresponsables a las personas que se atrevían a cruzar por el arroyo vehicular, habiendo presente una infraestructura con la intención aparente de garantizar su seguridad o su integridad.

Hagamos un ejercicio de fantasía…

Imagine que debe cruzar una calle. Imagine también que hay alguien más con usted: un menor o un adulto mayor. Utilizar el puente, le llevará cinco veces más tiempo y esfuerzo que cruzar por abajo, cuando los autos estén detenidos o no estén pasando. ¿Suele andar sin compañía en la ciudad?

Imagine que le toca subir y bajar el puente al menos una vez al día, después de una jornada de trabajo, cinco días de la semana, 250 días al año. ¿Cómo sería su actitud hacia el uso del puente? ¿Sería exactamente igual, que cuando pasa por debajo de él, cómodamente en un automóvil? Le apuesto mil habichuelas mágicas a que no.

Los puentes mal llamados peatonales, no son otra cosa que infraestructura para comodidad de los automovilistas (como bien lo dijo el doctor Vidales). Y peor aún, son una de tantas muestras de que no todos somos iguales ante la ley…

En los países donde existen puentes para peatones -encima de ríos de autos-, pareciera que sólo importa el tiempo y las prisas de las personas que van en auto. Las que se mueven en otros medios de transporte, deben hacer esfuerzos mucho mayores, para llegar a tiempo a sus ocupaciones. La justicia, es como las serpientes: sólo muerde a los descalzos dijo Oscar Romero, arzobispo de San Salvador. Lo mismo los llamados puentes peatonales: están dirigidos para “los descalzos”, los de a pie. Los que no se mueven en auto.  Los puentes peatonales son muestra de que un ciudadano con un vehículo de motor, es más importante, que uno que no lo tiene. Por eso hoy, le invito a que antes de querer emitir un juicio sobre las personas que no lo usan, suba usted a uno, e imagine cómo sería su vida, si su persona se viera forzada a usarlo diariamente.