Sigue vivo el jaripeo| Gonzalo Reyes

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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El jaripeo ha forjado un sinfín de historias de grandeza, que al paso del tiempo han decaído y de lo que solo quedan recuerdos, ya que a través del tiempo ha evolucionado “como espectáculo” y como tal ha ganado un lugar entre el público de las ciudades, al marcarse su evolución que va dejando en el camino a los que no pudieron adaptarse. Por lo que de vemos recordar que El Jaripeo “como necesidad de trabajo” se inició en la campiña mexicana, derivado del manejo de la ganadería, que fue uno de los principales sustentos del México post-independiente, cuando se dependía del trabajo en las haciendas.

Actualmente el jaripeo es un escaparate evolutivo para la diversión de las nuevas generaciones, al consolidarse como una actividad muy mexicana, un espectáculo tradicional y deportivo muy practicado y de los más presenciados en nuestro país. Con su origen en los estados del centro-norte y que aun con su escasa geografía, con 12 estados en que lo practican, se ha logrado traspasar fronteras.

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El jaripeo como tradición en sus demarcaciones, es indispensable como marco espectacular para el festejo de acontecimientos religiosos y cívicos, incluso ha tomado matices de misticismo, de historia, de folclor, “de identidad” de los pueblos en donde lo practican y exhiben con grandiosidad; donde en muchas demarcaciones, sobre todo con el pretexto que para festejar a su santo patrono realizan en algunas localidades hasta dos jaripeos por día durante las celebraciones que esperan con expectación durante todo el año, una vez que terminan las que acaban de festejar: esto de acuerdo a su tradición y costumbres ancestrales. Y también tienen otro gran pretexto para celebrar con jaripeo cuando se dan las celebraciones cívicas de tantos poblados que sobre todo en los estados del centro-sur del país que son los lugares arraigados y que festejan a lo grande con la presencia del toro.

Si nos remontamos un poco en nuestra historia, en la época de las haciendas, en las faenas campiranas que se realizaban a caballo sobre los hatos de ganado vacuno, ahí encontramos el origen del jaripeo, ya que esta palabra en la lengua vastísima purépecha, significa para ellos “las actividades del campo y sobre el ganado, montando a caballo”: Esto no quiere decir que el origen del jaripeo esté en Michoacán, aunque se practicó a escala la ganadería en sus haciendas.

Donde prosperó de manera detonante la cría de vacunos fue en región de La Huasteca en lo que ahora son los estados de Hidalgo, Tamaulipas, Veracruz, San Luis Potosí y asta en el norte de Guanajuato: en sus pastizales naturales y planicies. En Michoacán, Jalisco o México, las haciendas más que ganaderas eran agrícolas, aunque el uso del caballo fue de primordial necesidad.

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Las primeras referencias del jaripeo de México, quedaron plasmadas en la obra del pintor Ernesto de Icaza y de otros que retrataron al óleo al México de las haciendas en Zacatecas, Aguascalientes y aquellos estados donde el auge ganadero fue fundamental, a su vez otros pintores plasmaron también a los primeros vaqueros campiranos del siglo antepasado, así como su trabajo a caballo y otras actividades agrícolas, ganaderas y festivas que originaron la competencia y un espectáculo tradicional; el jaripeo.

Aquellos primeros vaqueros de esas haciendas y a la llegada del ferrocarril a México, les terminó sus arreadas de ganado montados a caballo, para así aquellos que añoraban las grandes cabalgatas detrás de los hatos de bovinos, crear a la charrería y ponerla en tiempo actual como deporte reglamentado con toda la esencia del campo mexicano al fundar la primera asociación antes de la década de 1940. Y si más retrocedemos en el tiempo: tal como desde siempre lo hemos sostenido, la primera manifestación del jaripeo llegó a este continente con la conquista, cuando los españoles desembarcaron en la costa del golfo con sus caballos y sus bovinos, ejemplares que aquí no existían.

 A Grandes rasgos esto solo es un vistazo a la historia de un espectáculo actual El Jaripeo Ranchero, que subsiste posesionándose como un fenómeno social discutido y que a pesar de su gran arraigo ninguna difusión o apoyo oficial se le presta para considéralo como una alternativa turística que pueda dejar mejores dividendos una vez dignificado y con un público que conozca un poco más de nuestra autenticidad, de nuestra historia, que está plagada de los acontecimientos que se dieron en el campo entre caballos, bovinos y hombres, el triunvirato que debía de alimentar los proyectos de expansión y explotación de la corona de ultramar, pero que al paso del tiempo y después de las guerras de emancipación siguieron sosteniendo a la nación que durante más de doscientos años se ha consolidado como Los estados Unidos Mexicanos, y que siguen extasiándose, su gente, en una historia a la que se puede atisbar en las plazas de toros, a través de la expresión de los jaripeos, donde la reminiscencia de los trabajos ganaderos sigue desbordando pasiones.

Tanta exaltación ha despertado esta actividad al surgir a su comercialización hace más de 70 años en Morelia en la Plaza Monumental, la que tuvo el acierto de ofrecer la parodia de lo que realizaban las gentes del campo en sus comunidades, cuando tenían la ocasión de mostrar sus habilidades sobre el ganado mayor, durante las fiestas de las haciendas; y por la década de 1950, con otra visión se presenta en una gran plaza que era exclusiva para la fiesta brava, donde nace el gusto de pagar por emocionarse y donde surgen las ideas para darle mayor interés a los acontecimientos entre el ganado que solo se practicaban por el hecho de ser dominadores de las grandes bestias.

Así surgen más plazas donde se cobra y se premia a quien se la rifaba ante toros que ya fueron seleccionándose para ofrecer mayores grados de dificultad y así comienzan surgir plazas donde cobraban por entrar y pagaban por jinetear y de entre las grandes y en este sigo nace una plaza que para mí fue entrañable y que sostuvo durante cinco años mis actividades al dedicar todo el empeño en hacerla grande, esa plaza fue La Rancherita de Colinas del Sur, en Morelia.

Junto a los escenarios grandes para el jaripeo sobrevivió una plaza de toros chica en Morelia, una placita que en sus festejos se dejaba ver saturada de un público pendiente de la emoción en los duelos de hombre contra toro, esa plaza se llamó “La Rancherita” de Colinas del sur y se ubicaba concretamente en la colonia Praderas del Sur, de la ciudad capital de nuestro estado.

La Rancherita sostuvo un duelo de continuidad ante los solemnes y grandiosos escenarios, como la “Monumental” de Morelia, el máximo escaparate para el jaripeo a lo largo y ancho del país. Otro magno edificio al que le compitió es el “Pabellón Don Vasco” de la feria y el entonces que era la nueva y funcional plaza de toros “El Relicario”, sin olvidar a la desaparecida “Plaza Diamante”, que estaba en el margen del Rio Grande entre la colonia Obrera y Granjas del Maestro; lugares donde la práctica del jaripeo lo fue y ha sido fundamental ante el reconocimiento determinante del público, debido a sus dimensiones, capacidad y la calidad que le ofrecido a los aficionados de Morelia.

Y en la pelea estuvo la plaza de toros de Colinas Del Sur, que pese a su capacidad de ochocientos espectadores y en ocasiones un poco más, se mantuvo en la preferencia de sus fanáticos que asistieron continuamente a los espectáculos que se ofrecieron durante más de cinco años cuando la continuidad aún no se disipaba en esta Rancherita, que a pesar de los altibajos y las perdidas afrontadas, la media de los jaripeos fue de cada 15 días entre uno y otro y en sus primeros años de cada 8 días, lo que convirtió a este escenario en uno de los de mayor continuidad y actividades ante las grandes plazas que cursaban por contratiempos evolutivos que le dieron otros rumbos.

Plazas grandes en las que sus espectáculos fueron coronados con participaciones artísticas de fama que encabezaban sus jaripeos, lo que motivó la asistencia juvenil, aunque en el ruedo los enfrentamientos de toro y jinete se trató de que fueran de la máxima calidad entre los protagonistas encumbrados de aquellos tiempos.

Mientras La Rancherita dio la oportunidad a elencos artísticos de calidad pero que les faltaba fama, lo mismo acontecía en el ruedo con toros de rendimiento y jinetes con cualidades, pero que aún no escalaban los peldaños de la popularidad; lo que garantizó diversión emotiva en espectáculos que cumplían el objetivo de satisfacer las exigencias del selecto público que asistía y que tuvo conocimiento de esta plaza chica.

Fue a mediados del mes de marzo del año 2003, cuando los hermanos Herrejón, de La Presa de Chiquimitío, herederos de una tradición jaripeyera, cuando abrieron las puertas de La Rancherita, en aquel tiempo cuando aparte de las grandes plazas de Morelia y ya enumeradas funcionaban en el municipio para el gusto del público, junto al menos otra media docena de plazas chicas más en competencia y que debido al costo elevado de cada jaripeo tuvieron que cerrar y solo entre las grandes de amplia capacidad, quedó la plaza de Colinas del Sur, funcionando continuamente.

La persistencia en los jaripeos de La Rancherita de Colinas del Sur, al venderla los hermanos Herrejón y con quien tuvimos el privilegio de trabajar desde sus inicios, fue gracias al empeño de Exiquio Aguilar Fuerte, quien del mes de mayo del 2007 y a vuelta de año tomó las riendas de esta plaza que, a mediados de mayo, pero del año 2008 tuvo que cerrar momentáneamente, aunque siguió siendo favorecida por el público que forjó y que se quedó espera con ansia de la reapertura de La Rancherita.

Lo que ya no fue posible y se quedaron en el tintero planes de una temporada en que los sábados posiblemente serían los días de jaripeo para extender así su batalla épica de David contra Goliat, ante las grandes plazas para el jaripeo que siguieron y siguen funcionando en esta ciudad de Morelia y que ante sus propias dificultades de grandeza, perpetuaron sus actividades, mientras se fue extinguiendo la llama que levantó por su grandiosidad la Plaza de Toros La Rancherita, que como dijimos estuvo en la colonia Praderas del sur en lo alto de Morelia.

Se intentó posteriormente y después de varios años darle continuidad a los jaripeos que se consolidaron como una tradición en aquellas latitudes y ante su selecto público, vinieron otras administraciones, pero los esfuerzos ya no resultaron, todo se encareció y por más intentos, no les salieron las cuentas y entonces se tuvo que desmontar tan añorada plaza y se buscó otro terreno para seguir con la jugada, pero ya nada fue igual: en la actualidad en la loma donde estaba asentada esta plaza que causo revuelo durante más de 5 años, pasa una gran vialidad que conecta las colonias del sur con las ostentosas urbanizaciones que le dieron otro panorama a las lomas y pie de la sierra del sur de Morelia.

Actualmente de La Rancherita, queda su estructura que se monta en diversos jaripeos de las comunidades donde no tienen plazas fijas para efectuar sus jaripeos de tradición, ya que la estructura metálica de aquella plaza que ahora se mira como legendaria, es de la más exigente de las calidades para su instalación y desmonte, con todos los requisitos de seguridad que le impusieron durante su feudo las autoridades municipales y de Protección Civil, que siempre estuvieron pendientes de su óptimo funcionamiento.