Complexión, raza y aspecto: En pleno siglo XXI, mujeres sufren discriminación laboral por su apariencia

Percepción de la belleza, sobrepeso y hasta etnia de origen no sólo las obligan a lidiar más para conseguir un empleo, sino a aceptar salarios más bajos

Maricruz Rios / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. La discriminación laboral en términos de la apariencia física es uno de los problemas más comunes en México, especialmente para las mujeres. Son tres aristas las que más definen la capacidad de una mujer de encontrar o no un trabajo con más facilidad: la percepción de la belleza, es decir, cómo definen los empleadores si alguna aspirante es bonita o fea y la necesidad de que sea bonita para tener el lugar; la discriminación étnica, que además de estar asociado a un canon de belleza suele relacionarse con la capacidad de alguien para ejercer un trabajo, y, finalmente, el sobrepeso.

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Este último caso es quizá el más estudiado en fechas recientes y que ha tomado especial relevancia ante el contexto de la pandemia. Una mujer con sobrepeso tiene que enviar un 37 por ciento más de solicitudes de empleo para conseguir uno, además de que su salario suele ser menor. Una mujer, por cada 5 unidades del Índice de Masa Corporal por encima de lo ideal sufre una reducción del 16 por ciento de su sueldo, o lo que es lo mismo, una pérdida de años y medios de escolaridad con base al ingreso.

Los resultados de Raymundo M. Campos-Vázquez y Eva González, investigadores del Colegio de México, reflejan una sociedad patriarcal que no sólo controla el mercado laboral, sino que otorga las plazas por cuestiones que van más allá de las capacidades o el perfil profesional de las aspirantes. Curiosamente, el mismo estudio revela que las variaciones en posibilidad de conseguir empleo y un mejor salario en hombres con sobrepeso es prácticamente es nula.

Publicado a inicios de este año, el estudio ‘Obesidad y discriminación en la contratación’ ofrece un panorama documentado de cómo funciona el mercado laboral en México en función de la apariencia de las mujeres. El tema de nuevo relevancia, pues en varias entidades son precisamente los empleos de mujeres los que más están tardando en recuperarse tras los despidos masivos producto de la pandemia de COVID-19 y los mismos pueden estarse otorgando bajo esquemas discriminatorios y poco éticos.

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SÓLO HAY LUGAR PARA LAS “FLAQUITAS”

El estudio incluyó la aplicación de más 3 mil solicitudes de empleo para testimonia el fenómeno, aunque la problemática es de sobra conocida en estados como el nuestro. Yoenia Castillo es una mujer michoacana que desde hace doce años se dedica a la docencia y aún dentro de las cadenas de ascensos y mejoras como parte carrera magisterial, señala que el problema de la discriminación por aspecto se resiente -y duro- contra las maestras.

“Sí, es muy común, en casi todos lados te preguntan si tienes hijos; se fijan si eres madre soltera, si eres morenita, si eres gorda, si eres chaparra. Desafortunadamente la mercadotecnia tiene un estándar de mujer presentable que equivale una chica de piel blanca con unas medidas muy marcadas a ser delgada, soltera y obviamente sin hijos”, refiere la entrevistada.

Un ejercicio de sondeo de La Voz de Michoacán señala que la posición sobre el tema es unánime y que la problemática, lejos de disminuir, como suelen decir las autoridades en temas de paridad de género o discriminación, persiste y se ha enquistado en varios sectores.

Aún con una carrera ya relativamente larga como profesora, Yoenia asegura que es muy difícil escalar puestos aún dentro de un esquema donde, se supone, habría más apoyo en términos de los sindicatos, “pero no es así y casi la gran mayoría de los puestos de trabajo mejor pagados los tienen los hombres, y si logras escalar eres discriminada por el simple hecho de ser mujer, pues consideran que no tienes la capacidad, que seguramente llegaste hasta ahí porque te acostaste con los jefes y difícilmente aceptan o reconocen las capacidades de las mujeres en el mismo ámbito”.

MUJER BONITA

Un estudio previo, ‘La respuesta del mercado laboral a una cara atractiva’, de los investigadores argentinos Florencia López Boo, Martín A. Rossi y Sergio Urzúa hace hincapié en la búsqueda por parte de empleadores, tanto en el sector público como el privado, de mujeres que se apeguen a cierto estereotipo para ser consideradas bellas y tener una mayor oportunidad de ser contratadas en América Latina.

En cuanto a la belleza son dos las características más comunes: delgada y de piel blanca, a lo que se suman ciertos estereotipos relacionados con lo femenino que pueden sumar o restar puntos; se considera positivo, por ejemplo, mujeres con un carácter más ‘noble’ y menos asertivas, que en tiempos modernos se podría incluso relacionar con ser menos afín al pensamiento feminista.

Janet García, también michoacana, aunque ella de 25 años de edad, admite que el problema de la discriminación de este tipo existe. “Bueno, una vez hace como 5 años fui a pedir trabajo al (Banco) Santander y me rechazaron por mi aspecto físico”, comentó.

Desde su perspectiva, la problemática puede notarse más ahora por el tema de la contingencia y la dificultad de abrir nuevas plazas, por lo que las mujeres que entran en cierto estereotipo de belleza y aspecto tienen puntos extra aún sin haberlas entrevistado previamente.

Andrea Bautista, de 28 años, coincide en lo que señalan los estudios, y además comenta que suele ser en los trabajos administrativos donde agregan a la ecuación un aspecto más, además de la complexión delgada: el ser alta.

Recordó que en su experiencia personal, en una agencia de niñeras ubicada en el Boulevard García de León, sufrió un evidente caso de este tipo: “sí me han discriminado por mi aspecto en cuestión de que no me daban servicios para restaurantes, porque no tenía un aspecto lindo como otras compañeras”, recordó.

Daysi Mejía, profesora de 38 años, comenta que las mujeres además enfrentan una discriminación en términos de roles que se asignan tradicionalmente a las mujeres, como la crianza de los hijos, pero que termina siendo un obstáculo al momento de buscar trabajo.

“En el caso de las mujeres me parece que es mucho más difícil porque, bueno, si tienes hijos o hijas la cuestión se complica y se agrava más porque ya no decides sobre ti sino estas decidiendo también por otras personas-familia-. En mi caso, en algunos trabajos pedían movilidad y yo tenía que decidir entre la movilidad personal o la movilidad familiar y siempre ganaba la familia. Entonces, una como mujer siempre está sacrificando muchas cosas y eso me parece que es un asunto sistémico y patriarcal, y así es, así ha funcionado siempre. Así garantizan que nunca te mueves, te quedes ahí y que además no tengas trabajo”, destacó.

ETNIA, OTRO FACTOR DE DISCRIMINACIÓN

El tema étnico es otro que, aunque sí suele afectar también a los hombres, es mucho más marcado con las mujeres. En un estado como Michoacán, con cuatro etnias originarias y casi el 50 por ciento de la población provenientes de zonas rurales, son las citadinas las que tienen más ventajas.

Venir de rancho o de pueblo, como dicen, tener algún problema con el acento de ciertas palabras al hablar una lengua indígena o simplemente el tono de piel, se pueden volver obstáculos infranqueables al momento de conseguir empleo, ya que no sólo se relaciona ya con un tema de belleza, sino que se infiere con una relación directa a tener menos capacidad y oportunidades de crecer profesionalmente.

El reporte ‘Discriminación étnica en México: taxonomía de las prácticas de discriminación”, también publicado por el Colegio de México, retrata que el aspecto racial, relacionado con el tono de piel y la cultura de origen principalmente, no sólo vuelve más difícil para las mujeres purépechas o de algún otro pueblo originario el conseguir empleo, sino que incluso les ofrecen generalmente un salario menor.

Así lo expresa también Rosario Máximo, michoacana de 24 años proveniente de una población purépecha, quien comenta que es un tema que no le es ajeno, pues lo ha padecido. “sí me han discriminado por el habla, me dicen: no puedes bien hablar el español y queremos a alguien que le fluya muy bien”

“También es un poco difícil encontrar trabajo en algunas áreas que uno requiere, porque ahí a veces por la distancia que uno vive –Santa fe de la Laguna- no quieren asignarte, me dicen: ‘vives lejos y no puedes estar aquí a la hora en que queremos ocuparte’. Y pues a uno no le dan trabajo por eso”, manifiesta.

Alejandra Ramírez, de 29 años, comparte la opinión, aunque afirma que la problemática no es exclusiva de quien contrata. “La he sufrido, no por mis empleadores, pero sí por mis compañeros y compañeras de trabajo; piensan que por ser parte de un grupo étnico no entiendes las indicaciones de tu jefe y te minimizan”.

Finalmente, Margarita Hernández, de 33 años, comenta que ni el sector público, ni el privado se salvan de este tipo de prácticas. “En la cuestión del origen siempre se discrimina”, asegura. “Por más de que sea una institución que se dedica a esta cuestión educativa también hay esas diferencias. Por ejemplo, yo que trabajo en el área de educación indígena, de pronto sí hay discriminación con otros subsistemas, por ejemplo, primarias generales o preescolares generales o alguna otra dependencia de la Secretaria de Educación, siempre tienen un trato diferenciado con los que somos de educación indígena”.

En cuanto a las características físicas, “pues igual regresamos a lo mismo, un poco a la cuestión de origen: a una indígena, en mi caso purépecha, nunca la vas a encontrar de 90-60-90 o con estos estándares de belleza de culturas occidentales y claro, de pronto esto genera discriminación no solamente en la institución sino también fuera de ella”.