Los narcos, sus santos... y la muerte

Más allá del discurso tradicional que relaciona la paz y la no agresión con prácticas religiosas, la historia devela la unión entre la religión y la violencia, usada incluso como justificación para la guerra

Foto: Twitter. Malverde es uno de los santos más "buscados" por los narcotráficantes.

Notimex/ La Voz de Michoacán

Ciudad de México. El miedo es una emoción de la que ningún ser humano está exento. Cuando la vida se desenvuelve en un contexto de violencia, el temor obliga a buscar protección, entendimiento, perdón. Para la gente “de bien” y los delincuentes, la creencia en algo más allá de lo terrenal se vuelve algo indispensable para sobrevivir al miedo.

PUBLICIDAD

Como gran parte del resto de las personas, los narcotraficantes, sicarios, ladrones, proxenetas, entre otros personajes, buscan encomendarse a una figura o creencia que les brinde el amparo que necesitan ante el peligro que enfrentan a cada instante.

Así, imágenes religiosas o cultos clandestinos se convierten en protectores y confidentes de personas que al igual que los demás, viven el temor y la vulnerabilidad a flor de piel. Ni el más despiadado se escapa de sentir la fragilidad de la vida humana.

“Tenemos muy tipificadas las emociones y creemos por ejemplo que un sicario no tiene emociones, con esto no digo que no haya un profundo proceso de deshumanización para poder salir y matar a otra persona".

PUBLICIDAD

“Sin embargo, esto no quiere decir que este tipo de personas no tengan creencias y prácticas religiosas y que, por supuesto tengan miedo y quieran ser protegidos”, aseveró Cecilia Delgado Molina, socióloga de la religión.

Para la también integrante del Laboratorio de Observatorio del Fenómeno Religioso del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, más allá del discurso tradicional que relaciona la paz y la no agresión con prácticas religiosas, la historia devela la unión intrínseca que en ocasiones tiene la religión y la violencia, usada incluso como justificación para emprender guerras.

Por ello, aseveró, no es de extrañar que, en este contexto, la gente que se dedica a generar violencia en la sociedad, tenga un acercamiento a efigies de diversas religiones o prácticas y que en algunos casos las adecuen a sus requerimientos, o bien, creen sus propios cultos en pro de sentirse salvaguardados.

Al respecto, el investigador de El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), Alberto Hernández, comentó que uno de los casos más emblemáticos de la apropiación de una figura religiosa católica se encuentra en la relación del Cártel de Sinaloa con San Judas Tadeo, el santo católico de “los  casos imposibles”.

La figura más simbólica del Cártel de Sinaloa será San Judas Tadeo, el protector de mucha gente que está dentro del crimen organizado. Es quien dará seguimiento al ‘Chapo’ Guzmán y a muchos de los integrantes del Cártel de Sinaloa aun después de fracturado.

“Ellos le van a dar un ‘arreglo’ a la imagen pues le cambian el báculo del lado derecho al lado izquierdo y entonces ven a un San Judas Tadeo que teniendo el bastón de este lado, protege a quienes están dentro de la delincuencia”, aseveró.

No obstante, en la pasada detención y posterior liberación de Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo” Guzmán, se pudo apreciar que el culto a San Judas Tadeo que profesaba su padre, posiblemente fue sustituido por el joven por la devoción al Santo Niño de Atocha, cuya imagen portaba en un escapulario.

En este sentido, la devoción por el Santo Niño de Atocha llegó a otros extremos cuando las personas que se dedican al robo de combustible lo “adecuaron” para convertirlo en el “Santo Niño de los Huachicoleros”, una figura que, en lugar de portar un báculo y flores, sostiene un bidón de gasolina y una manguera.

Por otra parte, el investigador comentó que un ejemplo de imágenes creadas y relacionadas íntimamente con el narcotráfico es Jesús Malverde, un personaje que, según la leyenda, fue un ladrón que robaba a los ricos para dar a los pobres y que hoy en día es venerado principalmente en Sinaloa, donde tiene una capilla.

“El primer santo que empieza a asociarse en México con el narcotráfico es Jesús Malverde, un santo protector y de apoyo a los narcotraficantes que venden y cultivan marihuana, ya que se cree que los protege de que los campos no sean atacados por las plagas”, refirió.

Asimismo, la Santa Muerte cuyo culto se cree nació en las prisiones mexicanas, se perfila también como una imagen de defensa para todo aquel que “busca protección contra la violencia o una muerte violenta y necesita una figura protectora que no les falle”, apuntó Alberto Hernández.

Además de estos cultos, la santería y la adoración a Satanás serían otras prácticas que estarían ligadas a la criminalidad, aunque al igual que en la devoción por la “Niña Blanca”, sus devotos no necesariamente tengan que estar involucrados en actos delincuenciales.

“La santería cubana va a ser atractiva también para los criminales sobre todo con la práctica del Palo Mayombe que tiene un importante número de adeptos”, sostuvo.

Para los partidarios a la veneración de Satanás, una capilla localizada en Pachuca, Hidalgo, será el lugar donde podrán venerar a una de sus representaciones, la efigie llamada “Angelito Negro”, según reportó el investigador José Carlos G. Aguiar en el texto “¿A quién le piden los narcos? Emancipación y justicia en la narcocultura en México”, publicado en la revista Encartes.

“El Angelito Negro es muy socorrido por narcotraficantes que vienen de diferentes lugares de Hidalgo, pero también de varios estados del país, como Michoacán.

“En estos altares, que son más bien unas vitrinas de cristal, se encuentran dos imágenes del Angelito Negro. La más grande representa a un ranchero de tez negra, vestido con traje y botas de texano y soga en mano. Aunque dos enormes cuernos crecen de su frente, signos inequívocos del diablo, el angelito lleva puesto un sombrero de ranchero.

“La imagen representa el arquetipo del narcotraficante rural del México de la década de 1970 hasta 1990, cuando los capos del narco eran hombres del campo, que cultivaban ellos mismos las plantas, y estaban en contacto con la naturaleza”, se lee en el artículo.

Sin importar el símbolo de la devoción, cuando la violencia está latente a cada paso, los delincuentes y las personas “de bien” no están exentos de solicitar protección y consuelo en todo aquello que pueda contribuir a sobrellevar el miedo, la emoción que corroe la vida.