SECRETO A VOCES | La superliga

Y como se sabe, ningún tipo de violencia que en la sociedad industrial se expresa a través del monopolio de la fuerza que ejerce el Estado, puede quedar fuera de los límites establecidos por las normas del contrato social.

Rafael Alfaro Izarraraz

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La regulación o el establecimiento de normas que delimiten la conducta de las personas o grupos de personas que practicaban juegos colectivos fue visto como parte de un tipo de prácticas “civilizatorias”. Y como en todo, donde aparecen los que procuran “civilizar” siempre habrá los “incivilizados” como una fórmula impregnada del sentido que se le desea dar por quienes la promueven e impulsan. En este caso nos referimos a la extensión de la regulación de ejercicios en favor de evitar o desviar la tensión social para evitar efectos de guerras internas y externas. Surge en Inglaterra, de acuerdo con el sociólogo inglés Norbert Elías. 

Primero se experimentó entre segmentos de las élites como un factor distintivo y que refleja cierto estatus con respecto a otros grupos de la sociedad. Obvio, todo como un guiño entre las élites, primero estas últimas se reconocieron a sí mismas como civilizadas porque de lo contrario sería imposible civilizar al otro. De ahí pasó a la regulación de las actividades relacionadas con el ocio, en donde actos deportivos como el soccer, box y rugby, estaban impregnados del efecto de una cierta dosis de violencia de origen social.  Controlarse con ejercicios de auto aprendizaje antes de que deriven algo imposible de controlar, fue una prioridad.

Y como se sabe, ningún tipo de violencia que en la sociedad industrial se expresa a través del monopolio de la fuerza que ejerce el Estado, puede quedar fuera de los límites establecidos por las normas del contrato social. Los deportes reglamentados son ejercicios de auto domesticación. La necesidad de distraerse y distender la vida interior de la naciente industria a través de canalizar el descontento hacia los juegos colectivos como parte del ocio, tuvo que ver con la promoción y más tarde regulación de enfrentamientos violentos. La regulación de los enfrentamientos en ese sentido debe entenderse como prácticas o ejercicios de “autocontrol”. Los juegos colectivos en los barrios obreros se regularon y estos segmentos interiorizaron esas normas como propias.

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El deporte regulado que sustituye a los enfrentamientos directos con dosis de violencia, no debemos olvidarlo y así lo expone Elías, son ejercicios sustitutivos de la guerra (del ejercicio del poder por otros medios), y que la representan simbólicamente, no la eliminan. Ya entrados en el ámbito de los ejercicios deportivos regulados, como también lo expone Bourdieu, ahí también existen manifestaciones de clase, mientras que el boxeo (una manera de resolver controversias personales o familiares), el futbol y otros son representativos de las capas marginadas que se exponen corporalmente, el Golf representa un tipo de deporte en donde el cuerpo se excluye.

A través del deporte, dice Elías, las naciones ejercen un tipo de influencia en el mundo que por lo general es una réplica del “estatus” geopolítico entre las naciones, de la relación entre imperios e imperios por medio de los cuales miden su fuerza, como ocurre en los Juegos Olímpicos. Pero también con respecto a naciones que viven un tipo de neocolonialismo deportivo. Estos aspectos no se pueden dejar suelos y fuera de control porque el deporte es una actividad a través de la que se expresa la geopolítica del poder a nivel mundial o al interior de un país entre ciudades o regiones a lo largo y ancho del país y entre las clases y segmentos de clase de la sociedad. 

Una expresión de ello fue el reciente impulso de parte de los propietarios de los equipos españoles que promovieron la creación de una superliga de soccer. La reacción de los aficionados, de los gobiernos británico, quienes saben muy bien que lo que ahí se juega va más allá de las ganancias mal distribuidas entre la FIFA, las Ligas y los clubes. El gobierno español se quedó callado porque entendieron que esta actividad también puede utilizarse como una herramienta de disputa de espacios geopolíticos en el mundo.

Los deportes son formaras de “inferiorizar a los inferiores”, se transmiten modelos de conducta regulada, de influencia entre naciones que dominan el deporte, que inferiorizan a los perdedores, de ordenar comportamientos a través de expresiones simbolizadas por el deporte, de consumo de valores y productos materiales que promocionan “estatus”, así como maneras de conducirse y comportamiento que la normalización que los deportes conllevan, que reflejan una división entre ricos y pobres o equipos que representan a los ricos y otros a los pobres. 

Lo que se juega con la mundialización de los deportes implica una reordenación de conductas de manera global, a través del interés por la hegemonía de las naciones ricas y de las empresas dedicadas al deporte. Significa que en el mundo se sigan tiempos y ritmos deportivos que generalmente son tiempos de ocio que se pueden marcar como área de disputa. El punto es que en la era de la globalización el ocio es diferente con respecto al pasado y ahora se demanda un consumo diferente y a un ritmo y vértigo mucho mayor. El ocio que estuvo atado a los pasatiempos personales y familiares al interior de la vivienda, ahora no cuadran con la sociedad del espectáculo actual asociadas las nuevas tecnologías que nos expone e invita a mar abierto.

Los deportes aparentan una actividad fuera de cualquier influencia; sin embargo, promueven una falsa compañía o colectividades huecas consumidoras del ocio deportivizado. Se promueve el deporte y alrededor del aparato de televisión un grupo y en compañía de falsas o colectividades creadas artificialmente para consumir. Por lo regular promovida por los gobiernos, las empresas televisoras o empresas que producen productos de uso deportivo o bebidas alcohólicas. Las colectividades familiares falsas son prácticas de consumo deportivo, de mercancías, de normas de conducta que se promueven para llevarlas a cabo de manera colectiva.

El deporte puede significar salud, pero alejado del poder y el consumo falsamente colectivizado por superligas y otros ejercicios deportivos domesticantes.